Los atentados de París no solo han provocado terror: también han creado una impresionante oportunidad de negocio que las multinacionales europeas de armas tratan ahora de aprovechar.
Mientras las noticias sobre agresiones de musulmanes radicalizados, atentados fallidos y amenazas yihadistas abren las portadas de los periódicos y dejan un regusto de miedo e impotencia en la gente, los nervios desbordan el ambiente en los ministerios del Interior y Defensa comunitarios. Los últimos ataques terroristas en Francia, el brutal asalto de la revista satírica ‘Charlie Hebdo’ en enero, y sobre todo el asesinato de 130 personas el pasado trece noviembre en París, han convencido a los políticos de que hacen falta mejores bombas y más inteligencia.
Olivier Jehin, editor jefe de la influyente newsletter ‘Europe Diplomacy & Defence’ en Bruselas, cree que es absolutamente necesario “invertir más en defensa y seguridad” para reforzar la protección de los ciudadanos e intereses de la UE frente unos retos para los que no están preparados: “La creciente inestabilidad del vecindario europeo, el terrorismo internacional o las amenazas relativas a los combatientes extranjeros que regresan y a la guerra híbrida [que mezcla técnicas convencionales, no convencionales y cibernéticas]”.
Jan Pie, secretario general de la principal asociación europea de patronales y multinacionales de armamento (ASD), pinta un panorama trufado de impotencia: como la UE ha descuidado su propia defensa, parte de los desarrollos tecnológicos militares o no pueden utilizarse todavía en combate o no se han probado. Es lo contrario de lo que le ocurre al Pentágono, y por eso, apunta Pie, “si Europa necesita urgentemente equipos para luchar contra el terrorismo, en muchos casos, tendrá que comprárselos a Estados Unidos.” Y si no le gusta depender de la primera potencia mundial, concluye, “necesitará tiempo y tendrá que estar dispuesta a invertir bastante dinero”.
Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), los presupuestos de Defensa europeos en total apenas aumentaron un 1% desde 2011 hasta 2014 a pesar de que, en ese período, Bruselas se vio obligada a pedir ayuda a Washington para intentar sofocar una guerra civil a pocos kilómetros de las costas italianas (Libia), para intentar debilitar al ISIS en Siria, o para tratar de contener la expansión de Rusia en Ucrania y la amenaza de Moscú a otros países nórdicos y del este que se han visto obligados a aumentar su gasto en armas unilateralmente. La falta de coordinación entre las agencias militares y civiles, de cooperación entre los Estados, y de recursos y tecnologías adecuadas también ha corroído los cimientos de la vigilancia de las fronteras y la lucha contra la inmigración ilegal, que se ha saldado con tragedias como las de Lampedusa.
Jorge Domecq es director ejecutivo de la Agencia Europea de Defensa, el organismo que identifica las necesidades armamentísticas de la UE y el que convoca los grandes contratos comunitarios, a los que concurren multinacionales como Bae Systems o Indra. Según él, “los Gobiernos de los estados miembros ahora son conscientes de que hay que cooperar e invertir más y mejor en seguridad y defensa” y están más receptivos que antes “a la necesidad de que el gasto público [en este segmento] pase gradualmente del 10% al 20% del PIB de media”. Ese cambio de sensibilidad debería reflejarse en gran medida, advierte Domecq, en la Estrategia Global para la Política de Seguridad Interior y Exterior que la UE publicará en junio.
Dicho de otra forma, los líderes políticos europeos se plantean duplicar la inversión en armamento e inteligencia para impedir otros atentados como los de París y faltan solo seis meses para que salga definitivamente a la luz el principal resultado de esas negociaciones. Los grandes lobbies del armamento, que saben que puede abrirse ante sus socios una oportunidad histórica de cientos de miles de millones de euros, han captado rápidamente el mensaje.
Luigi Rebuffi, CEO de la principal asociación europea de contratistas de seguridad nacional (EOS), reconoce a El Confidencial que esperan presentar a principios del año que viene a las instituciones comunitarias y nacionales un documento que les explique la forma en la que sus tecnologías pueden ayudarles a combatir a los terroristas. Ese informe será la conclusión de unas conversaciones internas de la organización que empezaron, según Rebuffi, con el asalto de Charlie Hebdo pero que se han intensificado tras los atentados de París.
“La seguridad no ha sido un tema prioritario”
Jan Pie advierte de que “Europa no ha tomado el tema de la seguridad y la defensa como algo prioritario, y ahora se pagan las consecuencias”. Es el momento, afirma, de aumentar esas partidas “urgentemente para estar en pocos años al nivel tecnológico que las circunstancias futuras requieran”. Pero los lobbies no piensan únicamente en la protección de los europeos, sinotambién en sus propias agendas, que pasan por recuperar la competitividad perdida frente a sus rivales estadounidenses y por que Bruselas les adjudique contratos millonarios para sobrevivir, engordar sus cuentas anuales y premiar a sus accionistas.
Olivier Jehin, editor jefe de la influyente newsletter Europe Diplomacy & Defence, recuerda que entre 2006 y 2009 las exportaciones militares europeas ocupaban una proporción mayor del mercado mundial que las estadounidenses. Desde 2010, sin embargo, el “enorme tamaño del mercado americano”, sus “economías de escala” y la necesidad de salir al extranjero a vender sus armas ante los recortes de Washington han hecho que la situación se invierta. Además, el Pentágono va a lanzar un programa de 20.000 millones de dólares en contratos de investigación y desarrollo a principios de 2016 que “se lo pondrá aún más difícil” a las empresas comunitarias. La conclusión de Lehin es clara: “Las industrias de defensa europeas necesitan urgentemente nuevos contratos y nuevos programas de investigación”.
En estas circunstancias, Bram Vranken, investigador de la ONG pacifista ‘Vredesactie’, recuerda que las presiones de plataformas como ASD y EOS para que se incremente sustancialmente el gasto militar no solo han comenzado ya, sino que “son bienvenidas” por las instituciones comunitarias.
No hay que olvidar, afirma Vranken, que “la Comisión Europea intenta expandir sus competencias en las áreas de seguridad y defensa y considera a la industria del armamento como un socio vital”. Por si fuera poco, continúa, la misma Comisión, para explorar el desarrollo de un programa europeo de tecnologías de defensa, “ha situado en ocho de los dieciséis sillones del consejo asesor que hará las recomendaciones políticas a las mismas empresas que podrían beneficiarse de ellas”.
Ha habido más gestos de Bruselas en los últimos meses que favorecen a las multinacionales del armamento. El cuatro de noviembre, la Agencia Europea de Defensa anunció que los contratos que adjudicase estarían exentos de IVA. El pasado 18 de noviembre, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, exigió que los medios públicos que se destinasen a luchar contra el terrorismo no fueran tratados de la misma forma que el resto a la hora de calcular el déficit.
Eso último hace que los intereses de los lobbies del armamento no solo estén alineados con los de Bruselas, sino también con los de Estados como Italia o Francia, que podrían animar sus economías con más gasto público disfrazado de misiles, contrainteligencia o aviones de combate. Grecia no tuvo tanta suerte y se vio forzada a reducir alrededor de un 40% su presupuesto militar entre 2011 y 2015, a pesar de desafíos como el ascenso de un grupo neonazi doméstico como Amanecer Dorado, de la ineficacia de los controles y vigilancia de fronteras de la UE en el Mediterráneo, y del conflicto latente con Turquía respecto a Chipre.
Algunos de los países que están bombardeando las posiciones del ISIS en Siria y que presionan a Bruselas para que tolere e impulse la canalización de más recursos para armas e inteligencia son los que tienen en su seno los cuarteles generales la mayoría de los grandes contratistas de Defensa europeos, que son los que más podrían beneficiarse. De las ocho principales multinacionales comunitarias del sector por facturación, tres pertenecen a Francia (Thales, Safran, DCNS) y tres a Reino Unido (BAE Systems, Rolls-Royce, Babcock International).
Paralelismo con el 11-S
Europa parece encontrarse en un momento parecido al del 11-S en Estados Unidos, porque los planetas están alineados para que se multiplique el gasto en defensa y seguridad nacional. Los ciudadanos de París se sienten tan inseguros como los de Nueva York en 2001, los yihadistas están decididos a atacar en el Viejo Continente y han demostrado ya su capacidad destructiva en la que es quizás la capital europea más emblemática, y, por último, el presidente del país agredido (al igual que George W. Bush hace 14 años) ha declarado la guerra a los terroristas y ha exigido a sus aliados que lo ayuden atacando el santuario geográfico de los criminales en Oriente Medio.
Por si esos paralelismos no fueran suficientes, la falta de cooperación de unas burocracias nacionales que no comparten suficiente información ha favorecido a los terroristas y recuerda la escasa comunicación del FBI, la CIA o la NSAdurante los meses previos al atentado contra las Torres Gemelas. Los recortes en defensa de los años anteriores –los de Bill Clinton en el caso de EE.UU. y los de la crisis de deuda soberana en el de Europa– se consideran culpables igual que entonces de la actual desprotección y, por lo tanto, la receta que se impone es multiplicar el gasto en armamento e inteligencia.
Aunque es cierto que Europa atraviesa unas dificultades económicas mayores que las de Estados Unidos en 2001, también lo es que algunos países como Francia podrían seguir los pasos de George W. Bush diseñando planes de estímulo militares que ayudasen a recuperar el crecimiento perdido y que compensasen de paso a unos contratistas de defensa muy castigados por la relativa sequía de los años anteriores.
En un contexto parecido al del 11-S, la UE estaría obligada a modernizar sus sistemas de defensa y seguridad sin dejar de evitar los errores que tanto han lamentado millones de estadounidenses en la última década. Las intervenciones aéreas supuestamente quirúrgicas nunca fueron suficientes e hicieron necesario el despliegue de tropas y el sacrificio de cientos de miles de vidas de soldados mientras las guerras en Irak y Afganistán movilizaban aún más a los terroristas, contribuían a la creación del ISIS y causaban un daño irreparable a las finanzas públicas que limitó la ayuda a los necesitados durante la crisis económica.
Al mismo tiempo, la opacidad y el tráfico de influencias entre el Pentágono y los contratistas de defensa hicieron que una inmensa parte del gasto público en defensa no sirviera para aumentar la seguridad de los ciudadanos o la de los militares que lo estaban arriesgando todo en el frente por su país. La balanza se inclinó demasiado del lado de las recetas militares y demasiado poco de las diplomáticas, y la obsesión por evitar los atentados dio rienda suelta para que la Agencia de Seguridad Nacional interviniera las comunicaciones de decenas de millones de personas en todo el mundo, como reveló Edward Snowden.
Los ciudadanos de la primera potencia mundial en 2001, igual que ahora los europeos, estaban demasiado asustados como para no exigir a sus líderes políticos que los protegieran casi a cualquier precio. Querían una solución porque necesitaban dejar de vivir con miedo… y dejaron que el miedo y el terror tomasen muchas de sus decisiones.