Vivimos un momento histórico de reconfiguración del espacio occidental. Aunque todavía no sabemos cómo será el paradigma resultante de los cambios que se están produciendo, sí podemos señalar las oportunidades que la actual coyuntura ofrece a América Latina y a Europa para afianzar su alianza en el escenario internacional.
Tal y como fue concebido en los dos últimos siglos, el vínculo atlántico se asentaba en el protagonismo anglosajón. Los Estados Unidos, por parte americana, y el Reino Unido, por parte europea, lideraban una relación de la que eran referentes en todos los planos. El pasado año, el Brexit nos dio la primera señal de un giro que se consumó meses después con la elección del nuevo presidente norteamericano. Los británicos decidían volver la espalda a Europa, abriendo una etapa de gran incertidumbre en la que deberán replantear de raíz su posición global desvinculados de la Unión Europea (y de su mercado común). El proteccionismo económico de Trump –Trumponomics-, el cuestionamiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la nueva política exterior basada en el acercamiento a Rusia y la desconsideración hacia el proyecto europeo, certifican el rechazo de la administración estadounidense a la tradicional concepción de Occidente.
En este contexto, el reforzamiento de las relaciones entre la Unión Europea y América Latina aparece como una auténtica oportunidad estratégica. Si los Estados Unidos y el Reino Unido se vuelven sobre sí mismos o buscan nuevos socios ¿cómo no estrechar los lazos entre dos regiones afines como Europa y Latinoamérica? ¿Por qué no reconstruir la relación atlántica sobre el protagonismo iberoamericano? Muchas serían las ventajas mutuas de extender la cooperación entre nuestros continentes. Puesto que no partimos de cero, existen ya muchos vínculos entre ambas orillas, se trataría de buscar un enfoque más ambicioso, en el que los retos comunes -como la economía del conocimiento, el empleo, o la productividad- se aborden de forma conjunta, aprovechando las fortalezas de cada parte. Dicho de otro modo, habría que multiplicar las sinergias en materias en las que hasta ahora la colaboración ha sido limitada, siempre bajo esa perspectiva win-win.
Podrían destacarse inicialmente tres materias en las que existe más potencial de cooperación. En primer lugar, las relaciones comerciales. La conclusión del tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea constituiría un enorme paso adelante en este sentido. Tengamos en cuenta que ambos bloques económicos suman a casi ochocientos millones de personas, con la inmensa perspectiva de expansión y crecimiento que supondría la creación de una escala comercial de tales dimensiones. Este proceso podría completarse, además, con un mayor acercamiento a la Alianza del Pacífico. En segundo lugar, la movilidad del talento es otro de los factores de desarrollo que deberían favorecerse de forma prioritaria. Si de verdad queremos construir un espacio euro-latinoamericano competitivo, es imprescindible que se faciliten no solo los intercambios de bienes y servicios sino la movilidad de personas, con especial atención al talento -es decir, estudiantes, científicos, investigadores, innovadores, emprendedores-.
Por último, y como corolario de los dos anteriores, América Latina y Europa comparten el reto de la digitalización. El futuro y la posición global de nuestras economías dependerá de cómo se aproveche la oportunidad de la revolución digital en marcha. Si trabajáramos conjuntamente para mejorar las interconexiones, eliminar barreras, ampliar el acceso y solucionar cuestiones relacionadas con la piratería, la protección de datos, la ciberseguridad, la propiedad intelectual, etc., daríamos el salto cualitativo necesario para competir con los gigantes asiáticos y norteamericano en un ámbito que evoluciona a gran velocidad.
El próximo mes de octubre se celebra la III Cumbre Unión Europea – América Latina Caribe en El Salvador. Quizá sea el marco idóneo para escenificar el relanzamiento de la alianza atlántica dotando a la agenda de las relaciones euro-latinoamericanas de un contenido verdaderamente ambicioso y sustantivo.
José Ruiz Vicioso, Jefe de estudios de la Fundación Iberoamericana Empresarial