La morada se llama ‘Inkwell Manor’ y es un sueño hecho realidad, su nuevo hogar tiene cinco habitaciones, una biblioteca y garaje con tres plazas, fachada de ladrillo visto, un frontón de inspiración neoclásica y escaleras de acceso a un coqueto porche. Hasta la casita del árbol, imprescindible en esta historia americana, parece un chalé.
Una mujer norteamericana identificada como Cara Brookins, quien padeció de maltrato familiar por parte de su ex esposo en la ciudad de Little Rock en el estado de Arkansas, decidió junto a sus cuatro hijos emprender una nueva vida lejos de su marido.
Cara, relató su historia y reveló que se casó a los 17 años con su amor del instituto, estudió informática y a los 36 estaba atrapada con un marido violento (el tercero) y un exmarido con esquizofrenia que los acosaba.
Al abandonar la que fue su casa durante varios años, llegó a la calle con el propósito de reubicar su hogar junto a su familia.
Alguna vez, la mujer pudo ver la estructura de una mansión devastada por un tornado, y descubrió que ella misma sí se lo propusiera lo podía hacer, pues bien la ocasión llegó. Decidió cambiar su vida y emprendió su proyecto.
“Necesitábamos una casa y nos hicimos una”, argumentó la madre quien manifestó que sus hijos con edades entre 17 y 2 años fueron su grupo de obreros, trabajando día y noche, mirando diferentes tutoriales en You Tube, para poder construir su propia casa.
Con sus ahorros y un préstamo compró un acre de tierra (4.046 m2) y 130.000 dólares de herramientas y material, dibujó un proyecto y consiguió una licencia. Al parecer se tomó literal el eslógan ‘Hágalo usted mismo’ al pie de la letra.
Durante nueve meses no hubo citas, tele, cine ni sofá para nadie. En los momentos más duros, Cara temió una rebelión adolescente, pero cada día al salir de clase Hope, Drew y Jada cambiaban disciplinadamente los esferos y cuadernos por la pistola de clavos, la brocha o el taladro. Uno de ellos echaba un ojo al pequeño Roman, encantado de colaborar chapoteando en el barro de la obra o aplastando cemento con una pala.
Finalmente y tras varios meses de trabajo conjunto, su hogar fue terminando por sus propias manos, consolidando un hogar de 325 metros cuadrados rodeado de césped y árboles a las afueras de Little Rock.
La morada se llama ‘Inkwell Manor’ y es un sueño hecho realidad, su nuevo hogar tiene cinco habitaciones, una biblioteca y garaje con tres plazas, fachada de ladrillo visto, un frontón de inspiración neoclásica y escaleras de acceso a un coqueto porche. Hasta la casita del árbol, imprescindible en esta historia americana, parece un chalé.