Fernando Londoño se queda corto en homenaje a Carlos Castaño

Estupenda noticia la re publicación de la magistral columna de mi discípulo Fernando Londoño, en la cual hace siete años homenajeó al mayor autor intelectual que produjera nuestra patria, el tristemente desaparecido Carlos Castaño, jefe epónimo de los ejércitos de autodefensa que permitió con sus acciones previas el triunfo de la Seguridad Democrática.

Con esa columna y “Los tres Caínes” hemos logrado refutar a los comunistas que dijeron que el paramilitarismo era malo. ¡Pendejos! ¡Es y será el mejor negocio!

La columna dórica del gran avatar Londoño en la cual describe la deliciosa epopeya del mesías de San Pedro de Urabá, a pesar de sus aciertos, se queda corta. Carlos Castaño no solo merece elogios por haber salvado a la patria matando a algunos miles de campesinos brutos y filo terroristas y desplazando a otros millones para que la producción pudiera florecer en manos de los dueños históricos de todo y no de los indios invasores. Carlos merece una égloga, hasta un poema de Roy Barreras.

Dice el maestro:”Las autodefensas existen porque existe la guerrilla marxista, valga decir, el ataque”.


De acuerdo, pero me permito desarrollar su aventajado pensamiento del greco-platanal. La autodefensa fue inventada legítimamente como desarrollo histórico y etapa superior de las Convivir. Y desarrollada para desaparecer de la faz de la tierra no a la guerrilla (que al fin y al cabo anda también en el negocio) sino a los miles de campesinos tercos que no querían dejar sus tierras. Ese era el negocio, claro, junto con el connatural ejercicio de la libre empresa en materia de alcaloides.

Autodefensa sagrada de vacas y perico, con apoyo de las Fuerzas Amadas, como garantía ulterior, como telón de fondo de legitimidad. ¡Paras a mucho honor! Magna empresa exportadora que colabora hoy refundada en Bacrim, con no sé cuantos puntos a nuestro escuálido PIB.

¡Esa es la verdadera locomotora de nuestra economía! Un gremio narco-paraco que desarrolla el agro, la industria, el comercio y el sector exportador.

En efecto, mi doctor Londoño, Castaño defendió la honra de los propietarios y no solo defendió los bienes de él y de ellos, sino que los agrandó de manera exponencial.

Dice usted, maestro, que las autodefensas “no perdían y no querían perder el norte de su naturaleza política antisubversiva y anticomunista.”

Y digo yo: es usted de una pasmosa habilidad al hacernos ver que matar civiles se justifica si se sospecha, aunque sea vagamente o por saperías, que pueden ser, digamos, un 5% comunistas. Hasta los portadores de un 0,1% de ese virus marxista, debieron y deben ser exterminados como ha ido ocurriendo, gracias a la doctrina justificadora.

Que nuestros ejércitos tuvieran que financiarse, esa es otra vaina. No era suficiente la platica de ganaderos, comerciantes y políticos para comprar fusiles, balas y motosierras. Nuestras tropas crecían a ojo vista y entonces fue necesario combinar más formas de lucha. Es decir, meterle coca a la vaina. Pero todo con el fin de luchar contra la subversión. Si algunos de nuestros socios y amigos se enriquecieron de manera alucinante, eso solo debe ser entendido como un efecto colateral de nuestra guerra.

Le entiendo perfectamente cuando usted dice que lo de la coca fue una embarrada, ¿Pero cómo más, cuando usted tiene benefactores y cómplices como Don Berna o Hernán Giraldo? A la gente nuestra hay que dejarla trabajar, trabajar y trabajar.

Y ante esta frase suya que parece dictada al unísono por las mentes preclaras de Maquiavelo y Mussolini, yo me le quito el sombrero: “Castaño murió. Ya lo sabíamos. Es hora de que resucite su elemental pero preciso ideario, la única manera de recuperar el alcance y la legitimidad de la paz que se viene discutiendo”

¡Eso, sumercé lindo! Aun sin su rolex los tiempos históricos le son precisos. Elemental ideario el del patriarca Carlos Castaño, elemental como mochar cabezas, fusilar, tirar cadáveres a los ríos. Y preciso como el fusil AK 47, la granada Mk2, el rocket, el machete, la moto sierra y el incendio. Dejémonos de eufemismos.

Castaño fue legítimo y lo es históricamente porque le fue fiel a las leyes. A las nuestras, claro, las de la ventaja, el avionismo, la corrupción, el robo, el desplazamiento. Vivimos en una economía de mercado y Castaño fue el más lúcido mercader de la muerte, la muerte como inversión, la muerte como capital, la muerte como organigrama fundamental de la empresa sacra de mantener nuestros derechos, de crecer nuestras haciendas.

¿O es que acaso usted cree que hubiéramos podido correr las cercas para meter nuestro cebú, si no sacamos a los pata al suelo, si no los mandamos al otro toldo? Esa gente solo entiende a las malas. ¡Y qué malas que les dimos! Fuimos y somos épicos. Esto de Santos y compañía, de paces y generosidades y conciliaciones, es sol de un día. Las ideas del intelectual Castaño están vivas. Y usted es la reserva moral y militar de la patria, doctor Londoño,

Agrega usted venerable Chaolín: Carlos Castaño, intelectual hecho a pulso, en el desorden metodológico y conceptual que puede suponerse”.


Si, hecho a pulso, el mismo que el bien amado Carlos Castaño tenía para apuntar su pistola y disparar su fusil contra los cuerpos inermes de la indiada o del mestizaje ignorante, alevoso y envalentonado.

No estoy de acuerdo con usted en aquello del “desorden metodológico”. Si algo tuvo nuestro Comando Carlos, fue una visión milimétrica y científica de la metodología, del tiro de gracia. Lo suyo fue cartesiano en las ideas y propio de Clausewitz en la aplicación en la guerra.

Métodos rápidos de desaparición forzada, de masacres, métodos expeditos para sacar corriendo a los sucios labriegos. De tal importancia fue su encumbrado método, tan matemático y técnico, que se reprodujo el espléndido esquema por todo el país, desde sus Autodefensas de Córdoba y Urabá, llevándonos a blandir la espada del paramilitarismo por los cuatro puntos cardinales, y consolidando la limpieza social e ideológica en casi todo el país. Si eso no es método, doctor, ¿entonces qué?

¿Desorden conceptual mandar a matar a toda la dirigencia de la izquierda y a sus candidatos presidenciales incluido el traidor Galán? Sabemos bien quienes conocemos al detalle la gesta de la autodefensa, que detrás de sus capacidades de autor intelectual, Castaño, por fortuna, no estaba solo. El tenía quien le ordenara. ¿O no? Detrás de él moraban los duros, los verdaderos incitadores, es decir, los autores ideológicos que forjaron la cruzada desde sus escritorios, desde sus oficinas de gerencia, desde sus establos. Autores ideológicos que fueron los proveedores de la línea que Carlos Castaño desarrolló en el terreno, con lujo de detalles.

Que hoy doctor Londoño, no le tiemble la mano en reafirmar esas verdades que escribiera hace siete años. No se me vaya a retractar. No le tenga miedo al fiscal “escudero de las Farc” como dice nuestro filósofo de cabecera Pachito Santos. No hay ley que pueda acallar su catarata de pensamientos. Nosotros somos la ley, la justicia y su aplicación a nuestra voluntad, como lo comprobaran justamente las autodefensas.

¡Ay Carlos Castaño, que falta nos haces, ahora que seguro vienen los tiempos de eliminar a todos los facinerosos que se reinserten y a sus cómplices políticos y populares! ¡Bala señores!