"Francia está en guerra": Hollande

François Hollande aseguró que el combate contra los terroristas será “despiadado”. El problema para el presidente francés es que las reacciones oficiales a las 17 víctimas de los ataques del pasado mes de enero fue parecida.

Los al menos 129 muertos del 13-N francés van a obligar sin embargo a implementar medidas mucho más contundentes de las que las autoridades francesas han aplicado hasta ahora. Para empezar, el estado de emergencia va a suponer entre otras cosas, que las autoridades policiales van a necesitar menos garantías juridicas para entrar en apartamentos de sospechosos o para detener a los que ya aparecen en las listas de posibles candidatos a pasar a la acción.

En concreto, la legislación francesa dice que el estado de emergencia “confiere a las autoridades civiles poderes de policía exepcionales sobre la reglamentación de la circulación y la estancia de personas, sobre le cierre de lugares abiertos al público y sobre la requisición de armas”. A partir de hoy, las personas sospechosas de mantener conexiones con organizaciones terroristas podrán ser obligados a permanecer en los lugares de residencia que les sean indicados.

Tras los atentados contra Charlie Hebdo, contra un supermercado judío en París y el asesinato de una policía municipal el pasado mes de enero, el Ejecutivo de Manuel Valls aseguró que iba a aumentar las medidas de protección y de prevención. Entre ellas, el Gobierno obtuvo la aprobación de una ley que permite a la policía el uso de útiles tecnológicos acordes con los tiempos que corren, para el control de las comunicaciones de personas sospechosas.

A partir de hoy, el ejército se desplegará en las calles, para reforzar a policías y gendarmes. Los soldados ya eran visibles desde antes de enero en estaciones de tren, aeropuertos y otros lugares públicos, como sinagogas o mezquitas. El aumento del presupuesto policial y del ejército parece inevitable.

Este sábado las universidades y colegios permaneceran cerrados, no habrá excursiones escolares y las salas de fiesta u tros lugares de reunión no podrán abrir sus puertas.

Los responsables gubernamentales deberán también profundizar en las medidas contra las redes terroristas del interior. La estupidez del concepto de “lobos solitarios” ya ha sido demostrada por todos los individuos que han participado en actos teroristas desde enero pasado, ya sea el atacante del tren Thalys o el terrorista que intentó volar una central de gas, después de degollar a su jefe. Evidentemente, los servicios de inteligencia pedirán más medios, pero como ya se ha explicado varias veces, es difícil poder controlar a cada sospechoso fichado durante 24 horas.

Todo parece apuntar más hacia el recorte de garantías judiciales. Las organizaciones de defensa de los derechos que claman contra las leyes “liberticidas” lo van a tener más difícil tras la barbarie del viernes. Si el convencimiento de que Francia está en guerra se generaliza, una mayoría de la opinión pública apoyará el reforzamiento de este tipo de medidas.

Esa guerra de la que se habla, no es precisamente la guerra en Siria. Evidentemente, la implicación de Francia contra ISIS puede ser una de las posibles motivaciones de los terroristas, pero Francia ha sido víctima de atentados antes de que su ejército se desplegara en África o en Oriente Próximo.

No se conoce todavía la identidad de los terroristas. Si se confirma que son ciudadanos franceses, otra polémica volverá a la escena. La que se centra en las razones de la contaminación de jóvenes franceses por el veneno yihadista. Hasta ahora, la izquierda francesa seguía explicándolo en buena parte por las “desigualdades del sistema”. Si no cambia su discurso justificativo, dejará en manos de la derecha y la extrema derecha los votos de la indignación y de los partidarios de la mano dura.

Según las últimas informaciones aportadas por el Fiscal jefe de París, François Molin, uno de los terroristas atacantes nació en noviembre 1985 y era conocido por delitos de derecho común tras ser condenado ocho veces entre 2004 y 2010, aunque nunca había sido encarcelado ni estaba asociado a grupos terroristas. Mientras, otro de los sospechosos tenía pasaporte sirio y nació en septiembre del 1979 en ese país. No era conocido por los servicios secretos franceses.

Todos ellos usaron kaláshnikov. Los dos que activaron los explosivos DATP adheridos a su cuerpo viajaron en un Seat y un Polo de color negro, matriculados en Bélgica. Uno de estos vehículos fue alquilado por un individuo en este país, quien esta mañana iba en un tercer vehículo y fue parado por la policía. Iba con otras dos personas y los tres fueron arrestados, aunque tampoco son conocidos por las fuerzas de seguridad francesas.