El Fuero Militar hay que ampliarlo, generalizarlo, llevarlo al más conveniente extremo (que linda palabra, música en mis trompas de Eustaquio) para evitar de una vez y para siempre que de los crímenes del servicio sigan diciendo que Fueron Militares.
¡Nunca! Las Fuerzas Amadas jamás han cometido delito alguno. Cháchara de masones y mamertos.
Lo que debe aprobar el Congreso, si es que tiene sentido de patria y de institucionalidad, es facilito: sacar una ley en la cual se exonera a cualquier miembro de las Fuerzas Amadas de ser juzgado por todo tipo de delito, dentro, fuera, a los lados, encima o debajo del servicio.
Entendámonos: lo que quiero decir es que militares y policías estarían en el total y sagrado deber de cometer delitos en nombre y favor de la patria y la gente de bien. Así sean delitos en beneficio propio o particular, que son la única manera colateral de cuadrar el esmirriado sueldito que reciben. Eso nadie lo pone en duda. Es práctica común, es jurisprudencia natural. Desde la benéfica mordidita de los motos del tránsito, hasta asuntos del gran negocio del polvo blanco.
Y más aun cuando cometen delitos con tal de proteger a los elegidos, dueños de este barrial.
Pero además, la ley debe eximirlos de cualquier investigación, tribunal, persecución y juicio por estos actos magnánimos en los cuales exponen sus vidas para cegar vidas. No perdamos el juicio. Impunidad decretada para todos los uniformados, y me atrevo a incluir en estos logros al cuerpo de celadores en general, incluyendo a los guachimanes de las Bacrim y demás entidades para afines.
De contera, el Congreso deberá derogar de inmediato cualquier injerencia en nuestra soberanía de la porquería esa del Derecho Internacional Humanitario y su doctrina subversiva de derechos humanos, que nos impide la justa legalización de las loables acciones de la Fuerza. Que súper numerarios de quinta como el tal Gustavo Gallón sean exiliados a la brava para que dejen de proteger a las víctimas, que siempre son culpables, por el mero hecho de ser víctimas. Por algo los perseguimos ¿no? No será, como decía el gran Burundún, por estar cogiendo café… Que los civiles se mantengan bien sumisos y verán que, por lo menos, sobreviven.
Contra las malsanas leyes y tribunales internacionales, exaltemos nuestra Ley de la Selva y nuestros Tribunales del Santo Oficio, que harta falta nos hacen, su eminencia.
Qué tal esa imbecilidad de prohibir los ataques contra la población civil. Entones ¿qué quieren? ¿Que ataquemos nuestras propias tropas, nuestros propios cuarteles y estaciones?
Y no me vengan con el sofisma ese del uso “desproporcionado” de la fuerza contra los civiles que por lo general son todos guerrilleros. La Fuerza es la Fuerza. Ni tiene ni debe tener “proporción”. O es que, por ejemplo, ¿una moto sierra tiene diferentes velocidades, como un carro? ¡No señor! Una sola y muy eficaz. ¡Letal carajo! ¡Como nuestro verbo, como nuestra lengua!
Desde el punto de vista macro político este fuero ampliado que propongo, además nos garantiza que legislemos y aprobemos cosas para la guerra, que es una manera de parar el embeleco castrista de La habana, la despreciable y derrotista paz. El Fuero militar debe ser un arma y no una entrega de los héroes. Y digo: ¡un arma a discreción! Que se vaya al demonio leninista el Iván Cepeda con su paz de barbudos. Claro que el Fuero es para la guerra eterna, estable, armoniosa, tan humana ella…
Se tenía que meter el marxismo internacional de la ONG filo comunista llamada ONU a hacer exigencias. Por eso debemos ir mucho más adelante y salirnos de esa vaina infiltrada por el talibanismo. Ayudados por el chileno ese del Vivanco de la tal América Guache, allendista, mirista, terrorista santiaguino.
¡Que nos importan las relaciones internacionales y los compromisos! Para algo somos soberanos, para no mirarnos en el espejo lleno de hongos de los falaces falsos positivos. Ciertos aciertos. Apenas una sentida necesidad estadística de bajas, incluido el grafitero ese de Bogotá. ¿Quién le está pagando el sueldo a Fiscal Montealegre? ¿Nosotros o las Farc? Viejo cacreco.
Claro que el Fuero debe ser retroactivo y sacar de los computadores toda la indeseable memoria de lo hecho. ¿Cómo se les ocurre juzgarlo a uno por vainas hechas hace dos meses? Hay que borrar de los archivos todo. Desde la conveniente muerte del Antonio José de Sucre hasta el último gamincito inmolado en el altar de la patria.
Y si las cosas no evolucionan como deseo, pues siempre nos queda el recurso de que se le deje todo a la pundonorosa Justicia Penal Militar, experta en echar las basuritas debajo del tapete. Exonerar es el principio y el verbo. Para ello va a ser necesario tramitar paralelamente una reforma constitucional que acabe con la Fiscalía General de la Nación, de tal modo que por sustracción de materia todo quede en nuestras manos ¡y qué!
Insisto: el oscuro telón de fondo de todo esto es el horrendo basilisco de 1991, la tal Constitución, que hemos logrado chatarrizar, poco a poco. Hay que fundirla y convertirla en volutas de humo. Ha llegado la hora de darle el golpe definitivo, el puntillazo. Los militares no necesitan de garantías jurídicas sino de garantías totales. Es decir, de capacidad operacional y fuego a discreción. Sin preocuparse si el plomo va en la dirección correcta. Propongo una nueva Constitución, mucho más sucinta que las de nuestros benefactores del Norte, con un artículo único: “Todos los derechos son por y para los dueños. Lo demás es verdura”.
Hay que reformar en la letra menuda la terminología. Por ejemplo la parte esa en la cual se debate si todo “blanco” es legítimo. Claro que todo blanco es legítimo. Los demás son indios.
Hablan de impunidad. Qué más impunidad que la límpida conducta de las propias tropas sea valorada por autoridades civiles. Dejémonos de mentiras y eufemismos. En este país no ha habido nunca, por fortuna, autoridad civil. De hecho lo civil no contiene partícula alguna de autoridad… Lo civil es licencia, despelote, carnaval. La autoridad siempre ha tenido botas.
Que no quieren que justifiquemos las vainas que se hacen, como las chuzaditas inofensivas, las pataditas mal llamadas torturas, las desapariciones… Si esos bichos, como decía Turbay se auto torturan, se auto desaparecen con tal de hacernos quedar mal.
Cómo van a poder en duda el derecho a dar de baja al enemigo cuando este se encuentra dizque “en estado de absoluta indefensión” ¿Qué quieren? ¿Qué los dejemos envalentonarse, que les demos una segueta para que se defiendan de nuestros morteros, que se levanten de la cama? Si no es en indefensión, pues nos ganan la guerra. No existe dentro de nuestra moral ninguna ejecución extrajudicial. Son ajusticiamientos. Cuidadito con el castellano…
La seguridad jurídica de los agentes del Estado, que como lo he planteado debe ir hasta las últimas consecuencias, por encima de leyecitas paternalistas.
Coronel Plazas Vega, ahora que gracias a nuestro bendito Fuero va a salir libre, trépese de nuevo a su tanque, dígale a Plinio Apuleyo que conduzca el Cascabel y empréndala a cañonazos contra le democracia, ¡maestro!