Cuando se acerca las semanas de votación por el Balón de Oro, nadie se acuerda de Ibrahimovic, pero ha sido y sigue siendo uno de los mejores jugadores y más incomprendidos del planeta. Este miércoles enfrentará al Real Madrid con su equipo el PSG.
El fútbol nos acostumbra a ciertas cosas. Nos tenía acostumbrados a que un extremo juega en la banda de su misma lateralidad, a que los laterales son bajitos y rápidos, a que el portero podía ser atlético, pero sobre todo tenía que ser alto.
El fútbol, como todo en la vida, es cambiante. Nada se queda permanentemente en un mismo estado, sino que evoluciona hacia algo distinto. Y sin embargo, se ha perdido un eslabón, una pieza del engranaje se ha salido y ha creado su propio mecanismo, ajeno a lo que antes creaba la máquina a la que pertenecía. Esa pieza está consumiéndose, pero sigue siendo valiosa, preciosa, única. Esa pieza fuera de lo común se llama Zlatan Ibrahimovic.
Zlatan no nació en medio de una guerra para vivir en paz. Es diferente, siempre lo ha sido. El fútbol también nos tenía acostumbrados a que un delantero alto y fuerte era torpe, lento, rígido. El balón a sus pies parece el melón del rugby, imposible de controlar.
Lo de esta especie es la cabeza, con ella se hacen indispensables en sus equipos, sino que se lo digan a Nikola Zigic. Y de repente, entre todos los ineptos de la redonda, apareció un dios todopoderoso, que hacía lo que hacen los eléctricos jugadores de talla corta, los malabaristas del balón, los de pierna suelta en el regate, los de muslo de hierro en los disparos, y por supuesto, lo que hacen las torres. Zlatan lo es todo. Todo en uno, un fenómeno paranormal en el mundo.
Cuando empiezan los debates sobre qué jugadores deben ganar el Balón de Oro siempre surgen Messi y Cristiano, y después uno que haya destacado inusualmente esa temporada, que haya sobresalido sobre el resto y que pueda estar cercano a la altura de esas dos bestias.
Lo normal es que ni siquiera éste se acerque en votos a los favoritos. Este 2015, Messi y Cristiano volverán a copar un ingente porcentaje de votos internacionales. Messi lo ha ganado todo, Cristiano, una Bota de Oro. ¿Por qué casi nadie votará a Ibrahimovic? Lo ha ganado todo en Francia…
Qué injusto puede ser el fútbol con algunos futbolistas. El destino es caprichoso, hasta grosero de vez en cuando. Todos admiramos a Ronaldo Nazário, no tanto como lo hace Ibra, pero lo adoramos. Pero Ronaldo, probablemente el mejor ‘9’ de siempre, dejó este deporte sin haber ganado la Copa de Europa.
Es curioso. Y cruel, porque fichó por el Milan que ganó la Champions en 2007, pero no le cuenta porque ya había jugado Champions con el Madrid y no pudo participar. Ibra va camino de ser como su ídolo, muy a su pesar. Ronaldo lo ganó todo en su vida futbolística, Ibra igual. Todo, menos la Copa de Europa. El fútbol, de nuevo, es desalmado.
Ibra convivió en el último gran Ajax con Litmanen, Chivu, Sneijder, Van der Meyde, Van der Vaart y Nigel de Jong (bueno y por supuesto, con Maxwell, su hermano de otro padre que le ha seguido allí donde ha ido). Pero ese Ajax no era el de una década antes, ni mucho menos el de tres décadas antes.
No podía ganar la Champions. En la Juventus del Calciopoli no estuvo realmente cerca nunca. Los cuartos fue su tope. El Inter se aprovechó y lo pescó. Allí encontró su lugar, pero no en Europa, sólo en Italia. Y cuando se fue Ibra al Barça, el Inter ganó la Copa de Europa eliminando a su equipo. Y cuando se fue al Milan, los azulgranas ganaron también la ‘Orejona’. Su sino es no ganarla nunca.
Tres años como emblema del crecimiento petrolífero del PSG y tres años de decepciones constantes. Cada temporada que pasa, nos queda menos de Ibra. Es un portento físico, pero con 34 años no nos augura muchas más andanzas por delante. Se le está acabando el tiempo.
Ese Barça al que no supo o no se quiso adaptar lo ha echado ya dos veces. En otra, el Chelsea. Las tres en cuartos de final, su tope hasta ahora en Francia. El Real Madrid le espera ahora, ese mismo equipo al que, cuando vestía de azulgrana, le marcó un golazo de esos que solo marca Ibrahimovic. Es un reto mayor, y eso apasiona a Zlatan.