Iglesia católica, ni fu ni fa en la paz

El gobierno nacional, la Alcaldía de Bogotá, sectores sociales y la ciudadanía apoyaron la iniciativa de respaldo al proceso de paz y el homenaje a las víctimas del pasado nueve de abril. Solo un repique de campanas en las parroquias de todo el país fue el aporte de la Iglesia Católica en esta jornada. ¿Qué tan comprometida está la institución con el proceso de paz?

El 9 de abril se conjugaron dos consignas que invitaron a los ciudadanos a movilizarse por las calles de Bogotá: unos marcharon en la capital para respaldar al gobierno en su intento de acabar el conflicto de manera negociada, a través de unos diálogos de paz con la insurgencia; otro, lo hicieron como un homenaje a las víctimas que ha dejado la guerra en nuestro país.

La Marcha Patriótica, un movimiento social y popular con gran arraigo en las regiones y más de un señalamiento como cercano a las Farc, se ‘montó’ desde el inicio de la movilización, e invitó a sus afiliados a llegar a las calles de Bogotá a respaldar el proceso de paz y a hacer una defensa de lo público.

También se sumó a la iniciativa el alcalde Gustavo Petro. A través de una agresiva campaña de publicidad, en la que invirtió más de 240 millones de pesos, el mandatario de los bogotanos invitó a la ciudad a movilizarse para rendirle un homenaje a las víctimas de la violencia, como indica la legislación que ha establecido el 9 de abril como la fecha para honrar la memoria de los que han sufrido el rigor de la guerra.

Finalmente el gobierno nacional, en cabeza de Juan Manuel Santos y su gabinete ministerial, también se unió a la movilización. Santos, junto a los partidos que conforman la Mesa de Unidad Nacional, caminó por la calle 26 para enviar un mensaje de unión frente al proceso de paz que su administración lleva a cabo en Cuba con la guerrilla de las Farc.

La iglesia, otrora actor principal en iniciativas de paz y en acciones humanitarias, se manifestó tímidamente frente a la acción ciudadana del martes anterior. Rubén Salazar, presidente de la Conferencia episcopal, señaló el 4 de abril que las campanas de todas las iglesias del país repicarían a las 12 del día en solidaridad a las víctimas del conflicto. Así fue.

“Invitamos a todos los feligreses, católicos, personas de buena voluntad que tomen conciencia de que hay víctimas en el país que deben ser escuchadas, reparadas y tienen que ser tenidas en cuenta”, señaló Salazar.

Para el padre Leonel Narváez, misionero de La Consolata y presidente de la Fundación para la reconciliación, afirmó que esta manifestación es insuficiente. “La paz es un tema que es profundamente de responsabilidad de la iglesia” afirmó. Además, dijo que “hay cristianos vergonzantes, obispos y sacerdotes vergonzantes que no enfrentamos situaciones como el perdón o el acogimiento a los victimarios”.

La Iglesia afirmó poco después que su participación en la marcha del 9 de abril fue a favor de las víctimas, pero poco tuvo que ver con el apoyo al proceso de paz. Sin embargo, para ellos la paz “no tiene color político, no es de una persona o de la otra, la paz es de la nación, es un derecho y un deber de todos los colombianos”.

Más allá de las declaraciones coyunturales, Narváez afirma que la iglesia debe comprometerse de manera decidida con el hecho de generar una cultura política del perdón y del acogimiento de los victimarios. “Sin cultura política del perdón, la paz queda mal cocinada y se apicha”, señala este sociólogo, que ha tenido experiencia en proceso de paz en otros países del mundo.

La iglesia le ha mandado mensaje a las Farc y al Eln, diciéndoles que “por favor no tengamos más víctimas, no tengamos más violaciones de los derechos humanos, que no sigan creando angustia, muerte y desolación y que no se siga destruyendo al país”. Pero esos mensajes, según Narváez, deben materializarse en “acoger a las victimarios en el seno de la iglesia, como lo han hecho muchos colombianos con los millares de reinsertados que ha dejado el país”.

Las campanas de todas las iglesias repicaron en el país, mientras más de un millón de colombianos caminaba por las calles de Bogotá para enviar el mensaje de que son más los que desean ver a Colombia en paz. La iglesia se suma a la unidad política de la paz, pero las acciones reales de la “rectora de la fe” de los colombianos parece ser, para algunos, vergonzante.