Jesús Abad, el lente de la guerra

Jesús Abad Colorado es un fotoperiodista que por 25 años se ha dedicado a registrar con su lente todas las caras del conflicto armado: la exuberancia, la riqueza natural, las plantas y los animales, pero principalmente a las personas que han perdido todo por causa de la guerra. Al cumplir un cuarto siglo en este oficio, Abad ha recopilado en “Mirar de la vida profunda” todas aquellas fotografías que hacen parte de la violencia armada que por más de medio siglo ha desangrado al país.

Al contrario de lo que se podría pensar “Mirar de la vida profunda” no nació de una coyuntura. Antes de que iniciaran los diálogos de paz que se llevan a cabo entre el gobierno y las Farc en La Habana; desde el 2002 en la mente de este fotoperiodista ya estaba sacar una publicación en la que recopilara todo su trabajo.

Los principales protagonistas de su obra son personas afectadas por la violencia armada; ni los armados ni los políticos hacen parte de esta publicación, pero Abad sí advierte que este trabajo va dirigido a la sociedad y especialmente a los dirigentes de este país para generar en ellos una  reflexión sobre lo que ha pasado.

Deja claro que el conflicto que perdura hasta la fecha se pudo haber resuelto hace muchos años, y que la responsabilidad no solo la tiene la insurgencia, sino la clase política; e insiste en que la situación de Colombia no llegó al límite solo por acción de los grupos armados, sino de los dirigentes gubernamentales, quienes permitieron que la situación llegara al extremo. “Aquí ha habido personas interesadas en la guerra, la guerra deja réditos económicos”, afirma el reportero gráfico.

Aunque Abad es profesional en comunicación social y periodismo de la Universidad de Antioquia, encontró en la fotografía la forma y el camino para narrar la historia del país y la guerra, situaciones que no son ajenas a él.

En 1960 en San Carlos, Antioquia, grupos armados ilegales entraron a su casa y asesinaron a su abuelo y a su tío; tres meses después su abuela murió de pena moral, y el resto de la familia fue desplazada. Estos hechos formaron en él la sumatoria de miradas y sentimientos para su futuro desempeño como fotógrafo. Agradece a su entorno que, aún siendo víctima del conflicto, no le enseñaron la venganza o el odio, y los valores que han primado en su carrera profesional y privada son la solidaridad y el respeto.

A blanco y negro

La memoria, la ética y el respeto son tres palabras que dan razón del por qué la mayoría de las fotografías de Jesús Abad Colorado están a blanco y negro. “La escala de grises en una imagen es una forma respetuosa a la hora de hablar del conflicto”, sentencia el fotógrafo.

“Un día entré a una sala de exposición en Perú y habían unas fotografías a color de una masacre: eran pavorosas. Se veía no solo la sangre sino las viseras de las personas. Antes que entrara vi a un papá diciéndole a su hijo que no viera eso. Si hubieran sido en blanco y negro también habría sido muy fuerte, pero el hecho que estuviera el color creo que agredía mucho más. Para mí el color en situaciones de violencia agrede mi alma, agrede mis ojos”.

Si Abad utiliza color en alguna de sus fotos ésta debe estar hablando de la diversidad, de la belleza de los rostros, de la naturaleza. Por ejemplo, cuando tuvo la opción de dejar a color esa imagen en la  que una mariposa se posa sobre una canana de balas; para él, allí se representó la fragilidad y  la belleza en medio de la guerra.

Su trabajo no solo se caracteriza por llevar en su portafolio imágenes a blanco y negro. Muchas veces luego de cubrir una masacre o un desplazamiento al pasar meses o años vuelve al lugar. Comenta  que es la parte más bonita del trabajo porque allí se encuentra con el otro para compartir la palabra o para dar un abrazo, pero también con el objetivo de que las personas entiendan que el fotógrafo o el periodista no solo llegó hacer una fotografía con el ánimo de publicar una noticia en un periódico o en un revista y ya.

“En ocasiones se utiliza la palabra o la fotografía para dársela a los armados o a los gobernantes y no para darle voz a las víctimas. Se preocupan por ideologizar el ejercicio para ponerlo al servicio de un extremo de un poder político o militar. Cuando se hace esto la gente pierde la confianza en el periodista y nosotros tenemos un compromiso con la gente y principalmente con las personas que lo han perdido todo”, afirma Abad.

El oficio como transformación

Su voz se quiebra, su respiración se agita, sus palabras se cruzan, sus ojos se aguan cuando habla de las historias detrás de las fotos. Para Jesús la frase “una imagen  vale más que mil palabras” no es válida, pues reconoce que aunque sus fotos pueden transmitir algo, esa connotación no es tan profunda si se cuenta la historia de aquella foto.

Al preguntarle cuál de los tantos hechos violentos en los que ha estado presente le han marcado, responde con contundencia que, aunque son muchos, no puede poner uno sobre otro por el número de muertos. Incluso cuenta que esas historias que han retumbado en su ser, no las ha podido fotografiar; “he querido muchas veces hacer fotografías y no he podido hacerlas por respeto; muchas veces he tenido  que bajar la cámara”, expresa Abad.

Señala que puede hablar del Chocó, del Cauca, del Oriente Antioqueño, sin embargo advierte que siempre se ha planteado que más que ver el rostro de los muertos es ver el rostro de los vivos, porque ahí está la verdadera tragedia, pero sobre todo la esperanza que mantiene a la gente.

“A mí me sorprende mucho la capacidad de resistencia que tiene la gente nuestra. Es que muchas veces la gente vuelve a sembrar en donde recogieron a sus muertos”. Y continúa: “Puedo poner el ejemplo de San José de Apartadó. Le pregunto a las personas que se encuentran en esas montañas del Urabá Antioqueño frente al tema de la reparación y de lo que está pasando en el país y me dicen:

—Mire lo único que nosotros queremos, sabiendo que hemos perdido familia y las tierras, es vivir  en paz; lo único queremos es que nos dejen en la tierra, lo único que queremos es cultivar nuestra tierra y no desplazarnos a la ciudad”.

Ser reportero gráfico durante 25 años ha tenido un gran impacto en su vida, Abad manifiesta que el oficio lo ha vuelto más sensible y frágil.

“A veces la gente me pregunta que si después de ver tantas cosas no se vuelve el corazón duro y yo les tengo que decir todo lo contrario: les digo que cada vez soy más frágil y no lo hablo solo por mis ojos o por el corazón, lo digo porque aprendí a ver con el ojo izquierdo pues este está cerca al corazón. Aprendí a ver la vida en su conjunto, por eso en “Mirar de la vida profunda” no solo se van a encontrar con el dolor de las tragedias, sino con los rostros a los que les han pisoteado la dignidad”.

@Direneu