En una carta consignada por Semana, el vicepresidente financiero de InterBolsa pide perdón por el escándalo desatado por la compañía y reconoce que se estrelló de frente con la realidad.
Es el primero del grupo financiero que ofrece una disculpa pública por los hechos ocurridos el año pasado. Jorge Arabia Watemberg, vicepresidente financiero de InterBolsa, admite sus errores, pide perdón al país y explica que fue un ser “despreciable” hasta que la vida se encargó de darle una dosis de realidad.
Su destape abre el debate sobre la conveniencia de que grandes figuras de la compañía manifiesten su arrepentimiento por haber participado de uno de los escándalos financieros más grandes de la historia del país.
“Para mí era suficiente ganar muy buena plata, darme los lujos que quería, saber que todo el mundo hablaba bien de mí y que yo era un ser privilegiado por todas estas cosas. Mi vida solo tenía un sentido y era seguir cosechando triunfos materiales para tener riqueza y hacer lo que me diera la gana”, enuncia Arabia, quien a pesar de que no tuvo relación directa en el área de operaciones y riesgos de InterBolsa, ahora es ficha clave de la investigación de la Fiscalía pues fue testigo de las irregularidades que acontecieron en la empresa.
Arabia asegura que su colaboración con las autoridades responde a un objetivo de recuperar buena parte de los recursos comprometidos y concretar que este tipo de escándalos no se vuelva a registrar.
“Pido perdón por haber sido parte de esta debacle, por haber contribuido al sufrimiento de muchas personas que confiaron en mí, por haber puesto el bienestar material por encima del bienestar familiar, espiritual y de la comunidad. ¡Qué equivocado y descarriado estaba! ¡Qué mal ejemplo le he dado a mucha gente!”, indica.
En seguida admite que se estrelló de frente con la realidad, que entendió que la arrogancia, la ambición y la codicia fueron sus peores enemigos.
“A medida que la firma crecía, también crecía mi arrogancia y mi ambición. Ahora sí cada vez más mis prioridades eran más riqueza y más poder. Mi familia y mi esposa cada vez estaban más lejos. Me pasaba el tiempo con personas que también estaban enceguecidas por la plata y el poder. Solo sentía felicidad cuando los resultados de la compañía eran buenos y me ganaba un aumento de sueldo o una bonificación y cuando sabía que tenía acceso a cualquier persona que manejara el poder en Colombia”.
Luego añade que “hoy miro atrás y siento que es merecido y, que sin embargo, todo este sufrimiento me ha hecho una mejor persona. Ya sé cuáles son las prioridades de mi vida”
Asimismo, invita a los jóvenes empresarios a “redefinir sus principios de vida donde la humildad, la honestidad y la generosidad sean de verdad la fuerza impulsora de sus vidas”.