La economía del Metropolitano

El fútbol es un deporte que mueve millones de dólares en todo el mundo. En Colombia, jugadores como Falcao, James y la gran mayoría de los convocados por Pékerman, son estrellas millonarias del fútbol europeo. Por eso en Barranquilla, cada vez que juega la selección, su economía se dispara y la ciudad es objeto de una bonanza atípica. Los que mejor la aprovechan son los vendedores informales de alrededor del Metropolitano.

Desde tempranas horas, varios vendedores preparan toda su mercancía para recibir miles de espectadores que se acercan a ver a la selección Colombia. El presente de los jugadores nacionales por todo el mundo ha hecho que varios productos típicos del primer escenario de los barranquilleros se vendieran igual que en la época de los noventa, cuando los futbolistas colombianos eran centro de atención por sus folclóricos peinados y su ‘toque-toque’.

Llegando por la Circunvalar, vía que colinda con el estadio, varios puesto ofrecen trompetas, estridentes vuvuzelas, gorros, cachuchas y camisetas de la tricolor. Los objetos sonoros oscilan entre los 6 y 10 mil pesos; las gorras y sombreros entre 12 y 14. De la misma manera, pequeños carros de hojalata se ubican por los alrededores con la comida típica de la costa atlántica: pinchos de butifarra, chorizos y demás fritos esperan por comensales de todas partes del mundo. Todo por 2 mil pesos.

Gracias al caluroso clima, la venta de cerveza es permitida dentro y en las inmediaciones del escenario deportivo. Afuera, el sonido de un pequeño madero golpeando una típica nevera de icopor, anuncia la cercanía de un vendedor. El valor del agua es de 500 pesos en bolsa y 2 mil en botella; mientras que la cerveza -la que más se vende-, tiene un precio de 2 mil quinientos.

Muchas de las personas que empezaron a poner sus puestos alrededor del estadio, iniciaron en esta labor por falta de oportunidades de trabajo. Algunos, desesperados por no conseguir nada en el oficio que siempre han realizado, se dedicaron a vender lo que esté de moda o, en su defecto, lo que el “Metro diga”: afiches de algún famoso artista, sillas para eventos religiosos, pelucas del cantante del momento, etc.

No cabe duda que cada vez que los de Pékerman llegan a Barranquilla, sus ventas se disparan. El fútbol, fenómeno cultural que representa las clases populares como ningún otro, es el ingrediente perfecto para que estos vendedores informales hagan su ‘agosto’ de la mano de los millonarios de la selección.