La periodista Celia Maza asistió a conferencias cerradas a la prensa, leyó libros, visito terapeutas e intentó entender por qué en Reino Unido las clínicas para curar la homosexualidad no enfrentan ningún impedimento legal.
(Este reportaje es la segunda parte de ‘Así me ‘curaron’ del lesbianismo’, publicado ayer sábado en El Confidencial)
Llega el mes de abril. Mientras en Estados Unidos el presidente Barack Obama pide poner fin a las terapias de conversión para gays, en Londres se convocan dos conferencias para promover los méritos de este tipo de tratamientos.
El 14 de abril, Core Issues Trust y Christian Concern organizan Transformación Potencial. Durante semanas, el evento protagoniza grandes titulares y críticas por parte de la prensa. Los rotativos aseguran que los propios clérigos tachan de “cobardes” a los líderes de la Iglesia de Inglaterra por no manifestarse al respecto.
Un portavoz de la Institución matiza: “Nosotros organizamos conversaciones centradas en la Biblia y la sexualidad para que las personas con diferentes puntos de vista sean capaces de escuchar a los demás con mayor precisión. Esta conferencia, que no está patrocinada u organizada por la Iglesia de Inglaterra, no es parte de este programa”.
Por su parte, el colectivo gay muestra su “gran preocupación” ante este tipo de eventos. Tras recoger 13.000 firmas, logra que se cancele uno similar convocado para la semana siguiente en Marylebone. Se trataba del congreso Santa Sexualidad, organizado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
‘No al sexo anal’
Tras pagar 25 libras (casi 35 euros), asisto como oyente a Transformación Potencial. La cita es en Emmanuel Centre. El emblemático edificio está situado a escasos metros del Parlamento, donde en julio de 2013 se aprobó la ley de los matrimonios homosexuales para Inglaterra y Gales.
Al inicio de la conferencia, se rezan varias oraciones. Algunos de los participantes están tan entregados a la causa que levantan las manos para agradecer a Dios “la luz que ha puesto en su camino”.
Entre el público, hay gente de todo tipo. Llama también la atención la gran cantidad de jóvenes, muchos de ellos, voluntarios de las organizaciones que han preparado el evento. En las mesas colocadas junto a la pared, se encuentran varios carteles en contra de las bodas gays y la mención de la homosexualidad en las aulas. Los posters dicen explícitamente: “No al sexo anal”.
Entre los libros destaca Strained Relations. The Challenge of Homosexuality. En el Capítulo 5 .Una vez homosexual, ¿para siempre homosexual?-, su autor, Bill Muehlenberg, explica: “La causa de la orientación homosexual está lejos de ser entendida y parece ser multifactorial. Es evidente que factores sociales, psicológicos y culturales están involucrados, así como la promoción agresiva de la homosexualidad. Y en este sentido, se puede comparar con el alcoholismo”.
Tras una pequeña introducción por parte del moderador, se pide a los medios de comunicación que abandonen la sala. Es entonces cuando empiezan a hablar los invitados. Uno de los ponentes más importantes es el americano Andrew Comiskey, quien se define a sí mismo como “ex gay”. Su organización, Living Waters, tiene la oficina principal en Kansas City, (EE UU), pero ya cuenta con sede en Londres. Según su página web, en los últimos años han participado en conferencias en Inglaterra, Escocia e Irlanda. “Mírenme, soy terapeuta y no voy por ahí atacando a la gente”. El comentario desata la carcajada cómplice del público.
Para Comiskey, que ahora está casado con una mujer, la homosexualidad no es una enfermedad, pero al describir su propia experiencia relata: “Lo que descubrí de mi atracción sexual (por hombres) fue que era un síntoma aún sin resolver de mi identificación con mi propio género”. Cada uno de sus argumentos termina con un “amén”, que repite toda la sala.
El americano explica que, en su caso, la terapia ha logrado eliminar “gran parte de sus inclinaciones homosexuales”. Aunque reconoce que algunas aún permanecen. “Creo que a este lado del cielo, todos somos defectuosos y si aún queda alguna inclinación, asumo que es un aspecto de mi imperfecta humanidad, lo acepto. Creo que la debilidad es una cosa y pecar es otra”, recalca.
“La terapia puede ayudar a jóvenes que tratan de averiguar cuáles son sus opciones. Tienen derecho a saber que hay más opciones que las que dicen “si has nacido así, debes aceptarlo”, añade.
Durante los descansos, interactúo con la gente. Pero mis intentos por saber qué opinión tienen sobre Exodus son infructuosos. Tan sólo caras de decepción y algún “mejor ni hablarlo, no merece la pena”. En 2013, el cierre de la conocida organización americana fue todo un bombazo. Su presidente, Alan Chambers, que había escrito un libro sobre su pasado homosexual y estaba casado con una mujer, pidió perdón a la comunidad LGBT por el “daño” causado y confesó que nunca había conocido a nadie que hubiera cambiado con éxito su propia orientación sexual.
Transformación prohibida
El 15 de septiembre de 1973, los quince miembros del Consejo de Administración de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría votaron, por mayoría, retirar a la homosexualidad el estatus de enfermedad.
La decisión se reflejó en la siguiente edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), referencia imprescindible para los psiquiatras de todo el mundo.
En el Reino Unido, sin embargo, conferencias como Transformación Potencial no están prohibidas. Y según Michael King, del Colegio de Psiquiatría -organismo regulador-, el gobierno es “sabio” en tomar esta postura. “Hay un montón de terapias raras para todo tipo de cosas, pero no las prohibimos, advertimos en contra de ellas”, señala. “Creo que es mejor exponerlas y decir que cualquier terapeuta respetado no llevaría a cabo estos tratamientos porque son perjudiciales”, explica.
El médico se muestra completamente contrario a la teoría que defiende que “la orientación sexual se puede cambiar y por eso la gente necesita terapia”. “Simplemente no hay evidencia de que eso sea cierto”, matiza.
– ¿Valeria?, soy Marta
– Hola Marta, me alegro de que finalmente me hayas llamado.
Valeria es una de las terapeutas que conocí en la conferencia Transformación Potencial. Hablamos de mi caso y quedamos en vernos. Nuestro primer contacto es telefónico. Me explica que las sesiones son 45 libras por hora (alrededor de 62 euros), ya sean en persona, por Skype o por llamada telefónica.
Me manda por email un acuerdo de confidencialidad y lo primero que me llama la atención es que pertenece a la Asociación de Terapeutas Cristianos, una de las organizaciones que en enero firma el memorando donde se advierte de que este tipo de tratamientos son “potencialmente dañinos y poco éticos”.
– Valeria me gustaría que las sesiones se realizaran desde un punto más científico que religioso. He perdido la fe. ¿Crees que aún así es posible cambiar?
– (Silencio) Sin fe, lo veo complicado…
– ¿Es posible cambiar mi atracción por las mujeres?
– Algunos sentimientos nunca desaparecerán. Quizá pueda quedar alguna tentación, pero es posible que éstas ya no te afecten. Además, todo el mundo puede ser tentado. Hasta Jesús fue tentado.
– ¿Dices que no hay garantías de que todos los sentimientos desaparezcan? Valeria no quiero ser una mujer reprimida, eso no va a darme la felicidad.
– En uno de mis estudios, entrevisté a 100 personas que habían tenido relaciones homosexuales. Y algunas de ellas ya no tienen sentimientos homosexuales.
– No sé si estoy segura de estar haciendo lo correcto. A veces siento que atento contra mi propio cuerpo.
– No puedes cambiar tu biología, pero la cuestión aquí es que no sabemos aún cuál es tu verdadera biología. Quizá al estar en un país extranjero has querido explorar otras cosas.
– Siempre me he sentido atraída por mujeres. No considero que haya explorado.
– La sexualidad es compleja. Hay muchas cosas que hablar.
‘Gay healing’
Tras mi conversación con Valeria, contacto con la Asociación Británica de Asesoramiento y Psicoterapia (BACP). La organización que regula el trabajo de los terapeutas firmó también el memorando de enero donde se advierte de los daños de estos tratamientos ‘gays curativos’.
“Nosotros condenamos este tipo de terapias y nos aseguramos de que nuestros 42.000 miembros en todo Reino Unido trabajan dentro de un marco ético. Pero, lógicamente, no podemos hacernos responsables de todo aquel que se hace llamar terapeuta”, responde un portavoz.
“¿Quién puede ser terapeuta?”, pregunto.
“Para ser miembro de la asociación se deben cumplir unos requisitos. Como haber completado con éxito un mínimo de 100 horas de sesiones supervisadas. Pero es cierto que, a nivel nacional, no existe un título o una regulación y somos conscientes de que eso es un problema”, matiza.
“¿Eso significa que cualquier persona puede llamarse a sí misma terapeuta y pasar su propia consulta?”, pregunto.
La respuesta es: “… básicamente sí”.
En 2009, el periodista y activista de los derechos homosexuales Patrick Strudwick se sometió a una terapia de conversión de incógnito. En su caso, la psicoterapeuta que lo trató le preguntó si habían abusado sexualmente de él cuando era niño. Cuando él respondió “no”, ella insistió en que estaba equivocado y “rezó a Dios para traer esos recuerdos a la superficie”.
“En otras palabras -explica Strudwick- un terapeuta, que está con una persona potencialmente muy vulnerable, sugiere que un miembro de su familia ha abusado sexualmente de él”.
En 2012, tras dos años de batallas legales, Lesley Pilkington se convirtió en la primera psicoterapeuta expulsada de la BACP por tratar de convertir a un cliente gay en heterosexual. Intento averiguar si, desde entonces, ha habido más casos como este. Pero desde la asociación señalan que no pueden dar este tipo de información “por cuestiones de privacidad”.
Aquí se acaba mi investigación. Impacta que, en siglo XXI, mucha gente que se hace llamar a sí misma terapeuta oriente a personas -por lo general, deprimidas y vulnerables- para que modifiquen aquello que es imposible cambiar.
De todos modos, el propósito de este reportaje era seguir, de alguna manera, la estrategia de las autoridades. El Gobierno británico no prohíbe estas terapias. Prefiere exponerlas para que los profesionales respetados comprueben, por ellos mismos, su contenido y sus efectos. Esta corresponsal ha expuesto cómo es este mundo desde dentro. Ahora es el lector quien debe sacar sus propias conclusiones.