La Justicia de Rusia condenó a dos años de prisión por “gamberrismo motivado por odio religioso” a tres integrantes del grupo punk Pussy Riot.
Las tres jóvenes no se reconocieron culpables, insistieron en calificar su acción de “expresión política en forma artística” y escucharon la sentencia con serenidad e incluso sonrisas.
La líder del grupo y estudiante de quinto año de Filosofía, Nadezhda Tolokónnikova, lucía una camiseta con la inscripción en español “No pasarán”.
La acusación había pedido tres años de prisión para Nadezhda Tolokónnikova, Yekaterina Samutsévich y María Aliójina, encarceladas desde marzo.
La sentencia fue dictada por la jueza Marina Syrova, quien precisó que ésta puede ser recurrida en un plazo de diez días.
Aunque admitió la existencia de atenuantes, como la falta de antecedentes penales, la jueza insistió en que “la corrección de las condenadas sólo es posible en condiciones de privación efectiva de libertad”.
La escandalosa actuación y el polémico proceso judicial de las Pussy Riot desataron en Rusia la polémica y pocas dudas del carácter político de ambos.
“Es una seria advertencia a quienes gustan de este tipo de provocaciones”, comentó acerca de la sentencia Alexéi Chesnokov, subsecretario del partido gobernante Rusia Unida.
El dirigente opositor y ex campeón mundial de ajedrez Garri Kaspárov dijo que el juicio de las Pussy Riot es un “ajuste de cuentas medieval e inquisitorio”.
Otro político opositor, Vladímir Ryzhkov, no dudó en indicar a Putin como autor de ese “ajuste”. “En casos de semejante relevancia las decisiones las toma Putin en persona”, declaró Rizhkov. A juicio del delegado para los Derechos Humanos, Vladímir Lukin, “la condena es injusta”. “Este grupo no ha cometido delito, solo una falta grave. He considerado y considero que no puede haber sanción penal, solo administrativa”, afirmó.
Más de un millar de simpatizantes y también de militantes ortodoxos se congregaron a las puertas del juzgado moscovita Jamóvnicheski, en medio de un impresionante despliegue de periodistas y policías.
Mientras tenía lugar la lectura de la sentencia, más de una veintena de activistas opositores fueron detenidos, entre ellos Kaspárov, el líder del Frente de Izquierda, Serguéi Udaltsov, y el bloguero Alexéi Navalni.
Las Pussy Riot se dieron a conocer el 21 de febrero pasado cuando cinco de sus integrantes irrumpieron encapuchadas en una zona restringida del altar de la catedral de Cristo Redentor en Moscú, el principal templo ortodoxo del país.
Una vez allí, las mujeres se desprendieron de varias de sus prendas y comenzaron a tocar la guitarra eléctrica, a cantar y a bailar en ropa interior.
“Madre de Dios, echa a Putin”, decía la canción, cuyo vídeo fue difundido en internet y en la que se acusaba al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, de creer en el presidente de Rusia y no en Dios.
Tres de las integrantes del grupo fueron detenidas días después, mientras que las otras dos participantes en la acción no pudieron ser identificadas.
Más tarde, Samutsévich declaró en una entrevista que si en la catedral hubieran cantado “Madre de Dios, protege a Putin” en vez de “Madre de Dios, echa a Putin” no habrían sido enjuiciadas.
El juicio a las Pussy Riot ha levantado una campaña internacional en favor de su libertad a la que se han sumado figuras del mundo musical de la talla de Paul McCartney, Sting, Madonna o Björk y bandas como Red Hot Chili Peppers.
“Estamos felices de que, sin quererlo, nos hayamos convertido en el epicentro de un gran acontecimiento político en el que se han involucrado fuerzas tan diversas”, dijo Tolokónnikova al bisemanario opositor “Nóvaya Gazeta”.
Al preguntarle si en caso de ser condenadas solicitarían un indulto al presidente ruso contestó: “¿A Putin? ¿Es broma? Por supuesto que no lo haremos. Es él quien debe pedirnos indulto a todos nosotros”.