En un auditorio abarrotado y con filas que superaban las puertas de la Feria del Libro de Bogotá, el premio Nobel Mario Vargas Llosa participó en un conversatorio sobre su obra con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
“Si tuviera que definirme, lo haría como dijo Gustave Flaubert: ‘Escribir es una manera de vivir’ y yo, en un momento dado, comencé a vivir de esa manera. La literatura es inseparable de lo que soy”, dijo Mario Vargas Llosa durante su intervención en el conversatorio de la Feria del Libro de Bogotá con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
En un auditorio totalmente abarrotado y con la presencia de todos los medios del país, el premio Nobel peruano habló sobre su obra y recordó cómo se gestó La ciudad y los perros, Conversaciones con la catedral, Pantaleón y las visitadoras, La casa verde, La guerra del fin del mundo e Historia de Mayta, pero además relató cómo nació su vocación literaria y de dónde surgió su pasión por la libertad.
“La escritura como rebeldía viene de la experiencia que tuve con mi padre: cuando viví con él me impuso su autoridad y me metió en el colegio militar Leoncio Prado. Allá me volví escritor profesional cuando comencé a hacer las cartas de amor de los enamorados y practiqué una literatura erótica y cobraba por ello. De la imposición paterna y de ese ambiente, contrario a lo que querían, nació mi vocación de escritor y mi defensa de la libertad”, explicó al público, que lo siguió atentamente durante su intervención de casi dos horas.
Vargas Llosa confesó su gusto por el melodrama y la satisfacción de su riesgo cuando decidió incursionar en el humor, y añadió que la literatura ha sido siempre su “vocación y mis mayores alegrías han sido mis libros”.
Con respecto al boom latinoamericano, recordó las dificultades que tuvo para encontrar un editor y cómo en Europa, más específicamente en París, fue que llegó a descubrir los libros de los autores del continente americano, desde las obras de Alejo Carpentier hasta la primera novela que leyó de Gabriel García Márquez . “Se trataba de una edición francesa de El coronel no tiene quien le escriba. La leí en francés. Luego descubrimos que éramos parte de una comunidad, a la que, además de la lengua y la historia, nos unía una literatura compleja y maravillosa. Nunca imaginamos lo que llegaría a ser”, dijo.