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La paz en construcción


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Los progresistas se han preciado de ser una fuerza política fuerte y activa en Bogotá, el espaldarazo dado a la campaña presidencial de Juan Manuel Santos de cara a la segunda vuelta presidencial y la jornada electoral del próximo 15 de junio servirán para medir qué tan fuerte es hoy, electoralmente, el alcalde Petro en la capital. El lanzamiento del Frente Amplio por la Paz dejó claro que la izquierda está con Santos. Crónica

El 5 de junio en las horas de la tarde, el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada bullía de actividad. En pocas horas llegarían cerca de tres mil invitados al lanzamiento del Frente Amplio por la Paz. Varias personas que estuvieron de cabeza en la administración de la Bogotá Humana de Gustavo Petro estaban encargadas de la logística del evento. Las razones para realizarlo pueden ser tantas como quieran señalar los voceros de cada organización pero coinciden en una: atajar al uribismo en la próxima jornada electoral.

Cuando el presidente-candidato Juan Manuel Santos perdió la primera vuelta presidencial, la preocupación de un eventual triunfo del uribismo, en cabeza de Óscar Iván Zuluaga, este 15 de junio en segunda vuelta, prendió las alarmas en los partidos y movimientos políticos de centro y de izquierda.

Fue así como se propuso la constitución de un Frente Amplio por la Paz. Este frente, que reúne las más variadas expresiones de la izquierda y el centro, “verdaderamente democrático” como lo definió el senador polista Iván Cepeda, tiene unos antecedentes prácticos que se remontan a tres semanas.

Bogotá no podía ser ajena a la contienda presidencial y fue así como el progresismo encabezado por el alcalde Gustavo Petro mostró su apoyo a la candidatura de Juan Manuel Santos.

El primer paso en ese sentido y que desconcertó a muchos de sus seguidores fue un acuerdo programático con el Partido Liberal, que junto al Partido de la U son los principales miembros de la Unidad Nacional. Este primer paso contó con el compromiso del círculo más cercano al alcalde Petro, entre los cuales se pueden contar figuras vitales para el progresismo como el exsecretario de Gobierno Guillermo Alfonso Jaramillo.

El hecho de que el 25 de mayo Santos perdiera la primera vuelta por un 4%, cerca de 500 mil votos, hizo que se realinearan las fuerzas políticas colombianas. Fue así como Petro decidió sacrificar a dos de sus secretarios más cercanos, Aldo Cadena, Secretario de Salud y Jorge Rojas Secretario de Integración Social, y al director del Idipron José Miguel Sánchez, para que conformaran ese frente amplio.

A pesar de que no hay una coordinación conjunta por parte de los progresistas y los miembros de la Unidad Nacional, sí existen coincidencias asombrosas en los métodos que ambos están utilizando para impulsar la candidatura del presidente-candidato por cuenta de esa adhesión a la campaña reeleccionista.

David Luna, quien fuera Alto Consejero para las Regiones del gobierno Santos y que renunció para sumarse a la campaña, asegura que la estrategia del santismo en Bogotá es repartirse la ciudad en localidades. Es así como cada uno de los “empujadores”, como los llama Luna, tiene un equipo de voluntarios que se encargan de hacer la campaña en las calles. Luna cuenta con 60 que tienen la tarea de repartir miles de volantes financiados con su propio dinero y, además, deben organizar, junto a los grupos de trabajo de Juan Manuel Galán y Clara López, el día electoral en las localidades de Chapinero y Usaquén.

La labor de este exviceministro de trabajo muestra la manera en que la dinámica interna ha ido tomando un ritmo y un rumbo propios; su sede está llena de personas que no sobrepasan los treinta años, alistando el material de campaña para salir a Suba desde una casa esquinera en Chapinero Alto.

A casi 30 cuadras de distancia, hacia el sur, en la sede de Progresistas, una vieja casa del barrio Palermo, las fuerzas del “petrismo de la Bogotá Humana” se preparan con mariposas amarillas en las que se lee “Por la Paz voto por Santos”, la consigna con la que se identificarán quienes apoyan al Frente Amplio por la Paz y asistirán al lanzamiento de esa iniciativa.

Corriendo y coordinando muchos de esos esfuerzos, se encuentra una de las personas a las que el alcalde Petro encomendó la tarea de trabajar por la campaña reeleccionista de Santos en Bogotá; José Miguel Sánchez.

Tal vez por su vocación de servicio y su trabajo con jóvenes o tal vez porque tiene claro, como el que más dado su paso por el M-19, que la paz exige “gastar el capital político que se tenga”, Sánchez fue encomendado a una tarea que no es nada fácil y que puede dar al traste con la imagen del progresismo en muchos sectores.

Los esfuerzos para difundir el mensaje de apoyo al proceso de paz de La Habana que adelanta el gobierno Santos con las Farc, incluyen tres millones de periódicos, pagados del bolsillo de los funcionarios y exfuncionarios que consideraron realizar el gasto. Un periódico simple en el que utilizan la imagen de Petro, seguida de las imágenes de Ordóñez y Zuluaga, como enemigos a derrotar, y cerrado por la icónica fotografía en la que el presidente-candidato Juan Manuel Santos y el alcalde mayor de Bogotá Gustavo Petro siembran una palma en el marco del Día Nacional de las Víctimas, el 9 de abril de 2013.

Ese gesto podría considerar,se como el primer paso para ese acercamiento entre la derecha y la izquierda moderadas, acercamiento que se rompió el pasado mes de marzo por cuenta de la destitución del alcalde de Bogotá debido a una decisión del procurador general Alejandro Ordóñez, ejecutoriada por el mismo Santos.

Sánchez considera que este respaldo a la campaña de Santos es un voto de confianza en la paz del país y un gesto de reconciliación entre dos fuerzas políticas que hasta hace pocos meses eran antagónicas, una manera de frenar la constitución de un “tercer embrujo autoritario en Colombia”. Esa confluencia de intereses y de políticas comenzó el mismo día en que Sánchez, Rojas y Cadena anunciaron su renuncia.

Esa misma tarde se reunieron con el expresidente César Gaviria, quien está encargado de coordinar la campaña reeleccionista, y el presidente-candidato. Sánchez quien como director del Idipron se opuso tajantemente al reclutamiento del ejército en las famosas batidas, prohibidas por la Corte Constitucional, le hizo una sola propuesta a la campaña santista, una propuesta recogida en las calles de los barrios en los que Sánchez trabaja con jóvenes: terminar el servicio militar obligatorio. La respuesta del Presidente Santos fue positiva, le pidió unos días para pensarlo y luego, por intermedio de Gaviria, le dijo que lo haría. Unos días después el presidente-candidato anunció que al firmarse el acuerdo de terminación del conflicto con las Farc se terminaría con el servicio militar obligatorio.

Este gesto, Sánchez no solo lo ve como un triunfo de los jóvenes bogotanos, lo ve como un gesto de buena voluntad y de compromiso por parte del presidente para con el progresismo. Sin embargo, eso solo sucederá de llegar a feliz término el proceso de paz de La Habana. Además considera que de no lograrse firmar la paz con el grupo guerrillero y de triunfar el uribismo en la figura de Óscar Iván Zuluaga, el frente amplio por la paz se convertiría en un frente de resistencia contra el fascismo.

Mientras los grupos de trabajo siguen alistando la logística del traslado de los prendedores-mariposas, pendones, periódicos y demás elementos de trabajo al Centro de Convenciones, Sánchez recibe un mensaje en el que le dicen que el mismo presidente Santos hará acto de presencia en el evento (algo que más tarde se sabrá que era un rumor).

Bordeando las cuatro de la tarde, Sánchez acompañado de un grupo de jóvenes, esos que adelantan el “plan manzana” en el que entregan el periódico y argumentos en cada manzana de Bogotá, hace su aparición en el auditorio aún vacío. Hay unos cuantos pendones con la imagen de Gustavo Petro (deberían ser más pero los recursos no fueron suficientes y solo pudieron tener listos la mitad de los esperados).

A las cinco en punto se abren las puertas del Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada para que empiecen a entrar los asistentes al lanzamiento del Frente Amplio por la Paz. La celeridad para entrar y conseguir una buena ubicación por parte de quienes apoyan a los distintos movimientos integrados al frente, contrastaba con la calma con la que quienes compondrían la mesa directiva charlaban en el vestíbulo del lugar.

El congresista liberal Guillermo Rivera intercambiaba ideas con el exsecretario de gobierno Guillermo Alfonso Jaramillo; Juan Pablo Morris, exmiembro de la Junta Directiva de la ETB, saludaba a la parlamentaria andina Gloria Florez y al exprecandidato presidencial del Partido Verde John Sudarsky; un escenario en el que el apoyo al presidente Santos no era algo que se expresara a viva voz.

No obstante, José Miguel Sánchez es enfático en afirmar que el apoyo a Santos es el apoyo a la paz de Colombia y que se debe hacer sin escrúpulos. Un ejemplo de ello es la UP, grupo político que sabe los costos de la guerra por cuenta del exterminio de cerca de 5 mil de sus militantes pero que no ha tenido reparos en declarar su apoyo frontal a la candidatura presidencial de Santos, biscando el fin del conflicto armado colombiano.

Durante una hora el auditorio empieza a llenarse y es cuando se empieza a invitar a los miembros de la mesa directiva. Representantes de la Alianza Verde, del progresismo, del Polo Democrátrico, de la ONIC, de los colectivos de Hip-Hop de Bogotá, del liberalismo (entre los cuales estaba el exministro de trabajo Rafael Pardo quien fuera nombrado alcalde encargado de Bogotá después de la destitución de Petro), entre otros. Una suma de fuerzas políticas que en otras circunstancias habría sido impensable ver juntas y trabajando por un mismo propósito.

A pesar del clima de unidad no todos estaban de acuerdo con lo que se estaba haciendo; un miembro de la Cumbre Agraria, que prefirió reservar su nombre, comentaba que ese frente amplio es necesario pero que el apoyo electoral es algo inconveniente y que puede llegar a parecer oportunista.

Quienes hablaron en el micrófono terminaron sus intervenciones señalando la necesidad de apoyar a Santos porque, como lo dijo la exsenadora Piedad Córdoba, esas fuerzas ahí reunidas “ya no eran más víctimas, sino la esperanza del país”.

El evento se extendió por casi tres horas en las que la izquierda y el centro político colombiano se unieron, paradójicamente, para apoyar una candidatura que puede considerarse de derecha. Un gesto de unión motivado por el anhelo de paz en el país pero acelerado por el miedo a que los señalamientos y descalificaciones a la izquierda vuelvan a imperar sobre el país como una oscura nube que no dejaría entrar la luz del entendimiento entre contrarios.

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