El conjunto cardenal ha obtenido excelentes resultados con las jugadas de estrategia. Las últimas tres Ligas y Superligas llegaron con situaciones a pelota quieta que fueron determinantes para el título. Si no es Jonathan Gómez, es su profesor Ómar Pérez el que lidera al equipo con su guante derecho.
Pocos equipos en el mundo rentabilizan tan bien las acciones a balón parado como Santa Fe. Los cardenales han hecho de esta su mejor arma en los últimos años. Siete de los nueve títulos que conquistaron en el último lustro, vinieron de esta forma. Es su salvavidas. Un seguro de vida. Cuando las cosas se complican y el balón se detiene para que lo cuelgue uno de sus jugadores al área, es el momento del León.
Las cifras no engañan, el conjunto albirrojo ha obtenido excelentes resultados con esta fórmula. Ha capitalizado la pelota quieta como su virtud principal. En un equipo, como este de costas, donde las bondades ofensivas no son muy prolíferas, tener esta variante supone un arma letal. Pero esta estrategia no solo viene de este entrenador, si estudiamos en los últimos años encontramos un patrón. El balón parado apareció para ser determinante en las tres últimas ligas y tres Superligas -contando estas dos recientes-. De la misma manera, incluso, obtuvieron la Suruga contra el “ahora reconocido” Kashima.
Los de Costas saben a lo que juegan. No serán el equipo con más virtudes de la Liga Águila, pero saben como pocos exprimirlas al máximo. Su plan es claro a la par que sencillo. Dormir al rival en un ritmo de juego lento, que convierte sus acciones en previsibles. Y ocupar los espacios con inteligencia, para que nunca los pillen por sorpresa. Dominar el partido desde la otra esfera. Manejando los ritmos del encuentro con más trabajo táctico que con posesión. Un excelente ejemplo del otro fútbol, menos atractivo pero muy eficaz.
En los primeros tiempos de este lustro dorado que está viviendo el León, destacaba un hombre en esta jugada de estrategia: Ómar Pérez. Su puesto, después de achaques por tanta batalla que sufrió el ’10’, lo recogió otro argentino. Su apadrinado, Jonathan Gómez. Este demostró haber heredado las artes del maestro y fue pieza vital en el campeonato liguero conquistado en el pasado diciembre.
Ayer no estuvo tan fino el alumno. Pero sí el mentor. Ómar Pérez demostró su clase, con un amago primero que rompió todos los esquemas incluso hasta del asistente que marcaba la línea, y con un golpeo brillante después entre la defensa y el arquero. Jugada de ’10’ para firmar su nombre de nuevo en el éxito albirrojo. Ómar no estará para grandes guerras, pero en el plan de Costas hay un hay cabida para su guante derecho cuando el momento se preste.