La razón por la que nunca aciertas con tu regalo

Teclear en Google “regalar bien” supone toparte con 5.350.000 resultados en 0,27 segundos. Parece que dar con el regalo perfecto nos preocupa, y mucho. Pocas cosas son tan desalentadoras como dar tu paquetito perfectamente envuelto y ver cómo el que lo recibe lo abre, congela su sonrisa y exige el tique para cambiarlo. Acertar con tu compra navideña no siempre es fácil, y es que ya no es suficiente con regalar perfumes y corbatas.

Se trata de una experiencia social, cultural y económica, de un intercambio que fortalece relaciones sociales y se convierte en un gesto que expresa sentimientos y afecto. En las sociedades occidentales, la Navidad se ha convertido en el epicentro desde el que dar un significado más personal al gesto de regalar y una forma de dar importancia a los lazos sociales frente al materialismo puro y duro.

Pero ¿por qué regalamos tan mal? Ya en 1993 nació el deadweight loss of Christmas, es decir, la pérdida de eficiencia de las Navidades. Acuñado por Joel Waldfogel, este término hace referencia al hecho de que con una misma cantidad de dinero, es más probable que el que regala compre algo que le guste menos al que lo recibe que si él mismo hubiera ido de compras. Aunque es algo aparentemente obvio, este fenómeno nace ante la habitual forma de ver el acto de regalar desde una perspectiva económica, que dictamina que regalar en Navidad es bueno para la macroeconomía. Sin embargo, no se tiene en cuenta que la compra se lleva a cabo por alguien que no será el consumidor final. Es, por tanto, una notable diferencia entre el coste real del regalo y la forma en que el que lo recibe lo percibe.

Un reciente estudio publicado en Journal of Consumer Research indaga en el papel del que regala. “Los regalos pueden servir para reforzar vínculos entre el que regala y el que recibe, y pueden servir como una forma natural de establecer y mantener el orden de un grupo social. Los presentes pueden a veces involucrar la expectación ante la reciprocidad y pueden, a veces, ser expresiones egoístas de amor y afecto. Dar regalos generalmente crea vínculos sociales intensos. En un intento de mejorar los vínculos sociales, los que dan regalos suelen optar por dar el regalo que más gusta al que lo recibe, y para ello piensan en cómo los van a recibir”.

El problema es que hay una diferente percepción del proceso de regalar entre ambos participantes del proceso. Un estudio determina que los que reciben regalos preferirían que se les diera exactamente lo que han pedido, en lugar de ser regalado algo que se cree será más sesudo y personal. Según este estudio, el que regala no debería de fijarse tanto en el precio ni en el valor sentimental.

Es decir: somos malos regaladores porque pensamos demasiado cómo va a recibir el otro el regalo. Fantaseamos con que encontrará nuestra elección perfecta para sus gustos y creerá que somos muy considerados (es decir, seremos algo ególatras), cuando lo que en realidad quieren es algo práctico. Los que regalan ven el regalo desde una distancia social al imaginar al que lo recibe con la compra navideña, mientras que los que los reciben se imaginan a sí mismos con el regalo en cuestión. No piensan en el proceso por el que ha pasado el que ha elegido la compra.

En este proceso entran en juego dos factores: la calidad de los regalos y la practicidad de los mismos. Como hemos señalado, diversos experimentos han demostrado que la gente prefiere regalos prácticos. Es decir: entre regalar una cena cara en un restaurante lejano o una cena en un establecimiento que esté cerca de casa, la gente prefiere esta última opción. Lo mismo ocurriría, por ejemplo, si optamos por regalar una cafetera de úlitmo diseño. Mientras que tendemos a comprar el diseño más caro, el que recibe el regalo prefiere el que es más fácil de usar.

Preguntamos a Carmen Lomana, una mujer que lo tiene todo, cómo dar con el regalo perfecto. “Esa es la pregunta del millón. Me gustan las cosas prácticas, como una sombra de ojos, la última barra de labios de Chanel o algo de Zara que me vaya a poner. El precio no es imporante. Odio las esculturas y los objetos de decoración, a no ser que sean maravillosos, claro. Los regalos prácticos son lo mejor. Si vas a regalar a una mujer, me parece una gran idea ir a la sección de perfumería de El Corte Inglés, donde tienen siempre ediciones especiales en Navidad que incluyen barras de labios, cremas… Por muy poco dinero consigues algo ideal. Pero, bueno, ahora que lo pienso, lo mejor sería que me dieran un jet privado”, bromea Lomana.

El estudio Thoughtful Spending, de Mastercard, desvela que el dinero en efectivo es el peor regalo que se puede recibir en Navidad. El 52% de los encuestados lo considera impersonal. Utensilios de cocina (37%), una tostadora (36%) y una aspiradora (33%) forman parte de los cinco objetos menos valorados. Carmen Lomana coincide: “Tampoco me gustan las aspiradoras o las batidoras como regalos, desde luego. Es mucho más lógico y bonito que te regalen por ejemplo una crema de Lancôme que usas, porque este tipo de cosas le dan pereza comprarlas y luego se valoran mucho y se necesitan”.

Parece que al final hay que dejar los sentimientos al margen a la hora de regalar y optar por elecciones prácticas. La razón por la que regalamos mal es que nos ponemos demasiado intensos y dejamos de lado la funcionalidad. La responsable de la web The Gifting Experts y experta en comprar regalos para celebrities, Julie Kenney, tiene algunas máximas a la hora de regalar.

Estar al tanto del entorno del que va a recibir el regalo (por ejemplo, qué decoración tiene en casa o de qué colores suele vestir), echar un vistazo a sus redes sociales (Pinterest es una fuente fantástica para dar con el regalo perfecto), personalizar el regalo (por ejemplo, si compras el abrigo manta de Burberry, encárgalo con las iniciales del que lo va a recibir) y comprar a lo largo del año cosas que pueden ser buenos regalos para gente que no conoces tanto.