La “Santofobia”

Hoy, cuando el deporte nacional en los escenarios nacionales, regionales, locales y veredales, es darle palo al Presidente Juan Manuel Santos, se requiere una pausa para reflexionar cuales es el origen de una especie de “Santofobia.” que se ha generalizado sin muchos racionamientos de fondo o si se trata de un rechazo a los postulados del llamado “santismo”.

¿Qué es lo que no le gusta de Santos? Le pregunté a varias personas qué es lo que no les gusta del Presidente, para tener una pequeña muestra en aras de levantar información para esta columna, lejos de estándares estadísticos certificados. Debo decir que hay una media constante y es una aclaración espontanea, como prevenida de un si, pero no. “No es que no me guste, sino que…”. Lo cual para mi, demuestra la confusión emocional que habita en el espíritu de los encuestados. No lo quieren crucificar, pero no están satisfechos.

“ No le creo nada de lo que dice”, “No está haciendo nada”; “ El país está acabado”. Son percepciones comunes entre mis entrevistados y como es evidente son conceptos generales que no definen puntos específicos sino que delatan ese estado de ánimo que se pega como el “virus” de temporada que nadie sabe quien se lo porta, pero que anda “por ahí”.

“Es el Presidente más preparado que hemos tenido”; “ Es el tipo con más experiencia en el manejo de lo público, por los tres ministerios que tuvo a cargo antes de ser jefe de Estado”; “ Es el que más ha estudiado los procesos de paz”. “Lastima que no lo van a dejar gobernar”. Estas respuestas son parte de la disociación en la que conviven los conceptos malos y buenos sobre Santos. Y contrarias a las anteriores, sí apuntan a un listado de activos concretos que tiene el mandatario sobre su capacidad para ejercer su tarea, y el empeño que tiene por delante.

“ No tiene liderazgo y no manda”; “Es perezoso y no trabaja”; “Es muy bogotano, no se conecta con la gente”; “solo quiere ganarse el Nobel de la paz”; “ Solo le faltaba eso en la hoja de vida, no le importa el país”. “No conoce a los colombianos comunes y corrientes”. Este tercer grupo habla de Santos con un desdén personal. Ya no es sólo la opinión sobre su gestión, sino de descalificaciones personales que tienen que ver con la forma de ser del Presidente, o de cómo creen que es. Se nota que le achacan una culpa de “clase” y esta le pasa cuenta de cobro en sectores que lo sienten distante y displicente, lo suficiente como para no otorgarle credenciales de líder popular.

Hay otro escenario para la “Santofobia”. Que no es reflejo de mis encuestas, sino de los intereses de la disputa política que se reflejan a diario en los medios de comunicación, en donde pareciera que se define la suerte del país, sin que “ese” país de los medios, sea el país de los colombianos. Este es el escenario al que Santos más tiempo le ha dedicado, por el que más se ha preocupado y en donde tiene enfocadas las baterías para mover sus fichas en función de apañar este fenómeno. Y está equivocado.

El establecimiento mediático que lo ha acompañado en su mandato, lo dejará colgado de la brocha una vez la realidad tozuda les jale las orejas, Santos se quedará en el desierto sin oasis de pueblo que lo respalde.

La vacuna para la “Santofobia” está, a mi juicio, en la toma de consciencia de que una sociedad sometido a una presión emocional de la guerra o la paz, el progreso o el atraso, el pasado o el futuro, necesita ya que tome el toro por los cuernos y le pida con contundencia una nueva oportunidad a los ciudadanos y haga una reconexión con sus emociones. Que les jure que no será irresponsable con el proyecto de vida que tienen en éste país; que sabe hacia donde va. Incluso que convoque a sus mayores opositores a hacer un pacto de Estado, que pase por encima de los votos que tanto les preocupan.