La violencia es hija del miedo en las elecciones de Venezuela

El asesinato de un opositor en un acto de campaña electoral no es un caso aislado. En los últimos 16 años sobran ejemplos de violencia antes de unos comicios. La oposición venezolana denuncia haber sufrido hasta siete ataques en menos de 10 días.

Siete ataques ocurridos en actividades políticas relacionadas con las próximas elecciones del 6 de diciembre. Siete ataques que ya tienen un número y un nombre en rojo, el de Luis Manuel Díaz, secretario general del partido opositor Acción Democrática (AD) en el estado Guárico, en el interior de Venezuela, asesinado el pasado miércoles durante un acto de campaña en Altagracia de Orituco. No es la primera vez que la violencia tiñe unas elecciones, pero sí es la primera en 16 años en las que el chavismo puede perder.

El 8 de noviembre, antes de que empezara la campaña, Henrique Capriles Radonski, gobernador de Miranda y quien fuera dos veces candidato a la presidencia de Venezuela, denunció un ataque en los Valles del Tuy. Ya iniciada la campaña, el 19 de noviembre, Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, dirigente preso de Voluntad Popular, hizo lo propio y señaló que grupos armados la atacaron en el estado Cojedes. El pasado domingo, el candidato a diputado Miguel Pizarro (Primero Justicia), sufrió junto a su equipo y la gente que se movilizó con él, el amedrentamiento de varias personas encapuchadas y con armas largas mientras hacían un recorrido por Petare, en Caracas.

También en la capital, y con un día de diferencia, se denunció el secuestro de tres activistas del equipo de la candidata opositora Marialbert Barrios. Ese mismo día, el 23 de noviembre, en la populosa parroquia caraqueña de Caricuao, dos candidatos más fueron atacados por grupos armados. El 24, un grupo de 15 motorizados identificados con el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) emboscaron a otro grupo opositor que estaba colgando carteles.

El 25, horas antes del asesinato de Díaz, y en el estado Bolívar, un grupo de apoyo a Henrique Capriles lo esperaba para una caminata. Linoris Fermín, jefe adjunta del comando de campaña del circuito 2 de Caroní, estado Bolívar, estaba allí.

“Llegamos pronto, pusimos nuestro toldo y al rato llegaron enfrente a montar un toldo rojo, poner música y provocar. Quisieron sacarnos de ahí, pero no quisimos. Llegó su jefe, que es concejal y presidente de la cámara municipal, Pedro Mata (PSUV) y también nos amenazó”, cuenta.

Pero las palabras se tornaron en hostigamiento. Según su testimonio, llegaron 15 motorizados y luego otro candidato del PSUV, Ángel Marcano, con más motorizados. “Nadie les hacía caso, nadie se acercaba a ellos. Empezaron a enfurecer. Yo misma escuché antes del ataque que uno dijo “acaben con todo, que no quede nada”, incluso recibí amenazas directas de Mata. Ahí empezaron a destruir todo”.

Luego vino el asesinato de Díaz. Según dijo Lilian Tintori en rueda de prensa, el ataque era contra ella. Contó que estaba en la tarima cuando sucedió el ataque. “Me revisé porque creía que me habían dado a mí. Me quieren matar”. Denunció que no es el único ataque sufrido ese día. “No nos querían dejar salir del aeropuerto de Margarita (isla en el estado Nueva Esparta), en Valle de la Pascua (Guárico), nos esperaban grupos del oficialismo vestidos camisetas del PSUV (partido del Gobierno), con piedras y palos en las manos”, dijo.

En las 24 horas posteriores al asesinato de Díaz, el presidente Nicolás Maduro dijo que se habían iniciado las investigaciones pertinentes, pero que ya hay elementos “que apuntan al sicariato, a un ajuste de cuentas entre bandas rivales”. Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas y jefe de campaña del PSUV, acusó al fallecido de pertenecer a una banda criminal. “Estaba investigado por homicidio, pertenecía a la banda Los Plateados, una banda fuerte de Guárico. Había una pugna entre bandas”, dijo. El gobernador del estado Guárico, Ramón Rodríguez Chacín (PSUV), dijo que el asesinato forma parte de un entramado internacional que busca “repetir los sucesos del golpe de abril de 2002”.

Violencia para una crisis

No son estos los primeros hechos violentos asociados a unos comicios en Venezuela. O asociados a la política. En los últimos 16 años sobran ejemplos. Baste como muestra las manifestaciones violentas que propició la iniciativa La Salida en 2014, la respuesta violenta por parte del Estado o los días del paro petrolero o el golpe de 2002. Pero esta vez hay algo distinto. Desde hace meses, prácticamente todas las encuestas dan a la oposición 20 puntos porcentuales de ventaja sobre el chavismo. La violencia –factual, verbal-, se convierte entonces en un arma política más.

“El contexto específico de esta elección en la que el oficialismo se ve tan comprometido y partiendo con tal desventaja en las preferencias, obliga a pensar en la hipótesis de que se exacerbará la violencia para afectar una variable clave: la participación”, explica Edgar Gutierrez, consultor político.

Para el politólogo John Magdaleno la violencia se ha incrementado en las últimas semanas. “Hay que preguntarse por estos eventos, en este contexto y el escenario, en situaciones de campaña. Es inevitable preguntarse por la finalidad”. Si bien apunta que es irresponsable especular sin investigación de por medio, sí señala que las agresiones se han dado durante la campaña oficial.

Con cautela sobre el origen de la violencia, el analista Nicmer Evans apunta que estos actos de violencia son consecuencia de la necesidad de exacerbar y poner en primer plano una polarización que no existe o que, al menos, no es tan fuerte como en años anteriores. “Quien hace esto es un sector político que no quiere al país, sea quien sea, no cree en la democracia y juega a la profunda desestabilización, incluso prepara escenario para que no haya elecciones o que haya violencia en ellas”.

Evans, quien hasta hace poco militaba en las filas del PSUV y ahora encabeza el movimiento Marea Socialista –independiente, dicen, pero afines al socialismo y al legado de Chávez-, asume que el 6-D se va a “un duelo de dos que se ha forzado y llevado hasta el extremo”. Un duelo en el que se cultiva la violencia para levantar los ánimos de un lado y de otro.

El chavismo parece llevar varias estrategias a la vez, dice Colette Capriles, profesora de Ciencias Sociales y Filosofía Política en la Universidad Simón Bolívar. “Violencia en el discurso y violencia explícita, donde está la línea roja que parece empiezan a cruzar; así como el reparto de todo tipo de cosas: antes eran las misiones, ahora es comida, tablets, coches, promesas”. Sobre el caso del asesinato de Díaz, apunta que es un asesinato político. “Si fuera sicariato, lo esperan en su casa y lo matan ahí. Independientemente del motivo. Le han dado significado político al hacerlo en un acto de campaña”.

Apunta que a raíz de este caso pasaron varias cosas novedosas, como la rápida internacionalización del tema, la sensación del Gobierno de sentirse vigilado y los discursos confusos de los distintos voceros del Gobierno acerca del hecho. “Trataron enseguida de hacer que no pareciera como violencia política, pero lo es”, dice Capriles. Para la también filósofa, pareciera que el Gobierno entra en una superficie de hielo, “no quiere ser responsable de la violencia política, pero eso no es cónsono con los discursos que da Maduro, que dice que saldrá a la calle si pierde la Asamblea Nacional. ¿Va a salir o no? Se juega con varios niveles de discurso para construir un miedo, pero es un miedo difuso”.

Sobre el discurso, como apunta Colette Capriles, tanto Nicolás Maduro como el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello y prácticamente cualquier portavoz del Gobierno, cada vez de un modo más fuerte se centra en frases como el “no volverán”, que se ganará la Asamblea “como sea” o llaman al imaginario colectivo a recordar los sucesos violentos del 27 de febrero de 1989, cuando el Caracazo, cuando el país se levantó en revueltas populares para protestar contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez y el paquete de medidas económicas que promulgó. No son pocas las veces que Maduro ha dicho en estos meses que si “la derecha” gana la Asamblea, puede haber un estallido peor que ese. En una de sus últimas intervenciones incluso los invitó a rezar para que no ganaran.

Magdaleno explica que no es primera vez que hay lenguaje violento, pero que ahora se usa de modo sistemático. “Es primera vez que se registran frases sugerentes y ambiguas que pudieran llevar al desconocimiento del resultado o de las reglas de juego básicas”.