Largo camino para la OCDE

En septiembre de 2013, los 34 miembros de la OCDE aprobaron el estudio previo para la entrada de Colombia en el club más selecto de las economías occidentales. El camino para ingresar no es fácil, aún quedan muchas jornadas por recorrer y Colombia debe terminar de perfilarse como líder regional. Columna de opinión de Jaime Polanco, empresario y Presidente de Confidencial Colombia.

La OCDE busca, con esta medida, ensanchar la autopista por la que circulan las economías más destacadas del planeta y la incorporación de las que se denominan economías emergentes. ¿Será capaz Colombia de seguir esa hoja de ruta que le llevaría a estar en la mesa de los grandes?

Muchas dudas sobrevuelan por encima de las buenas intenciones políticas de quienes creen estar cerca de esa ruta. No por que Colombia no tenga el derecho de creer en ello, si no por que el camino es largo, lleno de compromisos y reformas que a la luz de hoy, parecieran insalvables.

Nos decimos que Colombia es el tercer país de la región, pero hay que pedirle permiso todavía a Venezuela y Argentina dos grandes naciones que están por diferentes motivos pasando la travesía del desierto.

Esta es una gran oportunidad que hay que aprovechar, siendo el trabajo arduo y complicado, que compromete a todo un país donde es mínimamente conocida la organización con sede en Paris.

Los colombianos desconfían de cualquier planteamiento político largoplacista, de cualquiera que proponga reformas trasformadoras en sus vidas, porque que casi nunca se cumplieron y en campos donde realmente existen grandes diferencias con los países miembros de esta y otras organizaciones similares.

En la OCDE conviven países ricos como EEUU, Canadá o Alemania con democracias que siguen a duras penas los planteamientos fundacionales de la organización. No es fácil estar ahí. De América Latina, solo México y Chile han conseguido ese derecho, otros están a la espera de una invitación formal para entrar en el club.

El trabajo será largo y nada fácil de hacer, ya que como se demostró en los TLCs firmados recientemente, los compromisos de parte no se han cumplido a satisfacción de americanos y europeos principalmente.

Todas las miradas estarán puestas en la prontitud y pulcritud del cumplimiento de estas reformas. La incorporación de Colombia a la organización se haría por unanimidad de sus miembros, lo que implicaría en la cancillería un planteamiento más profesional y menos nepotista en los responsables de la política exterior del país para conseguir que el barco llegue a buen puerto.

Reformas en la educación donde Colombia queda muy lejos de la media de estos países, normalización en los mercados financieros, la justicia que desgraciadamente está en entredicho en estos días. La reforma y la calidad de la salud, pieza clave para mejorar la desigualdad en la población. La mejora en las tecnologías y la inversión en el desarrollo de la competitividad y la innovación en las empresas de pequeño y mediano tamaño.

La necesaria paz con las Farc, conseguir reducir la corrupción de las instituciones, la plena integración de la mujer y las minorías. Restablecer la presencia de las instituciones en grandes zonas del país abandonadas y sometidas por bandas armadas que campan a su antojo ante la ausencia del Estado.

La mejora en las infraestructuras, la calidad de los empleos, los atropellos de la banca y los grandes suministradores de servicios, tendrán que ser cuidadosamente operados por los mejores cirujanos estéticos del país. Estas y otras muchas reformas harán que Colombia avance hacia una nación del primer mundo y se aleje de la tentación de rondar por veredas de países fallidos o en vías de desgobierno.

Resulta curioso en estos días de proceso electoral, la ausencia de planes a largo plazo para hacer y comprometer a la sociedad civil con estas grandes políticas que cambiarían el futuro del Estado. El cortoplacismo típico de los gobernantes, la pasividad de la sociedad en general, la falta de pulso en muchos casos de los medios de comunicaciónpermiten que los políticos se olviden de planificar el futuro que el país se merece.

Necesitamos hombres en la vida pública con perfiles nuevos y con capacidades estadistas. Que piensen más en el desarrollo de los pueblos y las ciudades, que corrijan las desigualdades entre las gentes que son muchas, que ayuden a marcar la hoja de ruta de las reformas que hagan de Colombia una economía de futuro y una sociedad de convivencia.