Pareciera que en este año que termina los colombianos hubiéramos asistido a la exposición de varios clásicos del cine universal en los que se mezcla la comedia con la tragedia.
Aunque desde el 2014 se nos había anunciado por parte del presidente, Juan Manuel Santos, que este sería el año de la paz, lo cierto es que –al parecer– ese privilegio recaerá en el próximo, según anunció el mandatario en su más reciente alocución.
Es evidente –sin embargo–que en este año que termina sí hubo avances significativos en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc en La Habana. Así ocurrió, por ejemplo, con el acuerdo sobre víctimas y la aplicación de la llamada justicia transicional a quienes tuvieron participación en el conflicto armado, sean civiles o miembros de las Fuerzas Militares o de Policía.
Aunque los términos del acuerdo han sido duramente cuestionados, entre otros por José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch América, el año termina con buenos augurios en materia de paz con las Farc. Así lo destacó el propio Santos, cuando anunció que “el 2016 será el año en que Colombia vea un nuevo amanecer”. “Colombianos –dijo el mandatario en su mensaje a las tropas– nunca habíamos estado tan cerca de la paz y vamos a lograrlo”.
El optimismo de Santos contrasta con el pesimismo de los colombianos sobre el futuro de los diálogos de La Habana, que se refleja en las encuestas, las cuales muestran que más del 80 por ciento de las personas no confían en la negociación y no están de acuerdo con el tratamiento preferencial que se les daría a los jefes guerrilleros. Curiosamente, son estos quienes se quejan por la que consideran falta de generosidad tanto del Gobierno como de todos los colombianos.
El gran damnificado de la desconfianza en la negociación es el propio Santos, quien terminó el año con una favorabilidad que apenas supera el 30 por ciento. “La paz le dará a Santos un lugar en la historia, pero por lo pronto tendrá que pagar un alto costo por su osadía, o por su valentía”, sostiene un analista político, que cree que la negociación con las Farc se hará y que al final el presidente saldrá fortalecido de los diálogos.
No obstante, en otros frentes las cosas no marchan bien, como ocurre con la economía que terminó golpeada por cuenta del alto costo de los productos de la canasta familiar, la disparada del dólar y la caída de los ingresos del país debido al desplome de los precios del petróleo, hasta el punto de que el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ya anunció que 2016 “será el año del apretón económico”.
Apretón que vendrá acompañado de un reforma tributaria que nos pondrá a los colombianos a pagar más impuestos con el fin de que el Gobierno pueda cuadrar caja y proyectar más inversiones. “El apretón del que habla el Ministro solo servirá para repartir más mermelada y para meterles las manos a los bolsillos de los colombianos”, me dijo un analista económico con quien hablé del balance de 2015 y las proyecciones para 2016.
El año que termina fue también el de los escándalos en instituciones del Estado muy apreciadas por los colombianos, como la Policía y la Fiscalía, que se vieron envueltas en graves denuncias por corrupción, que deben ser esclarecidas con prontitud. Punto. Sus máximas cabezas –el general Rodolfo Palomino y el fiscal Eduardo Montealegre– han sido objeto de todo tipo de cuestionamientos y siguen sin dar explicaciones convincentes sobre sus actuaciones, que terminaron por afectar la confianza que los colombianos hemos depositado en ambos organismos.
En lo que tiene que ver con la Policía, periodistas muy reconocidos, como Vicky Dávila, Claudia Morales y Daniel Coronell, denunciaron seguimientos y ‘chuzadas’ por parte de integrantes de la Policía, luego de que evidenciaran presuntos actos de corrupción en los ascensos de oficiales, así como en la compra de varios inmuebles por parte de altos oficiales, entre ellos el propio Palomino.
El fiscal general, Eduardo Montealegre, por su parte, también ha tenido que dar múltiples explicaciones por cuenta de multimillonarios contratos adjudicados –al parecer sin el cumplimiento de todos los requisitos– a varios asesores, entre ellos la politóloga Natalia Springer. En ese último caso los montos superan los 4.000 millones de pesos. La actitud desafiante y cínica de Montealegre a la hora de dar explicaciones ha contribuido a la creciente desconfianza sobre la transparencia de los contratos adjudicados a la analista política.
Y en materia política, las pasadas elecciones de Octubre ubicaron en el primer lugar del partidor con miras a las elecciones de 2018 al vicepresidente, Germán Vargas Lleras, quien convirtió a Cambio Radical en el gran ganador, por encima de otros partidos de la Unidad Nacional, como el liberalismo y La U. Vargas Lleras se posicionó como gran elector del país, al quedarse con la mayoría de las gobernaciones de la Región Caribe y las alcaldías de Bogotá y Barranquilla, entre otras.
Veamos, pues, las películas más taquilleras de 2015:
¿Y dónde está el piloto?
Mientras el Gobierno sostiene que desde La Habana soplan vientos favorables y que el próximo año será –ese sí– el verdadero año de la paz, en otros frentes las cosas no van muy bien, como ocurre con la economía, que comenzará el 2016 desbalanceada y con nubarrones a la vista. Más que nubarrones, lo que se avecinan son huracanes con tormentas eléctricas: por cuenta de la caída de los precios del petróleo, Colombia dejará de percibir el próximo año 20 billones de pesos, dinero que deberá ingresar por otras puertas. En 2014 exportamos 30.000 millones de dólares en petróleo y en este año que termina apenas exportamos 14.000 millones, ello oscurece el panorama para 2016. El tema fronterizo con Venezuela sigue sin resolverse y la suerte de nuestros compatriotas depende de los “estados de ánimo” de Nicolás Maduro. Los niños wayuu continúan muriendo en La Guajira, la inseguridad en las principales ciudades sigue desatada, la corrupción campea en las instituciones del Estado. En fin, como en la célebre película que nos divirtió en diciembre de 1980, los colombianos nos preguntamos: ¿Y dónde está el piloto?
Locademia de Policía
Nunca antes la Policía Nacional afrontó un escándalo de tal magnitud como el que hoy tiene en vilo hasta la continuidad de su director, general Rodolfo Palomino, principal involucrado en las denuncias de varios periodistas. Aunque el presidente Santos y el ministro de defensa, Luis Carlos Villegas, se apresuraron a respaldarlo –y a calificar como “chismes” las pesquisas– lo cierto es que la permanencia de Palomino depende de qué tanto escalen los cuestionamientos. Lo que está en juego es el buen nombre de la institución, su reputación y –claro– su reconocimiento como uno de los organismos más queridos por los colombianos. Los actos de corrupción denunciados, en la compra de inmuebles y ascensos de oficiales por supuestos “favores sexuales” no pueden ser soslayados de forma ligera y cínica. Todo lo contrario: ameritan un eficaz y contundente esclarecimiento. La versión criolla de la célebre serie cinematográfica no es una comedia. Todo lo contrario: es una verdadera tragedia.
Loco por Mary
En realidad la versión criolla de la muy recordada comedia norteamericana protagonizada por Cameron Díaz y Ben Stiller, debería llamarse ‘Loco por Natalia’. Y ella tiene como protagonistas al fiscal general, Eduardo Montealegre, y a la politóloga, Natalia Springer, cuyos astronómicos contratos tienen escandalizados a los colombianos. Aunque el Fiscal y Springer han salido a justificar el monto y la transparencia de los mismos, lo cierto es que para muchos colombianos, lo que está ocurriendo es una verdadera locura de amor. En el diario El Tiempo el caricaturista Matador se ha
encargado de mostrar la situación como si todo fuera producto de la pasión que ha desatado ‘Mary’ en un fiscal locamente enamorado. Y si ello es así, solo habría que decir que cuando se trata de amor todo es posible. Punto.
Una mente brillante
Al vicepresidente, Germán Vargas Lleras, le encantan los retos. Sobre todo sin son electorales. Y el reto que tenía en 2015 era convertirse en el gran elector del país. Y lo logró. Después de las elecciones de octubre, sus enemigos políticos –que abundan y que él sigue graduando– quedaron notificados de que en 2018 jugará duro para quedarse en la Casa de Nariño como sucesor de Juan Manuel Santos, independientemente de si su jefe le hace el guiño o no. Vargas lleras tiene hoy por hoy siete gobernaciones, 155 alcaldías y 60 diputados a lo largo y ancho del país. Y a ello hay que sumarles un buen número de alcaldes y gobernadores que si no hubieran contado con su respaldo, seguramente no hubiesen triunfado. Entre las alcaldías que ganó están las de Bogotá y Barranquilla, dos de las ciudades más importantes del país. La jugada electoral de Vargas Lleras en 2015 fue –sin duda– brillante, aunque algunas candidaturas fueron cuestionadas, lo cierto es que él se la jugó y triunfó con ellas.
El llamado de la selva
Las constantes exigencias, así como las estrafalarias declaraciones de algunos de sus jefes –como esa de alias Iván Márquez según la cual las Farc no tienen dinero para compensar a sus víctimas, pues son simples jornaleros– generan desconfianza acerca de la buena voluntad de paz del grupo guerrillero, o al menos de sus líderes. Da la impresión de que muchos de ellos prefieren seguir escuchando “el llamado de la selva” en lugar de concentrarse en agilizar los diálogos de La Habana. Por ello muestran una enorme desfachatez en sus declaraciones y lucen retadores ante una opinión pública que no está dispuesta a aceptar las concesiones que signifique impunidad. Llegó la hora de que las Farc se decidan: ¿O siguen escuchando el llamado de la selva o escuchan el clamor de vivir en paz de los colombianos?