A través de un documento titulado Amoris Laetitia, de 261 páginas, el sumo pontífice defendió a las personas homosexuales. Sin embargo, señaló que no existe ningún fundamento para que estas se unen en matrimonio. También se refirió a los divorciados para que no se sienta excomulgados, sino que se sientan miembros activos de la iglesia.
Durante su exhortación apostólica sobre la familia, el papa Francisco dijo que ha tomado en “consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar “todo signo de discriminación injusta” y particularmente cualquier forma de agresión y violencia”.
No obstante, el Papa dejó claro que, “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales”. Además, señaló que es, “inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo”.
En este mismo capítulo llamado “Realidad y desafíos de las familias”, insto a los cristianos a no “renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano”.
Considera que, frente a este tema, se le estaría privando al mundo de los valores que todos deben aportar. “Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece”, expresó el Papa Francisco.
Sobre las personas que se han divorciado o separado el documento dice que, “es indispensable para acompañar (…) a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge. “Al mismo tiempo, “hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar —que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial—””.
En el capítulo séptimo el sumo pontífice habla sobre fortalecimiento de la educación de los hijos. Frente a este tema fue muy enfático en asegurar que, “la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida”.
De igual forma, señaló que este tipo de educación “es irresponsable”, pues lo que hace es invitar “a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio”.
El texto también se refiere a los métodos anticonceptivos, así como del aborto. “La Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto”. Estas medidas son inaceptables incluso en lugares con alta tasa de natalidad, pero llama la atención que los políticos las alienten también en algunos países que sufren el drama de una tasa de natalidad muy baja. Como indicaron los Obispos de Corea, esto es «actuar de un modo contradictorio y descuidando el propio deber”.