Luce la amplia playa de Tel Aviv, saturada de gente en estos días de verano. Algunos se bañan y se divierten con las olas, otros juegan al vóleibol, y otros conversan en círculo mientras que a pocas horas estallan las bombas.
Israel se prepara para ampliar la operación militar sobre Gaza mientras los muertos palestinos ascienden a más de 100, la mayor parte civiles. Hamás ha lanzado cientos de cohetes contra Tel Aviv, Jerusalén y otras ciudades hebreas en una guerra que no muestra ningún signo de final cercano. El Ejército israelí ha contactado con 100.000 palestinos que viven en la frontera de la Franja para advertirles que evacuen sus casas de forma inmediata. La ofensiva terrestre podría ser inminente. Mientras, en la capital financiera del país, la vida sigue.
8 de la mañana. Las sirenas antiaéreas suenan en el centro de Tel Aviv. La calle Ben Yehuda se despeja de viandantes cuando todo el mundo corre a protegerse bajo un edificio o en el interior de los refugios antiaéreos públicos que hay repartidos por la ciudad. Quince segundos después se escucha el estruendo de un cohete interceptado por el escudo antimisiles israelí, un sonido que alivia las expresiones de quienes buscaron resguardo en los locales cercanos. Una a una, las personas salen lentamente a la calle y continúan con sus quehaceres cotidianos.
A pocos metros, luce la amplia playa de Tel Aviv, saturada de gente en estos días de verano. Algunos se bañan y se divierten con las olas, otros juegan al vóleibol, y otros conversan en círculo mientras pasan las horas al sol. La imagen es la de un día cualquiera de playa.
Cinco jóvenes disfrutan del calor tumbados en fila; beben cerveza, se dan crema y bromean entre ellos. “Los cohetes no nos dan ningún miedo”, cuenta entre risas Oren, un israelí que vive desde hace algunos años en Estados Unidos y que ha venido a Tel Aviv para pasar las vacaciones con su familia. “Hamás no va a conseguir que dejemos de venir a la playa”, asegura.
Las bromas se suceden. “Si ahora mismo sonaran las sirenas iría corriendo a refugiarme bajo los edificios que hay tras la playa”, dice Oren. “Yo iría corriendo a meterme dentro del agua”, contesta uno de sus amigos. La población de Tel Aviv vive acostumbrada a la amenaza de los cohetes que las milicias palestinas lanzan desde la Franja de Gaza, pero parece que este grupo de chicos no se toma en serio el peligro. Sin embargo, Oren admite que sus padres barajan la posibilidad de abandonar Israel para irse a vivir a Estados Unidos. “Este país es peligroso… A veces pensamos que la época de los atentados suicidas islamistas podría volver a empezar…”.
Un poco más alejada de la orilla, bajo unos toldos de madera cercanos a las escaleras de la entrada, Esther recoge su bolsa y su toalla. Ha sido un buen día de playa. “Un sol espléndido con buena temperatura, todavía inferior a los 40 grados típicos del verano”. Esta mañana, cuando sonaron las sirenas que alertan de un ataque con cohetes, Esther acababa de llegar a la playa. Se estaba dando crema cuando comenzó a escucharse el fuerte sonido de las alarmas antiaéreas.
“Todo el mundo corrió hacia los vestuarios. Al parecer están preparados para hacer de refugio. Después de 10 minutos, todos salieron y siguieron con sus vacaciones”, cuenta. Asegura que no tiene ningún miedo, que sólo corrió a resguardarse para no preocupar a los demás. Esther vive en una colonia ubicada en Samaria, en el norte de Cisjordania. “Estoy acostumbrada a estos atentados y a la violencia”, dice. Admite que preferiría vivir en un lugar más pacífico pero que esta tierra les pertenece a ella y a sus siete hijos. No se piensa marchar.
“El escudo nos permite disfrutar de seguridad”
Sandra, una mujer chilena judía, juega con sus dos hijas en la arena. Acompañada de su marido israelí, han venido a Tel Aviv a pasar unos días de vacaciones. “Cuando sonaron las sirenas esta mañana fuimos corriendo a la escalera de los apartamentos, nos dijeron que allí estaríamos a salvo…”, cuenta, dubitativa. Confiesa que están siendo unas vacaciones “un poco raras”, pero su esposo le ha dicho que no existe ningún peligro en Tel Aviv. “¡Ayer vimos cómo explotó un cohete en el cielo, salió como una nube blanca!”, exclama la niña mientras interrumpe la conversación. Así funciona el Domo de Acero que protege a Israel.
“Los israelíes están muy orgullosos del escudo antimisiles”, afirma Jessy, un norteamericano judío, mientras toma el sol en una hamaca. “Gracias a él, los israelíes podemos disfrutar de una seguridad que de otra manera sería imposible. Ayer, en lugar de salir a cenar, habríamos estado sentados en el sofá con miedo a abandonar nuestra casa”, explica, mientras protege con factor cincuenta su tatuaje en la espalda con letras en hebreo. Jessy reconoce que la situación no es igual en Gaza: “Allí la gente no puede gozar de seguridad, el Iron Dome (Cúpula de Hierro) es lo que permite que aquí, en Tel Aviv, sigamos viviendo como si no pasara nada”, zanja.