Pese a los esfuerzos de los políticos de Israel por calmar a la población sobre las consecuencias de un ataque a las instalaciones nucleares de Irán, la mayoría de los israelíes considera bastante probable que estalle un conflicto de dimensiones inciertas y teme los daños que éste podría acarrear.
Según una encuesta realizada la pasada semana por la Universidad de Tel Aviv, la mayoría de los ciudadanos considera “alta” o “media” la posibilidad de que se desencadene una guerra con Irán el próximo año, mientras que la mitad de ellos afirmaron “tener miedo” o “mucho miedo” de que Israel desaparezca como tal si llega a producirse.
Los resultados de la encuesta reflejan que la preocupación por un nuevo conflicto es cada vez mayor entre la sociedad israelí y también que algo está cambiando en su tradicional autoconfianza respecto a la capacidad de uno de los ejércitos más potentes del mundo para defenderse de cualquier ataque.
La última guerra del Líbano en 2006, en la que la milicia libanesa Hizbulá puso en jaque a Israel con el lanzamiento de cohetes, había ya afectado en algo a esa confianza, que parece ahora mucho más resentida por las posibilidades de embarcarse en un conflicto a gran escala de consecuencias imprevisibles.
“En los últimos meses se ha incrementado el nivel de temor entre la población, la gente habla más de la posibilidad de una guerra y ha aumentado la demanda de máscaras que suministra el gobierno para el caso de un ataque químico”, explicó a Efe el doctor Michael Zivor, experto en psicología clínica del Instituto de Estudios Académicos de Rishon Le Zion, en el centro de Israel.
Pese a que miembros del Gobierno como el ministro de Defensa, Ehud Barak, reiteran que las consecuencias de un ataque a Irán que describen los medios de comunicación son “exageradas” y que la contienda no dejaría más de medio millar de muertos en el país, los ciudadanos parecen no fiarse mucho de lo que les cuentan sus políticos.
“El nivel de calificación de los políticos en Israel no es muy alto”, opina Zivor, para quien los esfuerzos de los gobernantes por calmar a la población en estos asuntos “suelen tener el efecto contrario al buscado”.
A juicio de la estudiante judía de origen estadounidense Salesma Kissen, de 20 años, que visita a su hermano en Jerusalén estos días y tiene previsto establecerse en Israel el año próximo, la guerra “es una posibilidad muy real”.
“Me da mucho miedo y creo que Israel debería hacer algo para defenderse ahora antes de que ocurra algo peor más tarde. Es nuestra responsabilidad defendernos”, dijo a Efe Salesma, quien con todo prefiere “la presión diplomática internacional y las sanciones”.
Muchos ciudadanos siguen confiando, sin embargo, en la capacidad de Israel para hacer frente a cualquier contingencia, como Yehuda Zoran, de 22 años, que se incorporará al Ejército dentro de seis meses.
“Hay muchas posibilidades de que haya un conflicto con Irán pero no temo a la guerra, Israel siempre ha tenido sus espaldas bien cubiertas contra los ataques de los países vecinos y, si hay una guerra, saldremos bien al final”, aseguró Yehuda.
La gente de edad más avanzada, que ha vivido ya numerosos conflictos desde la creación del Estado de Israel hace 64 años, es quizás la más consciente de las dolorosas consecuencias que conllevan los enfrentamientos bélicos.
“Me da mucha pena oír de nuevo todo esto de la guerra. Queremos paz con todo el mundo, con los árabes, con todos, pero Irán quiere atacarnos y matar a la gente cuando no les hemos hecho nada, ¿para qué?”, se pregunta Violette Yahud.
Esta israelí de 73 años ha renovado con sus vecinos en las últimas semanas el refugio de su casa en Jerusalén por lo que pueda ocurrir.
Violette recuerda cómo en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, pasó cuatro días encerrada en el refugio, un sótano de apenas 25 metros cuadrados en su edificio de cuatro plantas, junto a otras decenas de personas.
“No estaba tan limpio como ahora, éramos 30 o 40 personas, todo el mundo entraba con sus hijos, no podías decir que no. El Ejército pasaba, veía si había luz y nos cerraba”, recuerda mientras enseña el habitáculo semi-subterráneo, equipado ahora con un gran bidón de agua potable y hasta retretes químicos portátiles.
Violette también rememora su adolescencia hace 60 años, cuando “no había nada aquí, todo era tierra yerma y polvo”, antes de destacar que “ahora hay de todo” y que “Israel hizo todo para los árabes”.
“Hacemos lo mejor para todo el mundo pero nadie cree que somos buenos”, se lamenta esta mujer que, como muchos israelíes, cree que el resto del planeta tiene “una injustificada mala imagen” de su país y sus habitantes.