Los motivos para preocuparse por la burbuja del Bitcoin

1.000, 2.000 o 3.000 dólares. Podría llegar a los diez mil hacia finales de mes y no dejar de subir. Aunque casi todos los mercados del mundo son ligeramente positivos este año, la criptomoneda bitcoin se ha disparado. A 2.200 dólares, ha duplicado con creces su valor solo este año y alcanza nuevos récords casi a diario.

Pero un momento: las bitcoins en sí puede que sean muy nuevas pero los movimientos de precio así no lo son. En realidad, empieza a parecer una burbuja y eso debería preocupar a los inversores porque es un aviso de que las locuras financieras han vuelto y llevarán a la sobre-inversión y la especulación salvaje. Y porque las burbujas estallan inevitablemente y cuando suceda, las pérdidas pueden propagarse de forma imprevista.

Si ha tenido suerte o ha sido listo y ha juntado algunas bitcoins en su momento, de cara al verano se sentirá mucho más pudiente. El lunes, el valor de las bitcoins se acercó a los 2.200 dólares, su máximo histórico. Si invirtió 1.000 dólares en la moneda electrónica en 2010, ahora valdría nada menos que 35 millones (en lugar de 2.500 dólares si lo hubiera hecho en el S&P 500). No mucha gente es tan rápida pero si había acumulado un poco cuando el precio se hundió por última vez en 2014, su dinero se habría casi cuadruplicado. Solo en el último mes, el precio ha subido un 61% y tiene pocos visos de parar ahí.

Hay muchas razones válidas por las que la bitcoin aumenta de precio. Aumenta su importancia junto con las demás criptomonedas a medida que más y más empresas la aceptan como forma de pago y los reguladores como inversión legítima. Podría perfectamente salir del mundillo tecnológico y convertirse en un activo convencional, como el dólar, los valores, el oro o los bonos. En una economía global donde cada vez más negocios se hacen electrónicamente, lo lógico es que haya un sistema de pago puramente electrónico. Si la bitcoin se está convirtiendo en eso, el precio debería subir, sobre todo porque hay muy pocas en circulación.

Pero un aumento del precio del 61% en un mes no es normal. No hace falta dedicar tiempo a debatir si es una burbuja o no porque resulta obvio. Lo interesante es cuáles serán las consecuencias y cuánto daño podría hacer cuando estalle.

En un nivel, la respuesta podría ser no mucho. Con tanto bombo sobre las monedas electrónicas, todavía no son una operación financiera enorme. Hay 16.346 bitcoins ahí fuera, con un valor actual agregado de 35.000 millones de dólares.

Puede que lleguen a valer 40.000 o incluso 50.000 millones de dólares cuando lea este párrafo pero en el contexto de los mercados globales de capital no es una suma importante. El mercado de Apple tiene un valor de 805.000 millones de dólares. Todo el oro del mundo alcanza un precio combinado estimado de 8,2 billones de dólares. El valor del mercado de bonos de Estados Unidos se calcula en 31 billones de dólares. Su importancia no es parecida ni por asomo. Associated British Foods, una compañía relativamente sosa de la que probablemente nunca ha oído hablar, tiene un valor parecido al de todas las bitcoins juntas y los mercados no se van a hundir si quiebra.

En otro nivel, sin embargo, la burbuja podría importar mucho. Veamos tres razones por las que debería preocupar a los inversores, independientemente de que tengan criptomonedas en su cartera o no.

Primero, como cualquier fiebre, llevará a la sobre-inversión y de ahí a una mala asignación de capital. Solo este mes, una empresa llamada RSK Labs recaudó 3,5 millones de dólares por un “contrato inteligente” de bitcoin. Coinbase, una empresa nueva de monedero digital, recaudó 75 millones de dólares en financiación. Cualquiera que tenga tiempo esta semana podría querer sumergirse en un fondo de capital riesgo con alguna idea innovadora que tenga que ver con las bitcoin. Quizá salga con 10 millones y una promesa de más financiación cuando se agote. Desde luego, algunas serán ideas geniales y ganarán mucho dinero pero muchas otras serán endebles e imprácticas, y malograrán mucho efectivo que podría haberse destinado a alguna otra cosa más útil.

Después, anuncia el regreso de las fiebres. En cualquier mercado prolongadamente alcista, siempre hay uno o dos activos cuyo precio se vuelve loco. Pueden ser las acciones punto com, las empresas de exploración especial, los apartamentos en el centro de Londres o las gestoras de fondos de cobertura, o si nos retrotraemos mucho, las acciones de radio o las compañías ferroviarias sudamericanas. Siempre hay alguna. Cuando hay una burbuja en curso, sabemos que se acerca la cumbre de un mercado alcista y que, tarde o temprano, caerá.

Por último, si las bitcoin quiebran, tal vez no perjudique mucho. En los mercados de capital pueden desaparecer 30.000 millones sin dejar mucha huella. Lo preocupante es que las bitcoin no son un activo cualquiera: son dinero, aunque no convencional. Como aprendimos en 2008 y 2009, cuando parte del sistema financiero se empieza a derrumbar, de repente el edificio entero se tambalea. No sabemos realmente qué contratos están vinculados a las criptomonedas, qué derivados se han enganchado a ellas o hasta qué punto están incrustadas en el sistema financiero. Lo que sí está claro es que en un estallido lo sabremos enseguida y las pérdidas podrían propagarse de forma imprevista.

Por ahora, la bitcoin va viento en popa. No hay manera de saber cuál puede ser su valor real. El pico de la subida quizá esté lejos pero cuando baje no serán solo sus propietarios quienes lo van a sufrir.