No son muchos, pero tienen casi todo el poder económico en Rusia. Los oligarcas rusos se constituyeron como casta política y económica. Privilegiados por el Kremlin o la Duma (parlamento ruso) durante décadas. En Rusia, la mayoría de estas fortunas surgieron a raíz la disolución de la URSS. Lograron una gran riqueza adquiriendo activos estatales a muy bajo precio durante el proceso de privatización controlado por el gobierno de Borís Yeltsin entre 1991 y 1999. Esos procesos, plagados de irregularidades y corrupción, fueron derivando a empresas monopolísticas en su país y, a la vez, conglomerados que controlan múltiples negocios internacionales. Sus dueños, obviamente, amasaron inmensas fortunas.
Si Putin es la única mano del poder político en Rusia, los oligarcas son su brazo económico. A cambio de enriquecerse a través de empresas públicas, los empresarios dieron un apoyo explícito al gobierno de turno. Desde entonces, ambas partes caminan al mismo paso. Ahora, al bloquear las propiedades y negocios de estos oligarcas en el mundo, han cortado la mano que da de comer al Kremlin, y de paso le pone en un tremendo aprieto a Vladimir Putin.
En la actualidad son magnates con inversiones en bienes raíces, bancos, equipos deportivos y propiedades en ciudades como Reino Unido, Alemania, Estados Unidos o España.
Negocios diversificados
Entre ellos están Roman Abramovich, dueño del equipo de fútbol Chelsea FC; Alisher Usmanov, líder de un conglomerado al que pertenece MegaFon, la segunda red móvil más grande de Rusia; e Igor Sechin, quien dirige la gigantesca petrolera estatal Rosneft, o Vicktor Vekselberg, el zar del aluminio, entre otros.
Tan pronto Rusia invadió Ucrania, occidente sabía que atacar a los oligarcas era la mejor estrategia para frenar el conflicto dado el nivel de presión que tendría Putin. Estos magnates, acostumbrados a los lujos y a un poder casi absoluto en sus sectores, ahora están en aprietos para mantener sus fortunas y disfrutar su estilo de vida por culpa de las sanciones. Ellos dependen de Putin para mantener y multiplicar sus fortunas, pero Putin también depende de la financiación de ellos para sostener la guerra y la economía interna del país tras el bloqueo internacional.
Sanciones
Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea han publicado distintas listas de oligarcas rusos sancionados. Las sanciones incluyen congelamiento de bienes y prohibiciones de viaje, así como la prohibición de que sus empresas privadas sigan acumulando capital. Uno de los sancionados más famosos es Roman Abramovich, quien aparece en la lista de sancionados por Reino Unido. Abramovich tiene una fortuna estimada en US$9.400 millones, es dueño del equipo de fútbol Chelsea FC. Tiene el tercer yate más grande del mundo y se cree que es muy cercano a Putin, algo que el empresario ha negado.
La matanza de Bucha se puede repetir
Alisher Usmanov, cuya fortuna se calcula en US$17.600 millones, según la revista Forbes, fue sancionado por EE.UU., Reino Unido y la Unión Europea. Se cree que es uno de los oligarcas favoritos de Putin, según Sandford. Usmanov dirige USM Holdings, un enorme conglomerado que involucra minería y telecomunicaciones, incluyendo MegaFon, la segunda red móvil más grande de Rusia. Tiene mansiones en Londres, un megayate y según las autoridades británicas ha tenido “intereses significativos” en clubes de fútbol como Arsenal y Everton.
Otro nombre que se repite es el de Igor Sechin, sancionado por EE.UU. y la UE. Se cree que es uno de los más cercanos consejeros y amigo personal de Putin, según Sandford. En Rusia se le conoce como ‘Darth Vader’, porque tiene fama de haber logrado su éxito desplazando despiadadamente a sus oponentes. Ha trabajado para el gobierno de Putin y ahora dirige la gigantesca petrolera estatal Rosneft.
Algunos se desmarcan
Otros dos oligarcas Pyotr Aven y Mikhail Fridman, pertenecen al grupo más cercano a Putin. Ambos son fundadores de Alfa-Bank, el banco privado más grande de Rusia. Aven, tiene una fortuna estimada en US$4.800 millones, mientras la de Fridman puede llegar a los US$12.600 millones. Entre ellos están Oleg Deripaska, empresario del sector energético, con una fortuna estimada en US$3.000 millones; y Alexey Miller, director de la empresa estatal de gas Gazprom, de quien no se tiene una estimación de su fortuna.
Oleg Deripaska, uno de los banqueros más importante de Rusia, declaró en estos días “que las sanciones estaban teniendo un fuerte impacto sobre la economía rusa y que él no tenía influencia sobre las decisiones de Putin”.
El último de los oligarcas en caer en desgracia es Víktor Vekselberg, nacido en Ucrania curiosamente, a quien España intervino ayer su yate, atracado en el puerto de Palma de Mallorca y valorado en 90 millones de euros a petición de la justicia norteamericana, es fundador y presidente de la junta directiva del Grupo Renova, un holding que agrupa varios fondos de inversiones con intereses en la industria energética rusa. La revista Forbes calcula la fortuna de este empresario, de 61 años, en unos 13.000 millones de dólares, lo que lo coloca como el noveno hombre más rico de Rusia.