Los países de América se ponen a examen

Opinión. La cercana subida de los tipos de interés en Estados Unidos, tras casi una década sujetos en el 0 por ciento, y la desaceleración de la economía en el gigante asiático, que la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, comento que era la transición a un modelo que marcará el fin de una etapa, tardó dos décadas en la que las economías de los países emergentes han potenciado el crecimiento a nivel mundial.

Otra cosa que comento la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) “Ambos movimientos son necesarios y saludables. Son buenos para China, buenos para Estados Unidos y buenos para el mundo”.

Lo llamativo de lo comentado por la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), es que comentaba que los factores que nutre a la incertidumbre en los mercados, que llevará a un crecimiento a nivel global más débil durante este año. Los países de economías avanzadas, con aún una tímida excepción en los Estados Unidos, aportan una recuperación tímida, lastrando por los efectos de la crisis financiera del 2008. Es decir, el crecimiento global llegará alrededor del 3 por ciento, el comercio internacional se estanca y existen los retos de reducir la pobreza, reducir la desigualdad y disminuir el desempleo, se aumentan cada vez más.

El papel de la economía locomotora a nivel mundial es cada vez más difícil de asumir, en este caso la esperanza de que los países emergentes cogieran este rol ha dejado de ser una garantía, Estados Unidos está ahí, pero no como antes, y los demás países de occidente siguen debilitados. La duda es si la economía mundial se tiene que resignar. Una duda que pasa por las cabezas de los ministros de economía, altos funcionarios de organismos internacionales y expertos es que el crecimiento en los países latinoamericanos se frena de forma acusada. En algunos países de Latinoamérica han dado la vuelta, se ve una clara recesión en Venezuela y una desaceleración en Argentina se ha sumado la economía brasileña, cuyas previsiones empeoran mes a mes. El mercado internacional de materias primas ofrecen síntomas más claros de que alguna cosa no marcha del todo bien, con el petróleo como termómetro, si con la Gran Recesión del crudo recuperó con gran rapidez los niveles de los 100 dólares estadounidenses, lo que se vio como una señal de fortaleza de la demanda de los países emergentes, y en especial en el gigante asiático, ahora esto se ha revertido.

El barril de Brent está alrededor desde hace más de un año en los 50 dólares estadounidenses y el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio por hecho que los precios bajos se prolongarán hasta el año 2017. En las simulaciones sobre cómo afecta esta disminución a una economía exportadora de materias primas, disminuirá entre un 1 por ciento y un 2,25 por ciento anual al Producto Interior Bruto (PIB), los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) cogieron de muestra una economía latinoamericana típica, para realizar un ejemplo de dependencia de los productos básicos. Las propuestas de soluciones que proponen también tienen a la región como referencia. La desaceleración de China y la caída de los precios de las materias primas dejan en una situación preocupante la situación de Latinoamérica por el impacto en los ingresos fiscales y porque la disminución de las exportaciones deterioran la balances externa. Los países de la parte sur van a verse más afectados por la caída de las materias primas.

En el pronóstico, el Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene que el Producto Interior Bruto (PIB) de la economía latinoamericana crecerá todavía un 0,5 por ciento durante este año, pero es seguro que lo revisará posteriormente a la baja. Se debe pensar que se puede retroceder hasta un 0,5 por ciento durante este año, y quedarse alrededor del 0 por ciento el próximo, pero mientras los países de la alianza del pacífico (Colombia, Chile, México y Perú) aumentarán alrededor del 2,5 por ciento, los países del MERCOSUR (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela y Bolivia) desaceleraban un 2 por ciento. El deterioro de la economía del gigante carioca, el representante de la economía latinoamericana entre los más influyentes de los países emergentes, se sigue de cerca en las finanzas globales. El real se ha depreciado un 40 por ciento en un año para cambiarse a 4 dólares estadounidenses. El aumento de debilidad de la divisa y el aumento de capitales han hecho que la capitalización, el valor en dólares estadounidenses, de las compañías que cotizan en la Bolsa del país carioca se han reducido en dos tercios desde el año 2011, para ver amenazada de nuevo su liderazgo en la región por la Bolsa de México.

Se puede situar a Brasil junto a Rusia y Turquía como los países que están acumulando más riesgos. En los últimos análisis de los países emergentes, destaca un aumento de los déficit gemelos, el desfase fiscal está alrededor del 8 por ciento del Producto Interior Bruto (PIC), el exterior llega al 4 por ciento. La tasa de paro casi se duplica en el último año, del 4,3 por ciento en 2014 al 7,6 por en agosto, la inflación aumento hasta niveles del 10 por ciento y el tipo de interés llega al 14,25 por ciento. Es delicado ya que suman enormes dificultades del Gobierno carioca, implicados en acusaciones de corrupción, para sacar adelante los ajustes presupuestarios que quieren realizar. En Brasil, el crecimiento se ha centrado en el impulso del crédito y la demanda interna, un modelo que está dando señales de agotamiento. Ahora habrá que centrarse en facilitar la expansión de la oferta con reformas estructurales y en ajustes fiscal. Pero ahora hay mucho ruido político sobre la capacidad del Gobierno, ya que es una cuestión de credibilidad.

Los juicios realizados de los mercados en Brasil y en otras economías de países emergentes se han endurecido en estos últimos meses. Hasta el año pasado, el enorme aumento de la liquidez disponible por la intervención de los bancos centrales de los países de economía avanzados han facilitado el flujo de capitales en busca de rentabilidad.

Ya hubo un primer aviso en el año 2013, cuando la Reserva Federal empezó a reducir el programa de compra de bonos. Ahora la mejora de la economía estadounidense ha llevado a la Reserva Federal a anticipar un primera subida de los tipos de interés, que parecía inminente, pero que ha aplazado por su repercusión global.

Existe un temor a un círculo vicioso

El Fondo Monetario Internacional teme una combinación de la depreciación frente al dólar estadounidense, el aumento de costes financieros y la ralentización económica aumente las quiebras de empresas, ponga en dificultades a los bancos y, por tanto, alimente un círculo vicioso. Este círculo se compone de menos empleo, menos ingresos fiscales, más dudas sobre la viabilidad de las cuentas públicas y un nuevo aumento de los costes financieros. En una década, y por el existente crédito barato y del apetito de los inversores internacionales por las emisiones de bonos, la deuda de las empresas de los países de economías emergentes, que equivale al 50 por ciento del Producto Interior Producto (PIB) de estas economías, llegando al 75 por ciento en el gigante asiático y Latinoamérica delanteros del crecimiento. Ante lo que se avecinaba, el Fondo Monetario Internacional recomienda mejorar la regulación de las quiebras de las empresas, para facilitar soluciones que permitan una segunda oportunidad cuando sea posible, y supervisar de cerca los bancos, con nuevas exigencias de capital si fuera necesario. La mayoría de los países de economías emergentes van a experimentar una recesión o una desaceleración, no un colapso financiero como en la década de los ochenta o noventa.

Una de las razones para que esa predicción se cumpla está en el gigante asiático. El manejo de las sucesivas caídas de la Bolsa de Shangai durante el verano ha elevado aún más la incertidumbre. Esas caídas dificultan que las empresas chinas, ya muy endeudas, pueden conseguir capital, las ofertas pública de venta (OPV) se han cancelado, por lo que las empresas tendrán que seguir endeudándose. A diferencia de lo que puede ocurrir en los países de economías occidentales, la valoración de la Bolsa tiene poca incidencia en el resto de la economía. Pero existe una corrección en el crecimiento de China está aquí para quedarse ya que como a cualquier otro país, le cuesta mucho cambiar su modelo. El futuro próximo del gigante asiático es el de un crecimiento más lento, sobre todo de la transición hacia una economía más orientada al consumo interno. El consumo aporta el 36 por ciento de la demanda agregada del gigante asiático, mientras los países con economías avanzadas llegan al 60 por ciento. Va a ser una transición muy lenta, en la que hay que hacer muchas cosas a la vez. El aumento del gasto de las familias pasa por dar más seguridad en los hogares, para que no dediquen tanto ahorro a lograr asistencia sanitaria o una renta en la jubilación por falta de garantías estatales. La renta disponible crece con lentitud, las compañías, estatales y privadas están acostumbradas a crecer con cargo a reservas, no a repartir márgenes.

La quiebra del sistema bancario del gigante asiático lleva anunciando durante décadas, y ahí siguen. Sus balances están llenos de créditos malos, pero siguen si abrir la cuenta de capital al exterior. Mientras sea a nivel interno, y el banco central pueda suministrar liquidez sin límite, se mantendrá. Los efectos de la desaceleración de la segunda economía mundial no van a variar la compra de algunos productos básicos, como la soja. Pero la inversión es una variable mucho más inestable, y la importación de bienes de equipo, como los que venden Alemania, sí pueden sufrir. El impacto global puede ser mayor si las dudas sobre la economía china se traducen en más incertidumbre en los mercados.

La existente desaceleración de China

El aumento del flujo de inversión en gigante asiático, había una parte importante de capital especulativo, de dinero caliente. La pregunta es si lo que sale ahora es solo eso, o capital que buscaba oportunidades a largo plazo, que será lo más preocupante.

La perspectiva del gigante asiático menos pujante, de capitales volviendo al refugio del dólar estadounidense, de una recogida de la liquidez, cambia de forma radical el escenario exterior de los últimos años, en los que Latinoamérica, además de crecer, ha conseguido reducir la pobreza y la desigualdad.

Han aprovechado bien las buenas condiciones financieras y el aumento del comercio de los últimos años, pero se ha acabado esta situación.

En estas circunstancias, con los presupuestos bajo presión por la falta de ingresos asociados a las materias primas, y el endurecimiento de la financiación exterior a la deuda pública, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ve muchas dificultades para nuevos estímulos fiscales, excepto algunos países como Perú o Colombia que se retuvieron fondos para contrarrestar estas etapas de debilidad. Los bancos centrales, que en algunos casos han intervenido para contener las diferentes depreciaciones de sus divisas, que tienen suficiente con mantener la inflación bajo control, lo que hace más difícil bajar las tasas de los tipos de interés.

Esto quiere decir que tienen mucho camino recorrido en aspectos estructurales de modernización de sus economías, para obtener mejor partido de su gran potencial. Las políticas macroeconómicas pueden ser un complemento, pero no un sustitutivo. El aumento de la productividad en estos últimos años se han quedado a la mitad del registro en los países de asiáticos emergentes, aquí Latinoamérica se han quedado rezagada. Algunas de las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial serían destinar recursos públicos, cuando es posible, y privados para aumentar la inversión de infraestructuras, avanzar en una mejor regulación de los mercados, apostar por una sanidad y educación de calidad, hacer de la depreciación, que encarece las importaciones, una oportunidad para las compañías latinoamericanas que cubren la demanda de las clases medias, preservar los programas de lucha contra la pobreza,…

Para finalizar, el motor externo ha pedido potencia, ahora es más necesario que nunca encender el motor interno del crecimiento