Los secretos del diabólico Mercedes, el carro favorito de Hitler

Acumulando polvo en un museo de Canadá y en el baúl del olvido de muchos, se encontraba el ‘diabólico Mercedes’, el carro predilecto del Führer, Adolf Hitler. El escritor estadounidense, Robert Klara lanzará el 16 de marzo ‘Las bizarras y morbosas aventuras de la limusina del Führer’ en alusión a dicho automóvil.

42 intentos de asesinatos comprobados fueron los que tuvo el hombre que puso al mundo en jaque. El Grosser 770K modelo 150 fue el encargado de proteger a Adolf Hitler en su trasegar durante la Segunda Guerra Mundial.

Mercedes Benz era la marca predilecta para los miembros del régimen nazi, es por eso que varios gobiernos lucharon para apoderarse de las propiedades de los más influyentes.

Los rusos aman aquellos lujos que dejaron los nazis, incluso coleccionaron varios carros de los líderes del régimen. “Son símbolos de la victoria de Rusia. Para los rusos la Segunda Guerra Mundial no es un evento histórico, es como si hubiera sucedido ayer”, dijo el director del museo de carros clásicos en Rusia, Dmitry Lokamov al diario inglés, The Guardian.

Según historiadores, el auto pertenecía a su lugarteniente Hermann Göring, y a pesar de que nunca lo condujo –de hecho Hitler no acostumbraba a conducir, siempre anduvo con chofer- es considerado como el ‘diabólico Mercedes’.

Primero fue encontrado por el Sargento T. Joe Azara, quien se lo vendió a Christopher Janus en 1948 por 35 mil dólares. Janus aseguró que después de eso fue contactado por varias personas que querían adquirirlo. En 1952 lo vendió a los coleccionistas George Waterman y Kirkland Gibson y últimamente fue vendido por 153 mil dólares en 1973, siendo en su época el carro más costoso.

El automóvil pesa cerca de 5 toneladas, tiene velocidad máxima de 160 kilómetros por hora, un motor M150 en línea de 8 cilindros. Toda su carrocería es blindada y su vidrio tiene un grosor de 2.5 centímetros.

El carro que viajó de Alemania a Suecia, y del país nórdico a los Estados Unidos terminó en un museo canadiense sin que los encargados del sitio supieran sobre su riqueza histórica, hasta que Robert Klara fue quien decidió narrar la historia del carro en su libro.