En pocos países del mundo (o ninguno) salvo Venezuela, una sociedad civil hubiera aguantado tanto tiempo sin rebelarse una situación económica y social tan grave, tan precaria, como la que atraviesa el país presidido antes por Chávez y ahora por Maduro. La idiosincrasia caribeña de los venezolanos, unido a ciertos factores de economía macrosubsidiada y corrupción, han sido en la última década el caldo de cultivo ideal para que el régimen chavista subsistiera día a día con más penurias que otra cosa. El tejido industrial, que es el que genera riqueza y empleo en una economía, se ha visto degradado poco a poco hasta prácticamente la inexistencia. Si a ello le unimos el derrumbe del precio del petróleo, el resultado es una estocada mortal para un régimen insostenible desde todo ángulo.
Mucho ha sufrido ya el pueblo. Desde el 4 de abril, una parte mayoritaria ya desesperada, sin comida ni medicinas, se viene echando a las calles del país todos los días para mostrarle al gobierno y al mundo entero que lo que pasa en Venezuela ya dejó de ser una crisis interna para convertirse en una situación humanitaria. Desde el comienzo de las manifestaciones, van 42 muertos, cientos de heridos y casi 2000 detenidos. Ante esta escalada de la violencia, uno se pregunta hasta cuando proseguirá esta sangría. ¿Cuántos muertos tienen que venir más para que las conciencias lleven la cordura al Gobierno? ¿En qué momento organismos internacionales como Naciones Unidas o Cruz Roja Internacional tendrán que intervenir?
La conversación que mantuve recientemente con Lilian Tintori, esposa del Leopoldo López, me dejó bien a las claras que en esta ocasión, a diferencia de 2014, el pueblo no se va a dejar del Gobierno y que seguirán tomando las calles hasta que el Gobierno convoque elecciones. En estos 3 años, el régimen ha entrado en una decadencia imposible de recomponer. La economía está completamente destruida y la deuda del país, especialmente con China, hace inviable el sistema de subsidios.
Sin embargo, discrepo de una cosa con Lilian. Ella está convencida de que la única salida a la crisis humanitaria es la salida de Maduro y la convocatoria de elecciones en diciembre de este año. Creo que es el mensaje que debe decir, pero es poco realista pensar que Maduro, precisamente ahora que está sacando su versión más violenta a las calles, deje el poder de forma voluntaria porque sí, sin más. Eso, lamentablemente no va a suceder. La solución está en el ejército. Ellos son los que tienen que hacer ver al gobierno que sí o sí, el sueño revolucionario chavista terminó. Mientras que eso no pase, seguirá corriendo sangre y miseria por las calles de Venezuela. Y el mundo, mientras tanto, mirando para otro lado.