El Real Madrid vence con solvencia a la Real Sociedad y distancia a sus seguidores en una jornada donde pincharon todos sus rivales. Kovacic, que además tuvo una noche brillante, Ronaldo y Morata firmaron la goleada de los blancos.
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El Real Madrid aprovechó la fecha para ir poniendo la casa en orden. Los blancos regresaron de vacaciones sin apenas haber deshecho las maletas. Las prisas por ponerse al día en el trabajo y los retrasos en el pago de la salud, no le han dado respiro en esta cuesta de enero, que se le ha hecho más empinada de lo esperado.
Antes del Mundial de Clubes pasó su primer Everest de partidos, que fue conquistando etapa a etapa. Pero se olvidó una vez llegó al pico de la montaña, que donde más percances ocurren es en el descenso. Cuando el cansancio y la sensación del trabajo hecho se juntan para dejarlo a uno en la mitad del camino.
Los blancos recibieron en el Benabéu una bombona de oxígeno vital para el devenir de la liga española. Aprovecharon el pinchazo de sus rivales, en una jornada que parecía rutinaria, y dieron un golpe duro sobre la mesa de cara al final del campeonato.
Dentro del campo también encontraron la vitamina necesaria. Con un Kovacic lleno de chispa, que dio aire también a Kroos para que pudiera soltarse. La fórmula que sostuvo al equipo en la derrota del miércoles en Vigo, volvió a ser el motor contra la Real Sociedad. Los cambios de ritmo del croata rompieron las líneas donostiarras e incluso soltaron a su casi siempre más estático compañero, al que se le vio hasta imitarlo con desparpajo.
En una de esas correrías verticales se plantó solo ante Rulli y le batió por lo bajo con un disparo raso. La energía del croata terminó por contagiar al resto del grupo, que hasta el momento había aparecido apagado, como suele ser costumbre en las actuaciones caseras de los de Zidane.
Otra conexión brillante en la segunda mitad entre Kroos y Kovacic habilitó de manera maestra a Ronaldo, para que este batiera con la misma clase al arquero de la Real. El luso celebró el gol como un alivio, nos había acostumbrado demasiado en las últimas jornadas ligueras al Ronaldo amargo.
El gol deshizo por completo la resistencia donostiarra. Su técnico, Eusebio, buscó la revolución con dos cambios. Quitando a dos de sus banderas, William José y Oyarzabal, para buscar más contención en lo ancho del campo. Vendió en su mensaje a sus jugadores, que lo tomaron como una rendición firmada en la que ya poco importaba.
Iñigo Martínez decidió no aguantarse el papel de derrotado y se borró del encuentro con una patada descarada a Casemiro. La roja fue la definitiva bandera blanca de los txuri urdin. Y la aprovechó un Morata que se resigna a ser el recambio de Karim Benzemá, apático una nueva noche de blanco.
El delantero reclamó junto a Lucas Vázquez el espíritu de cantera. Cabalgada del extremo, que también tiene un guante para ponerla con delicadeza en mitad del arranque. Y cabezazo del ex de la Juve al ángulo bajo, para pedir una noche más su puesto en la titular.
El Real vuelve a distanciarse con esta victoria a cuatro puntos. La derrota del Sevilla y el empate del Barcelona le dan un colchón después de un enero que ha supuesto un infierno. Con la la salida lenta de las víctimas en la enfermería, parece que poco a poco van saliendo del averno.