Madurar biche

El certamen de “Miss Tanguita”, en Barbosa Santander, ha levantado ampolla en todos los sectores sociales y de opinión del país. Ana María Ruiz señala la inconveniencia del reforzamiento de estereotipos y roles que en nada se corresponden con la niñez y que los desdibujan socialmente.

Madurar biche es una expresión coloquial puramente colombiana que se usa, por ejemplo, cuando los aguacates que aun están verdes se envuelven en periódico para que maduren más rápido. Tal cual hacen con las niñas los papás y mamás, alcaldes y organizadores de ferias y fiestas en Colombia, promoviendo la exhibición de las menores en pasarelas para competir por una corona de oropel. Las maduran biches, poniéndolas en un instante de publicidad que les arrebata el mundo infantil y las convierte, de un día para otro, en protagonistas de la fantasía de “ser grandes”.


El caso del concurso “miss tanguita” en Barbosa estalló en los medios y las redes este año gracias a que innumerables voces se escandalizaron de imaginar a niñas de 7 años desfilando en vestido de baño, en plena feria de pueblo, ante adultos que como en toda fiesta consumen licor; pero también en Popayán en este comienzo de año se celebró el reinado de la “niña fiestas de Pubenza” y faltan datos de otros municipios, que han de ser más de un centenar, en los que las fiestas -patronales o paganas- programan reinados infantiles y hacen de éstos parte de las “expresiones populares”, del “folclor de la feria”, de la “sana diversión”, de la “promoción eco ambiental” y tantas excusas con que se justifica aquí y allá el abuso de creer que es gracioso madurar biche a la niñez.


No es un fenómeno nuevo, ni mucho menos. Miss tanguita se realiza desde hace 20 años en Barbosa. La personera del municipio defiende el certamen argumentando que ella misma en su infancia fue virreina tanguita. Y el ICBF regional asegura que mientras exista autorización de los padres y vigilancia de las autoridades, no se le está violando ningún derecho a las niñas que participan.


“¿Qué niña no sueña con ser princesa o reina?”, se pregunta indignada la madre de la miss tanguita 2015. Esto es tanto como decir que para los niños que sueñan con ser los matones de los videojuegos es válido promover un concurso del que más mate; o que para los que juegan al papá y a la mamá hay que promover el sexo y tener hijos en la infancia.


Lo que se esconde detrás de la defensa de los reinados infantiles es el mantenimiento de una cultura que incita a las mujeres, desde niñas, a valorar su rol en la sociedad por la forma de sus curvas, el alisado de su pelo o la impostura de una sonrisa seductora. A ninguno de estos organizadores de fiestas populares se le ocurre promover exhibiciones de las niñas con la mayor capacidad para ser ingenieras, presidentas o médicas; ni siquiera cantantes, o bailarinas, o músicas.


Después de que los aplausos y los flashes les llegan por mostrar su cuerpo, no nos extrañemos de ver adolescentes soñando con una operación de tetas o de culo a los 15 años, o consumiéndose en la anorexia y la bulimia, en permanente contradicción con su cuerpo. Después de sexualizarlas desde los 7 años, no nos quejemos del altísimo índice de embarazos adolescentes, primer factor reproductor de la pobreza y la inequidad.


¿Cuál es el afán de madurarlas biches? Por un lado está el desquicie de la sociedad mediática que martilla todo el día el prototipo barbie como la única forma válida de cuerpo de mujer; por otro, la irresponsabilidad de los papás y mamás que permiten y promueven traer a la realidad de la vida de las niñas una fantasía vacua; y por otro, la tapa de la olla, es que la política pública de diversión al pueblo involucre a la niñez en cuestiones de adultos y legitime así las malformaciones de una cultura que distorsiona el proceso de construcción de identidad de las mujeres.


La decisión del gobernador Sergio Fajardo de prohibir la realización de concursos de belleza en las escuelas públicas de su departamento debería ser ley de la República, como propuso y no lo logró la ex parlamentaria Alba Luz Pinilla. Si es tan cierto que los derechos de los niños priman sobre los demás, el Estado tendría que prohibir la designación de un solo peso del erario público para reinados de belleza, y con mayor énfasis si éstos son infantiles. Y la marca de cervezas, que deje de patrocinar eventos que involucren niños, por siempre.