Malparidos

Columna de opinión acerca de la polémica desatada por las declaraciones del periodista deportivo argentino Elio Rossi sobre la selección colombiana de fútbol. Un país que se indigna por cosas que no guardan relación directa con sus problemáticas profundas.

Elio Rossi, un comentarista de fútbol argentino dijo esta semana que los jugadores colombianos que marcaron a Neymar en el pasado partido que ganó Colombia 1-0 eran “una banda de malparidos”. De inmediato, cuando aún seguíamos indignados porque Dunga, el técnico de Brasil había dicho que la tricolor “había jugado por un plato de comida”, respondimos como sabemos: a las malas.

No se nos ocurrió pensar que el periodista deportivo, tan periodista deportivo como los de aquí –moderado y objetivo- estaba en televisión repitiendo “malparidos” y que tal vez el hecho de que ninguno de sus compañeros se hiciera cruces por ello significase que la palabra no significara allá lo que significaba acá.

Pero nada, en grupo, en gavilla como decimos aquí, el país respondía como sabe, siguiendo la directriz de nuestro filósofo nacional, Silvestre Dangond y su máxima “el que enamore a mi mujer, yo le enamoro la de él”. Malparidamente.

Trinos, memes, comentarios de prensa y de radio, titulares en todos los tonos y todos, sin distingo, ofendidos, ofensivos, histéricos y descontextualizados. Obvio, no faltaron las tradicionales amenazas de muerte, para que sepan que a nosotros nadie nos llama malparidos.

Este país en el que hemos visto impasibles 50 años de guerra, que lleva con la mayor naturalidad su 38% de pobreza “porque hemos avanzado mucho”, que tenemos puesto 12 a nivel mundial en desigualdad (Venezuela, nuestro enemigo favorito, nos lleva 18 puntos en el índice Gini, “pero aquí al menos tenemos papel higiénico”), puesto 146 en el mundo en seguridad (le ganamos a Siria, Zimbawe, Sudán y Yemen), este país, sí señores, se indigna porque nos llaman a nuestros jugadores “malparidos” en argentino.

No nos indignan los 5,3 millones de desplazados que hemos visto con sus pancartas en los semáforos, sino que pensamos que la Policía debiera hacer algo con esa gente que afea las calles y que además no da rebaja en los aguacates que vende. “Migrantes voluntarios” los llamó en su momento de consejero presidencial, ideólogo del uribismo y ex maoísta, H.S. José Obdulio Gaviria.

Nos parece de lo más normal y hasta “invento de la mamertería que pulula en este bello país” los casi 5.000 falsos positivos que acepta la Fiscalía. “Algo habrán hecho” decían las señoras haciéndose el copete; “comunistas” agregaban los señores afinándose el bigote. “No estaban sembrando café” puntualizaba el entonces presidente, el mismo que les pedía a sus parlamentarios “votar mientras no estén en la cárcel.” El mismo que reelegimos dos veces porque tres veces no se pudo ya que el articulito les quedó mal redactado.

Este país que exterminó a todo un partido político, la UP, matando de a uno, de a 5 o de a 40, a sus militantes o a los que vivieran cerca, y que los vuelve a matar aunque se cambien de nombre 30 años después, pero todo bien, no se amargue, mamerto, que hay que pasar la página ¿Era gol de Yepes o ke ase?

Nos importa el fútbol, pero ojo, solo si ganamos. Si perdemos queremos comer técnico, desollar Tigres Falcaos, amenazar jugadores por tuiter, nos les burlamos de su gagueo o de sus mujeres. Pero, todo bien, que si mañana ganamos ya se nos olvida, y si pasado empatamos le rogamos al que ayer insultamos que nos haga el favor de ganarle al equipo de turno para que nos pase. Todo tranquilo, que por mi equipo me hago matar.

Matar nos viene bien. Una foto que circula por las redes por estos días, sobre las “reglas para salir con mi hija” dice “10. No me importa ir a la cárcel… Y no olvides que siempre una mira telescópica apuntará a tu cabeza”. Ah jajajaja, qué risa, la voy a poner en mi muro.

¿No es aquí donde decoramos con falsos disparos los autos, donde le ponemos la bocina más grande al reproductor de audio del carro, que pitamos a la primera y nos bajamos con cruceta en mano cuando nos pitan? Aquí, donde nos revienta la úlcera el tráfico mientras planeamos comprar un segundo auto para evitar el pico y placa, donde nos parece terrible eso del calentamiento global mientras pedimos doble bolsa en el supermercado, donde el alcalde que pretende deshacer los estratos socioeconómicos como ghettos urbanos nos parece “castrochavista” , porque ser como Cuba es ofensivo y peligroso. Aunque en Cuba no se les mueran los niños de desnutrición como nos pasa aquí en el Chocó y la Guajira. Aunque en Venezuela no haya que dejar que crezca el tumor canceroso mientras que a la EPS, que maneja sus dineros con los criterios sagrados de productividad y eficiencia –humanismo no-, se le da la malparida (en colombiano) gana de darnos una orden para que nos vea un especialista. ¡Pero tenemos papel higiénico y ustedes no¡ Nos lo cobran al triple, pero tenemos.

Cada mañana al levantarnos con el himno nacional a las 6 de la mañana los que hablan en las radios y pantallas nos dicen, muy puntuales, de qué nos vamos a indignar hoy, que ya lo de ayer pasó de moda: el video del atraco de anoche en Bogotá, porque Bogotá es terrible desde que manda la izquierda (aunque, ojo, si no hay video, no sirve); los luchadores del pueblo y por el pueblo que ayer volaron una torre eléctrica o un puente, o despanzurraron a unos pobres desdichados en algún monte. No te confundas, eso si, que algunos de esos pobres son héroes y otros terroristas. ¿Cómo se sabe? Si dice “neutralizado” es terrorista. Si dice “asesinado” es héroe. Ahora bien, si el héroe hace cosas malas se llama caso aislado ¿bueno? ¿No entiendes? ¿eres tonto o qué?

Al lado de los guerrilleros, como si fueran hermanos, las protestas sociales de estudiantes, campesinos o trabajadores que siempre hacen marchas inexplicadas y siempre hacen destrozos por lo que deben sufrir el justo embate del Dios y de la Patria, que a punta de bolillazos y balas de goma deben dejarlos apaleados y tuertos para el bien de la democracia. También caben en la indignación programada los negocios de los polémicos magistrados, de los polémicos parlamentarios, de los polémicos empresarios, los mismos que ayer eran los estimados doctores.

Luego, la infalible, algo de Petro, el improvisador, al que el Papa invita a hablar de cambio climático y que hace las vainas que hacen en la ahora castrochavista Nueva York, aunque allá sí es muy “cuquis di náiz”. A ver: a la una, a las dos, a las tres ¡indignados¡.

Luego los deportes entre los 10.000 comerciales, y luego los chismecitos, y listo. Informados, indignados y divertidos. Malparidos. Y malparidos nosotros que les creemos. O mejor, que decimos que les creemos sabiendo el tamaño de sus narices y la paja de sus rabos.

Este país gusta de apalear en gavilla ladrones de celulares y de elegir a ladrones del erario. Mi país del “usted no sabe quién soy yo”, de los colados en Transmilenio, del “cómo voy yo ahí”, del “pa las que sea”, del “le doy en la cara marica”, se indigna porque creemos que a todos nos llamaron malparidos (en colombiano o en argentino, da lo mismo, gonorrea) pero nos parece progreso de la locomotora minera el río desaparecido en la tierra Wayúu y el nuevo color negro carbón de las playas de Santa Marta. Este país que busca la paz a las buenas o a las malas, de “los buenos somos más”, de violencias legítimas y violencias ilegales, al que le parecen muy mal que los tarados de la guerrilla volteen camionados de petróleo en un río, pero les vienen muy bien las oportunidades para el capital inversionista que nos van a meter líquidos en los acuíferos para hacer el fracking. Este país.


Me dijo @OscarBonillaDG esta mañana “eso de malparidos es solo la punta del iceberg”. Y agregó @MrIlseKoch “el periodista argentino se quedó corto. Nosotros somos es unos malparidos hijueputas.” Y si.