Media torta de Salsa

Los bogotanos siguen disfrutando de uno de los géneros más escuchados en la capital. Los asistentes se las arreglaron para gozarse el segundo día de Salsa al Parque. Imágenes.

La cita ya no era en la plaza de Bolívar. Ya no estaban el estelar Gran Combo de Puerto Rico ni el legendario tecladista estadounidense Eddie Palmieri. El festival Salsa al Parque se trasladaba a la media torta para el segundo día de música.

Allí, a la primera este con 18, llegaron los fanáticos de las claves y el son. Desde la estatua de ‘La Pola’, ubicada en el eje ambiental, los salseros subieron caminando una loma que desembocaba en el tradicional escenario de eventos del centro de la capital.

Como en una procesión, los fieles llegaron a encontrarse con la salsa. Este día del Festival estaba dedicado a dar un homenaje a Miguel Granados Arjona, “el viejo Mike”, a los melómanos y coleccionistas y a una de las orquestas más reconocidas de la escena local, La charanga New York.

El público no era mucho pero sí muy ruidoso. Armado de claves y maracas pintadas de la bandera de Puerto Rico, interpretó a su modo los temas que iban sondando, primero en los parlantes y luego en las voces de los cantantes.

En las graderías de la media torta, los asistentes bailaban solos, observaban o comían fritanga con chicha. Y los que se animaban a bailar bajaban hasta la pista improvisada. Varias parejas se decidieron a ‘echar paso’.

Primero, los melómanos subieron a la tarima y saludaron a la gente. Luego, uno tras otro, pusieron temas de antaño en los parlantes del escenario y prendieron la fiesta bogotana.

Luego fue la Charanga New York, una orquesta creada en 2003 que se ha ganado un espacio en las emisoras y los bares de salsa de la ciudad, la se subió a la tarima. Los tres cantantes y la orquesta interpretaron canciones que para el público ya eran conocidas.

Salsa al parque es una fiesta, un evento lleno de color. Los ‘rolos’ se gozan un género que tiene sus raíces en la costa caribe y en el Valle del Cauca pero que hace rato hace parte del inconsciente colectivo de la capital.

El segundo día del Festival, que ya cuenta con 15 años de historia, fue una muestra más de que la Salsa tiene un espacio real en Bogotá. De a poco crecen los bares, el intercambio de discos y los expertos.

Viejos y niños se adueñaron de la media torta para bailar y escuchar salsa.