‘La Pulga’, obtuvo su quinto premio al mejor jugador del año, lo que lo convierte en el mayor ganador de la historia de este certamen. En cambio, sigue teniendo pendiente el Premio Puskas.
“No me sorprendería que ganase Messi o Neymar, aunque creo que Leo tiene ventaja”. Las palabras de Cristiano no formaban parte de ninguna predicción, respondían a la lógica de una previsible gala. Ni más ni menos. El portugués era consciente de que el argentino está un peldaño por encima del resto de sus compañeros de profesión. El ganador del Balón de Oro era lo menos imprevisible de una gala en la que se antojaba más interesante quién se llevaba la medalla de plata y quién la de bronce. Poco amigo del protagonismo, a pesar de convertirse en el primer jugador que colecciona cinco Balones de Oro, Leo Messi quiso pasar tan desapercibido que, en esta ocasión, ni siquiera llamó la atención la elección de su vestuariocomo sí ocurrió en anteriores ediciones de la cita.
Al contrario que cuando viste de corto y se harta de improvisar el guión que sigue cuando inventa con el balón, Leo Messi sabía perfectamente qué tenía que hacer en Zúrich cuando escuchó su nombre. El delantero del Barcelona hizo una ligera mueca, besó a su mujer y se levantó para recibir la cariñosa felicitación de Neymar y el apretón de manos de Cristiano Ronaldo. Acto seguido, se dirigió al escenario donde le esperaba Kaká con el título individual que todo jugador anhela tener en su palmarés personal. Miró el trofeo como si fuera la primera vez, como si no estuviera más que acostumbrado a encontrarse con él. Fue entonces cuando la primera tímida sonrisa se dibujó en el rostro del argentino.
Entre sus manos, el trofeo que le acredita como el mejor jugador del mundo. El quinto Balón de Oro que ha sostenido a lo largo de su carrera, una imagen quesólo él ha protagonizado tantas veces. El brillo de Messi volvió a ser dorado después de dos años a la sombra de Cristiano Ronaldo. Esta vez no hubo grito ni lágrimas, simplemente el breve y sencillo discurso de alguien para quien el fútbol es todo: “Para mí, es muy especial volver a estar aquí y lograr el Balón de Oro después de dos años mirando cómo lo ganaba Cristiano. Es increíble que sea el quinto, es mucho más de lo que imaginaba cuando era chiquito”. Tras sus primeras palabras, llegaron los agradecimientos: “Como siempre quiero dar las gracias a todos los que me han votado y a mis compañeros, sin ellos no sería posible. Y, por último, quiero agradecer al fútbol en general por lo bueno y lo malo que me ha dado; me hizo crecer y aprender todo en la vida”. Después llegaron las amplias sonrisas, los saludos a su hijo que hacia lo propio desde el patio de butcas, el selfie con el entrenador y el nuevo encuentro con Cristiano y Neymar.
Tan previsible era todo en la gala en la que el nombre de Leo Messi fue grabado en el Balón de Oro por quinta vez que no sorprendió ni el vestuario elegido para semejante cita. En los dos últimos años, el argentino fue más protagonista en la alfombra roja que en la entrega del trofeo gracias al torrente de comentarios que provocaron aquella chaqueta de lunares y al traje de color magenta. En esta ocasión, la sobriedad del negro acompañó a un Messi que brilla por sí solo. Este año fueron Pogba y su chaqueta brocada el centro de los focos en el desfile previo a la gala. No hubo lugar para las sorpresas; tanto que las únicas dudas surgieron en torno al nombre delsegundo clasificado (Cristiano Ronaldo con el 27,76% de los votos frente al 7’86% que recibió Neymar) y al porcentaje de votos que recibió el argentino. ¿Superaría el 97% de 2009? Se quedó lejos de semejante cifra: un 41,33%.
Messi ya tiene su particular ‘manita’ de Balones de Oro, algo inimaginable cuando Leo comenzó a dar patadas al balón. Ni siquiera hoy en día su propio padre termina de creerse lo que es capaz de hacer su hijo. Y es que esto también entra dentro de la lógica si tenemos en cuenta que hablar del delantero argentino es hacerlo de un jugador especial y diferente a todo lo que había visto el mundo del fútbol hasta su llegada. Muchos dicen de él que, como cantaba Calamaro a Maradona, es un hombre pegado a una pelota de cuero. Sería, incluso, más acertado señalar que el balón forma parte de la figura de Leo Messi. Más aún cuando ha conseguido que sus rivales -tanto jugadores como entrenadores- asuman que pararle es una misión que se antoja imposible. Ha desterrado el factor sorpresa de su fútbol porque de ello ha hecho algo normal en él.
Acompañado de su impertérrita timidez y de la naturalidad de alguien que considera que no hace nada extraordinario, Messi camufla su sibilina y letal inteligencia sobre el césped. Leo colecciona un récord tras otro sin proponérselo; lo hace porque, simplemente, jugar al fútbol es todo para él y se trata de lo que más le gusta hacer sobre la faz de la Tierra. En sus botas residen, impolutos, la ilusión, las ganas y, sobre todo, el talento del enjuto jugador que dejaba bocas abiertas y un reguero de elogios a su paso desde su más tierna infancia. Y es que cuando a su círculo más cercano le preguntacómo es Leo Messi, la respuesta es tan sencilla como tajante: el mejor futbolista del mundo. Lo seguirá siendo hasta que él quiera… aunque a él le valga con ser buena persona.