“Fue una experiencia difícil, dura, pero valió la pena”, así narra Alan Jara, exsecuestrado de las Farc por ocho años y ahora gobernador del departamento del Meta,
su encuentro con las Farc en la mesa de La Habana. Dice que hay “mucha rabia, resentimientos y dolor” en la sociedad y que se sentiría más reparado si no existieran más secuestros, más que si encarcelan a quien lo secuestró.
¿Cómo le fue en La Habana?
Fue difícil, porque necesariamente uno recuerda todo lo que sucedió durante tanto tiempo.Todo empieza como una película.
¿Cuándo empieza esa película: cuando le dicen que van a ir a La Habana o cuando se están subiendo al avión?
Desde que me llaman de las Naciones Unidas y me dicen, “va a ir”. Cuando me bajé del avión, llegué a un salón donde protocolariamente reciben los representantes del Reino de Noruega y los de Cuba y nos dicen: “ahí está la delegación del Gobierno y de las Farc” y nos preguntan si queremos saludar.Pues hombre, si uno va, pues saluda.
Entre y saludé y había dos guerrilleros que no los identificaba muy bien, pero al tercero sí, al reconocerlo se generó un impacto, un choque, pero dice uno: “esto es por una buena causa y venimos hacerle un aporte a la paz” y con esa convicción estábamos las 12 víctimas de este grupo. Luego preparamos las palabras, pero siempre recordando todo.
¿Y en ese momento previo a exponer sus palabras en qué pensó?
Dividí mis 15 minutos en tres temas. El primero en lo que me pasó, lo quería reiterar. Era un derecho que yo tenía, contar mi historia desde mi perspectiva. Desde el momento en que me bajan de un vehículo de las Naciones Unidas que (es la primera violación no solo a mis derechos, sino ante el Derecho Internacional Humanitario), hasta el día de mi liberación. Menciono los momentos más difíciles.
Lo segundo que hice fue plantear que, si bien es cierto que me considero triplemente bendecido por volver a la vida y haberla podido retomar y estar con mi familia, no a todos les había pasado, y teniendo en cuenta esto consideraba muy importante reconocer a muchas familias que no saben qué pasó con su ser querido, que continúan enviando mensajes por programas radiales.
Finalmente, hablé sobre impulsar y fortalecer el proceso.De no darle argumentos a quienes no son los amigos de la paz, era conveniente plantear en la mesa de negociación la posibilidad de unos acuerdos básicos; que no hay que esperar que todo esté acordado, sino que se podría pensar en temas de reclutamiento de menores o atentados con la infraestructura. También considero que si se firma la paz se podría ir adelantando políticas de inversión en las regiones. Planteé cómo era necesario que se trazara una inversión, una construcción de paz directamente proporcional de lo que se ha gastado en la guerra.
La propuesta es interesante, ¿pero cómo llevarla al Meta, por ejemplo, en el tema de inversión?
En el país estamos hablando de pos-conflicto, pero en el Meta estamos viviendo el conflicto; el mismo conflicto ha hecho que haya regiones enteras que no hayan tenido presencia del Estado por décadas, por ejemplo, el municipio del Macarena que no tenía ni luz eléctrica ni carretera. Para ir al municipio desde Villavicencio solo se podía en avión; luego se hizo una vía, pero tocaba venir a Bogotá pasar por Neiva, Caquetá y cuando se llegaba a San Vicente del Caguán, de ahí quedaba a 6 horas para poder llegar.En ese sentido es imposible que pueda haber desarrollo, proyectos productivos de vida en esas circunstancias.
El mapa de las necesidades básicas insatisfechas coincide mucho con el mapa de la violencia, pero además de eso en esas regiones están las víctimas, es así como hay una doble razón para preocuparse por esas zonas.
¿Por qué cree que los argumentos de ustedes (las víctimas) por esa ilusión de la paz no calan en la mitad del país?
Hay mucha rabia, hay muchos resentimientos y dolor. Las personas tal vez no se han puesto a reflexionar sobre lo que conduce esos sentimientos, por ejemplo: -muchos conductores cuando los cierran su reacción es adelantarse y también cerrarlo- y esa es una actitud muy humana y frecuente; cuando lo hacen no se ponen a pensar que esa acción lo puede perjudicar a él mismo. Creo que nos está pasando lo mismo. Son tantos años de dolor y conflicto que no nos ponemos a pensar que hay la posibilidad de “respirar paz”.
Voy a poner otro ejemplo: a veces uno se pone bravo con alguien y se amarga la vida cada vez que lo ve y ni siquiera esa persona sabe que está uno bravo, y no se trasnocha ni deja de comer; y eso también nos pasa a las víctimas. Pero finalmente uno es el que se hace daño así mismo. Por eso considero que el tema del perdón es para uno, para no sufrir; para no dañarse la vida, porque si uno sigue en esa condición es como si siguiera secuestrado.
Por otro lado, me sentiría mucho más reparado, si por ejemplo, no existirán más secuestros, que si encarcelan al que me secuestró. Porque si encarcelan al que me secuestró no arreglan el problema.
¿Cree que el país en algún momento debería escuchar esos testimonios o es demasiado privado? Pensando en que quizás lo que se está tratando en La Habana se pueda conectar con este país indolente.
No es una mala idea, solo habría dos comentarios: En muchas regiones de Colombia todavía hay conflicto y lo que puede estar narrando una víctima puede estar sucediendo hoy. Y esa víctima seguramente tendrá que volver a su territorio y enfrentar una realidad de lo que se vive hoy en día; entonces, muchas tienen temor frente a esto, tal vez eso es lo que ha generado que haya una especie de protección con las historias de las víctimas. Segundo, hay personas que cuentan su historia, pero hay algunas que no quieren que nadie lo sepa, pero sí podría ser útil que a la mesa y al país llegara ese dolor y el anhelo de que nunca vuelva a pasar, es decir,sí hace falta que la sociedad se entere de eso.
Sobre los acuerdos: ¿Cómo los resumiría en términos técnicos y qué peso les ve a esos documentos?
Son muy importantes. Es la primera vez que hay unos acuerdos sobre la mesa y eso no se puede dejar pasar, no es un detalle menor. Nunca se había hecho. Y lo voy a ilustrar así: de los grupos que han ido a La Habana el único heterogéneo y tan dispar es este; lo primero que pensaron los organizadores es que no iba a ser posible un comunicado conjunto de las victimas por esa heterogeneidad y nosotros,prácticamente en 15 minutos, llegamos a unos acuerdos.
En ese sentido creo que los acuerdos en una escala muchísimo mayor es lo que representa, sin embargo no estoy diciendo que esté resuelto, porque son 50 años de conflicto y hay posiciones muy radicales porque cada uno defiende lo que piensa y es válido, lo que no es válido es que por eso nos matemos y siga el conflicto armado.
¿Ese documento apunta a un mejor país?
Sí, claro. Esa es una de las cosas que nos deben convocar a todos. Si todos queremos a un mejor país,hagámoslo. Hay cosas en las que no coincidimos, pero en lo que sí convenimos, pues hagamos ese esfuerzo. El propósito de la mesa tiene que ser ese. El cómo hacerlo genera grandes diferencias, pero esa tiene que ser la orientación.
Meta es un departamento que está en la mira y tiene muchos aportes en el tema de la paz y el pos-conflicto, teniendo en cuenta esto ¿usted ve a la gente del Meta o esas familias de guerrilleros que podrían llegar a ser parte de una sociedad desarmada?
En el departamento por ser una zona guerrillera hay más víctimas que victimarios, entonces no nos podemos centrar en los que vienen sin tener en cuenta los que están, no se puede privilegiar al que viene frente al que sufrió y se quedó sufriendo. Para que podamos pensar en una paz y para que el conflicto en verdad termine, no se puede olvidar el componente: víctimas. Este tema no es ir a La Habana, el tema es que ese dolorque hemos expresadose refleje, que en lo que se va a hacer, se considere el sufrimiento y las necesidades de las víctimas.
Una cosa son las víctimas que han ido a La Habana para expresar su dolor y otra muy distinta son los familiares de las victimas (la gente, la sociedad). ¿Qué se puede percibir, qué tan dispuestos están a perdonar?
Esto es muy complicado porque a todo lo que hemos hablado se suma una gran polarización en el país, y esa polarización ha llevado a que la sociedad se dividida y que terminen fusionando a las víctimas con victimarios. Eso hace que se tome posiciones radicales. He oído con mucha preocupación lo siguiente: Pregunto, ¿usted está de acuerdo con la paz? Y responden que “sí”, pero se explico lo que involucra eso y dicen: “allá en su departamento acá no”. Hay que pensar en la necesidad desde ya, en la creación de escuelas de perdón; porque perdonar no es fácil.
¿Qué futuro le ve al proceso?
Siempre he dicho que soy un optimista obligado por las circunstancias, por la vida, y esto hace que uno dimensione bien todo y se sobreponga. Hay personas que no quieren oír argumentos, y no es que nos los entienda o los compartan, es que ni siquiera los quieren oír y eso le hace mucho daño a la sociedad.
¿Cómo se construye paz desde las regiones?
Indiscutiblemente en el tema de construcción de paz tiene que haber inversión social en las regiones en donde ha habido más conflicto. Necesariamente cuando se está hablando de construir paz, se está discutiendo de un concepto que va más allá de la terminación del conflicto o del silencio de los fusiles. Es decir, se hace con inversión social, que sean viables los proyectos de vida de las personas, hay que generar condiciones de mayor equidad.
¿Luego de su liberación imaginó estar al frente de sus victimarios?
La verdad en un futuro cercano, no. Soy uno de los que me niego a creer que estemos condenados a vivir un conflicto eterno, no puede ser así, pensaba en que algún día tenía que haber paz en Colombia y desde luego aspiro a verla. No que la vean mis nietos, sino yo. Pero nunca imaginé lo que se dio ahora (el encuentro). Fue una experiencia difícil, dura, pero valió la pena.