Pese al secuestro que padecieron por parte de las FARC, y su posterior persecución tras escapar del cautiverio, el ganadero Pablo Fajardo y el sargento de la policía Luis Erazo revelaron en un conversatorio de la Feria del Libro de Bogotá que perdonaron a sus victimarios, e invitaron al resto del país a unirse a esta causa.
Pablo Fajardo estuvo retenido 16 días en el departamento del Meta, mientras que Luis Erazo pasó 12 años encadenado en las selvas del Caquetá, en manos de la guerrilla FARC. La diferencia en tiempo no cambió, sin embargo, las secuelas que dejó aquel mal trago ni el deseo común de perdonar.
Esa fue la conclusión a la que llegaron ambas víctimas el pasado viernes en un conversatorio en la vigésimo novena Feria del Libro de Bogotá. Allí se reunieron para hablar del hecho, en un encuentro conducido por la subdirectora de la Unidad para las Víctimas, Iris Marín.
“Decidí perdonarme y perdonar a las personas que me hicieron el daño, que acabaron con mi capital y el trabajo de toda la vida”, aseguró Fajardo, quien regresó el año pasado del exilio que vivía en Suecia, con el apoyo de la Unidad.
El otrora ganadero, de unos 50 años, fue secuestrado en 2003 en el municipio de Pueblo Rico (Meta). “Me acusaban de ser informante”, relató, con la voz quebrada. Tras dos semanas en cautiverio, “llegó el Ejército a sobrevolar la zona porque había bastante presencia de guerrilla”, contó. “Al trasladarme de un sitio a otro, logré escapar. Los guerrilleros me dispararon muchísimo pero corrí durante un día y una noche”, agregó.
Luego de la fuga, Fajardo se trasladó a Bogotá, donde lo siguieron los insurgentes. Por ello, tuvo que salir del país. Primero, hacia Panamá; luego, a Costa Rica; y finalmente, a Suecia, donde se encontraba antes de regresar.
“Fue muy difícil. Hablaban otro idioma que no sabía, por mi mente sólo pasaba que tendría un auxilio por cinco años… y quería regresar a Colombia”, añadió. En este sentido, recibió el apoyo del equipo de la Unidad que trabaja con los connacionales víctimas en el exterior.
Por otra parte, para Erazo, “cuando usted perdona, va a empezar a tener otra luz para continuar nuevas metas”. “Quien no ha sufrido en carne propia el flagelo del secuestro, del desplazamiento, puede decir muchas cosas (…) pero considero que nuestros dirigentes están en la obligación de buscar la convivencia del pueblo colombiano”, dijo.
El sargento de la policía cayó en poder de la guerrilla en Curillo (Caquetá), donde ejercía como comandante de policía. Tras un combate de 11 horas, “mataron a unos patrulleros, a otros los hirieron, y a los que quedamos al final, nos llevaron secuestrados”, afirmó.
Erazo pasó 12 años en la selva, encadenado. Pastuso, le debía devoción a la Virgen de Las Lajas, que según él, le ayudó a sobrellevar el calvario. “El 26 noviembre de 2011 hubo una incursión en el área (donde estaban) después de 42 días de caminatas. Una unidad del Ejército se topó con la cuadrilla que tenía secuestrados a cinco uniformados”, contó.
Él corrió y se logró salvar pero los otros cuatro miembros de las fuerzas armadas que estaban cautivos con él fallecieron: el coronel Édgar Duarte, el mayor Elkin Hernández, el sargento José Libio Martínez y el intendente Álvaro Moreno.
“Regresé, encontré a mi familia muy cambiada, a la institución (de policía) también muy cambiada”, confesó.
Posteriormente, y ya en Bogotá, Erazo fue igualmente perseguido y tuvo que salir de Colombia.
“Permanecí en Costa Rica durante un año pero uno siempre anhela su patria, su familia. Cuando uno está afuera siempre es un invitado, un extranjero”, aseguró el sargento, una de las 27.357 víctimas directas de secuestro, según el Registro Único de Víctimas que lleva la Unidad.
Además de la cifra, se consideran afectados otros 3.761 colombianos que padecieron indirectamente la privación de la libertad de sus familiares.
Hasta el momento, la Unidad para las Víctimas ha entregado indemnizaciones administrativas para más de 10.000 personas por este hecho, por un valor cercano a los 220.000 millones de pesos.