El presidente espera poder empezar a presentar resultados positivos este año.
Seis meses después de asumir la presidencia argentina, Mauricio Macri espera que las duras medidas de ajuste aplicadas en este tiempo empiecen a surtir efecto y permitan al país salir de la grave crisis heredada de su predecesora, Cristina Fernández, y afrontar 2017 con un panorama distinto. Hasta entonces, medidas como los despidos de trabajadores públicos, los recortes en el presupuesto, las subidas de tarifas de agua, luz y gas y la incapacidad para frenar la inflación han reducido el margen de maniobra del mandatario, que necesita poder presentar algún éxito cuanto antes.
Como explica en su último informe la consultora Llorente y Cuenca, los primeros meses de Macri han requerido de una dura dosis de medidas que el Gobierno justifica como “la medicina es amarga, pero es necesaria”. Por ejemplo, subidas del 200% en servicios y suministros públicos para reducir los enormes subsidios que se mantenían desde los años posteriores al “corralito” y que habían quedado muy retrasados respecto de los crecientes precios locales. Aun así, muchas tarifas siguen subvencionadas, lo que explica casi al completo el 5,4% de déficit que mantiene el Estado.
Estas medidas han provocado un recalentamiento de la inflación, enorme durante los años kirchneristas y que este año puede cerrar en torno al 35%, según las estimaciones de analistas. Los datos reales apenas están disponibles, porque el instituto de estadística (INDEC) llevaba desde diciembre en reconstrucción tras dos legislaturas de manipulación y datos inventados. Este mes publicó su primera estimación mensual desde la llegada del nuevo Gobierno, de un 4,2% en mayo. El resultado de la subida de este año, frente a un 30% en 2015, ha sido una caída del 3,6% interanual en las ventas de supermercados y un creciente descontento entre las clases más desfavorecidas. El número de niños en situación de pobreza, que a principios de año se situaba en 4 millones, es una realidad muy preocupante para cualquier Ejecutivo.
A la situación económica del país se le suma la de su principal socio comercial, Brasil. Su vecino lleva todo el año en una profunda crisis económica y política que ha afectado a sus intercambios, que cayeron de 40.000 millones de dólares en 2011 a 23.000 en 2015. El efecto de todas estas crisis y duras medidas ha sido que el crecimiento del PIB argentino este año apenas llegará al 0,7% según estimaciones del Banco Mundial.
Macri ha aceptado el castigo, pero no ha perdido la ocasión para culpar de la situación al anterior Gobierno, cuyos fallos recogió en un brutal informe, titulado “El Estado del estado” en el que acusaba a Fernández de tener contratadas “diez telefonistas para atender un solo teléfono” y otras situaciones de despilfarro y corrupción. A eso se añade la descomposición de su antiguo equipo, con escenas tan rocambolescas como la detención de un exsecretario intentando ocultar 10 millones de dólares en una maleta dentro de un falso convento.
Las esperanzas del Gobierno
En el balance favorable, Macri no deja de celebrar “haberse reintegrado en el mundo”, poniendo punto y final al conflicto con los “holdouts” que mantenían viva la suspensión de pagos de 2001, con lo que pudo finalmente volver al mercado internacional de deuda del que había estado ausente desde entonces. El fin del “cepo cambiario”, un control de capitales con el que Fernández intentaba mantener un tipo de cambio irreal (y que provocó la aparición de un floreciente mercado negro) levantó las barreras a la inversión externa y frenó la devaluación del peso: en 2014, en el mercado negro se pagaba un dólar a 15 pesos, frente a los 14,50 que esta semana se pedían en el mercado libre.
Además, el giro de política internacional del Gobierno macrista le ha acercado a EEUU y a Europa -han visitado Buenos Aires líderes como Barack Obama, François Hollande o Matteo Renzi-, lo que favorece las misiones de captación de inversiones frente a los años en que Fernández prefería acercarse a Irán -con el que firmó un polémico memorándum de entendimiento- o Rusia.
Uno de los hechos más sorprendentes en estos meses ha sido ver a los peronistas, que controlan la mayoría del Congreso, tenderle la mano a Macri para aprobar medidas como la que permitía la negociación con los “fondos buitre” por la deuda. La división del Frente para la Victoria de Fernández con la salida de una facción llamada Bloque Justicialista colocó a la coalición oficialista como primera minoría en la cámara. Además, la oferta de entendimiento de los justicialistas y los peronistas de UNA, el partido del excandidato presidencial Sergio Massa, ha permitido a Macri aprobar bastante más legislación de la que esperaba para ser el primer presidente que llega al poder sin controlar el legislativo en solitario.
La descomposición del anterior Gobierno kirchnerista, con escenas rocambolescas como la detención del exsecretario José López con 9 millones de dólares en un falso convento o la imputación de la propia Fernández, le han dado un margen de maniobra frente a escándalos como la aparición de su padre, Franco Macri, en los “Papeles de Panamá”. Aun así, el presidente sabe que el año que viene serán las elecciones de mitad de mandato y que si no tiene resultados que presentar, el peronismo volverá a sacar su músculo.