Todavía algunos, con los ojos llorosos, recuerdan las emocionantes imágenes de los deportistas rompiendo records olímpicos o ganando medallas a pesar de los escasos recursos que reciben de sus países. Como los míticos Usain Bolt y Michael Phelps se irán a sus casas satisfechos del trabajo realizado y con historias de superhombres para contar a sus nietos, o como una muy brillante delegación colombiana elevo a las alturas el mayor reto olímpico de la historia del país.
En las calles de Rio la gente no se cree que los juegos hayan terminado. Los que abandonan el país después de estas semanas de calor y una muy mediocre organización, están suficientemente satisfechos de lo que al final han recibido a cambio de sus dólares. Los otros, los que viven en la ciudad, vieron imposible su asistencia a los eventos por la locura de los precios de los boletos, vivieron el caos del tráfico y los controles policiales, que hicieron inviable la externalización de sus sentimientos patrios, aunque alcanzaron a gozarlos por la televisión de sus casas.
Mientras tanto el país vuelve a la normalidad después de este guayabo. Vuelven las preguntas de si todo este show ha merecido la pena. Vuelven los críticos a anunciar el peor de los destinos a las costosas instalaciones olímpicas, después de los días asignados a los juegos paraolímpicos caerán a buen seguro en el abandono. Vuelven a mirar la realidad que les espera en los próximos meses, las cifras económicas preocupantes, el desempleo creciendo por encima del 10 por ciento o la inflación sobre el 8,8 por ciento, entre otros indicadores.
La realidad lleva al país otra vez a mirar el proceso de impeachment que los días 30 y 31 de este mes, decidirán la continuidad o no de la ex presidenta Dilma. La gran mayoría de los senadores parece que se inclinan por su salida y así allanar el camino no exento de dificultades que el Presidente Temer tiene por delante.
La ex presidenta se siente muy abandonada por su partido, el cual lógicamente está buscando un espacio para reinventarse y no salir del todo quemado de esta crisis. También se siente dejada de la mano de Dios por su mentor Lula da Silva, quien con un puñado de casos judiciales encima, necesita todo su tiempo para salir airoso de estas acusaciones de enriquecimiento en los escándalos petroleros.
Pero el peor momento económico parece haber pasado, después de un PIB de -3.5% . El Presidente Temer tiene por delante una lista de tareas que le llevaran a replantear el modelo de desarrollo necesario para salir de la crisis. Las reformas que presentara en breve le ayudaran a salir de la senda de los números rojos y estar en un triste crecimiento positivo del 1.2%.
El elevado gasto público, el despilfarro de las administraciones regionales y municipales, a pesar de la mejora del real apreciándose este año alrededor de un 25% con respecto al dólar, llevarán al gobierno a plantear un techo de gasto limitado por ley, que hará que, con otras mínimas reformas tributarias y económicas, se puedan cumplir los retos para volver al crecimiento. Los mercados ya descuentan con optimismo estas reformas, y demandan otras que vayan acompañadas de desinversiones en activos públicos.
Brasil primera potencia regional, no puede permitirse mucho mas tiempo estar en vía muerta. Necesita retomar el pulso político en sus instituciones, jugar otra vez en los escenarios internacionales, necesita definir en que lado del mundo quiere aportar sus talentos y las capacidades de sus empresas. Necesita definir el modelo social que haga que la gran brecha de las desigualdades se vaya acortando.
El Presidente Temer, quien también debe algunas explicaciones de sus relaciones petroleras, tiene que decididamente empujar el país hacia adelante, pensando que en octubre hay elecciones municipales y eso podría volver a hipotecar su capacidad política para hacer los cambios necesarios.