Dilma Rousseff fue destituida pero no inhabilitada para ejercer cargos públicos en los siguientes ocho años. Opinión
Premio de consolación con el cual el Senado quiere lavarse las manos de un golpe de estado de los partidos políticos que buscan blindarse de las investigaciones por corrupción. Brasil perdió y América Latina también. La democracia en ésta región otra vez debe reinventarse y con ello sus sistemas políticos y las constituciones, las cuales están llenas de trampas que impiden la construcción de instituciones propias, fuertes y duraderas.
Por este camino la región jamás dejará de ser el patio trasero de cualquier imperio. Ayer España, hoy Estados Unidos, mañana China. La izquierda debe reinventarse. Estos experimentos político sociales sin cambiar nada y sin medios de comunicación propios, imparciales y democráticos, sumados a evidentes errores de gestión, son fatales para los pueblos y los países como un todo.
Se cierra un ciclo de la izquierda democrática en la región y se abre uno nuevo de la derecha, que ha sumido a este continente en atraso, corrupción, injusticia, inequidad y violencia. Ésta no será jamás la región del futuro, porque es la misma línea política que en Colombia quiere abortar los acuerdos de paz. Es la misma daga que atraviesa las sociedades latinoamericanas por culpa de sistemas políticos ahogados en clientelismo, crimen, corrupción, cortoplacismo y antinacionalismo.
Lo sucedido en Brasil es también un golpe geopolítico: desaparecen los BRICS, porque una economía emergente que despuntaba como nueva potencia mundial, ha sido anulada con la complicidad de la dirigencia de facto de su propio país, y la culpa del partido que ostentaba el poder, el PT. De los cuatro gigantes del club de los BRICS, Brasil era el más vulnerable por no tener capacidades consolidadas en materia de conocimiento, desarrollo productivo y militar. A China, India y Rusia es imposible bloquearlos, son potencias políticas, económicas, tecnológicas y militares. Brasil, en cambio es una nación que no ha desplegado su potencial militar e innovador que lo hubiera salvado de la caída de los commodities, factor que precipitó su crisis económica en un marco de corrupción de los partidos políticos y el sector privado.
Brasil se aceleró en hacer los cambios sociales y en adelantar un proyecto nacional de desarrollo económico en menos tiempo del que toman estos procesos. De esa manera, llegó la crisis de los precios de los recursos naturales, y se encontró con una economía que debió sobregirarse para salvarse. Al no lograrlo en un marco de corrupción y retoma del poder por la derecha, se llevó por delante una presidenta, una constitución y un proyecto nacional de desarrollo. Las medidas adoptadas por Temer al día siguiente de asumir interinamente la presidencia, así lo evidencia: Brasil, otra vez república bananera.