¡Odio comerme las uñas!

La onicofagia, o el hábito de comerse las uñas, afecta a más personas de las que se cree, y en algunos casos puede convertirse en un problema mayor.

Aunque no lo parezca, la onicofagia termina convirtiéndose en un problema, puesto que la persona no solo se muerde la uña, sino los alrededores del dedo, lo que en casos extremos resulta en dolorosas heridas, inflamaciones, sangrados, infecciones, deformidad en los dedos, problemas dentales y principal causante de maloclusiones, tanto en niños como en adultos.

Martha Gómez, psiquiatra, asegura que este problema es más que una manía: “es una alteración del sistema nervioso, o resultado de una desestabilidad emocional”. Mauricio Pulido, médico general, asegura que este mal hábito comienza de los 4 a 6 años de edad y aumenta en la adolescencia. Sin embargo, se presenta más frecuentemente en niños que adultos, y se da por igual tanto en hombres como en mujeres.

Por otro lado, según Jessica Molano, psicóloga clínica, las personas que acostumbran a morderse las uñas, en la mayoría de casos, manifiestan agresividad, ansiedad, estados compulsivos y obsesivos, angustia, miedos, estrés, entre otros.

Las personas que padecen de este problema deben ser conscientes y trabajar en ello, para que no se vuelva un obstáculo, especialmente en situaciones en las que las manos cumplen un papel fundamental en la imagen y presentación personal, como en una entrevista de trabajo. “Alguien que se muerda las uñas fácilmente puede mostrar inseguridad, preocupación, poco control de su personalidad, de sus comportamientos y de sus emociones”, asegura la psicóloga.

Molano cuenta que algunos de los rasgos que distinguen la onicofagia son visibles en personas ansiosas, con problemas familiares; en aquellos que no tuvieron un buen vínculo con sus padres, puesto que no recibieron seguridad durante su desarrollo; igualmente en individuos que han presentado dificultades en sus contextos sociales, poco sociables, tímidos y miedosos a la hora de afrontar una situación.

Por otro lado, para evitar lastimarse los dedos y buscar reducir su ansiedad, los onicofágicos suelen morder objetos como esferos, lápices, tapas entre otros, lo que termina convirtiéndose en una relajante pero problemática distracción.

Johana Cotes, odontóloga, asegura que esto produce una grave afectación en la salud dental: “esta terrible manía genera desgaste y astillamiento prematuro de los incisivos centrales superiores, afectación en la estética bucal, y produce malformaciones dentales, ya que en muchos casos los dientes tienden a torcerse, lo que perjudica la posición adecuada de la mordida”.

El tratamiento propuesto por Cotes cuenta con la colaboración de un psicoterapeuta, sin dejar de lado la disposición del paciente. El odontólogo se encarga de fabricar una placa para evitar el desgaste, “y en caso de que el paciente ya haya sufrido algún tipo de alteración en la oclusión, sería necesario recurrir a una ortodoncia“, explica la odontóloga.

Camila Roa, de 28 años, cuenta cómo desde niña adquirió esta manía; ella suele ser una persona muy nerviosa y ansiosa. No solo se le ha dificultado dejar de comerse las uñas, sino varios tics que tiene en su cuerpo, y agrega que ha usado productos de todas las marcas en búsqueda de una solución, pero en ninguno ha encontrado resultados positivos.

Del mismo modo, Roa tiene muchos problemas en su vida personal, lo que puede ser un factor influyente en que el hábito aumente. Igualmente, dice que muchas veces no para de morderse las uñas y los dedos, incluso hasta llegar a sangrar. Esto le genera un conflicto emocional aún mayor, ya que se avergüenza de sus manos: “me aplico esmalte y también termino comiéndomelo, además siento que desde que murió mi hermana la depresión que siento me crea mayor ansiedad, y es insoportable porque me da pena mostrar mis manos”.

Como en el caso de Camila, los pacientes que presentan el hábito compulsivo de comerse las uñas también se afectan emocionalmente, ya que al percibir el mal aspecto físico y estético de sus dientes y manos, pueden llegar a tener problemas de auto-aceptación, como la baja autoestima y el rechazo de los otros.

En las farmacias es posible acceder a productos que se aplican en las uñas, como algunos esmaltes, que generan un sabor amargo y desagradable cuando la persona introduce sus dedos en la boca. Con la misma función también existen múltiples remedios caseros que van desde vinagre con ajo hasta ají. En casos extremos se aconseja el uso permanente de guantes.

Lo que recomiendan los psicólogos como solución a este problema es adquirir confianza y seguridad en sí mismo, ser consciente y con plena voluntad hacer todo el esfuerzo por abandonar la manía. Finalmente, Martha Gómez, psiquiatra, y Jessica Molano, psicóloga, desde su experiencia laboral aseguran que en muchos casos es necesario trabajar más a fondo el problema, identificando las causas, que en la mayoría de casos vienen de áreas tanto familiares, como escolares y laborales.