En estos días en los cuales el grasoso populacho está soliviantado contra la legitimidad institucional, gloria y loor patrio para los guerreros del ESMAD, defensores insignes de la gente de bien, que han sido capaces en su infinita imaginación en convertir la lucha anti disturbios en un preclaro combate cuerpo a cuerpo contra los terroristas con o sin ruana.
Mientras todo el mamerterío, los comunistas, los progresistas y demás lastres de nuestra contemporaneidad, chillan como guacharacas por las graciosas y hasta artísticas actuaciones del ESMAD, yo me regodeo con las imágenes que esos calenturientos han subido a las redes sociales como el güiter ese.
Me solazo viendo como nuestros buenos muchachos, hijos beligerantes de los mariscales Uribe y Santos, logran proezas y hazañas ciclópeas como reventarles las piernas a granadazos a abuelitas subversivas, gasear en sus cambuches o covachas a menores que ya están en camino de volverse gamines alzados en armas, disparar con sus nuevas y gráciles pistolas al campesinado enruanado y cuchillero, aplastar las cabezas de los indios insurrectos a bolillazos, romperles los vidrios y enseres a labriegos torcidos que albergan malas ideas en sus casas.
Me fascino con los ataques (como debe ser, sin riesgos) a personas supuestamente indefensas pero con lenguas viperinas. Me exalto hasta la erección con los delicioso choques eléctricos en la verijas (ay Pachito Santos, como añoramos en el poder tu eléctrico temperamento).
Muero de amores por los batalladores anti motines cuando henchidos de convicciones supremas les quitan el plátano y la yuca a quienes a la vera del camino intentan entrar en actividades sediciosas, adoro cuando le cascan bien duro a los chinitos necios, menores de edad pero peores que sus mayores, amo cuando dejan granadas en el piso para cuando pase la gleba, y ya entro en delirio de complicidad cuando se encapuchan o se ponen las vestimentas al revés, para mantener su sagrada identidad en el universo cómodo de la clandestinidad y así poder darle en la jeta a todos esos muérganos sin que después venga nadie a joderlos judicialmente. ¡Héroes!
¡Qué gallardía y valentía cuando le quitan los celulares a las muchachitas que cometen el acto terrorista y provocador de grabarlos, más cuando además de alzadas en cámaras son mujeres fuera del hogar, feministas, marimachas, ¡revolucionarias del coño de su madre!
Y no solo los efebos del ESMAD están comprometidos en esta batalla desigual en número y armas. Otros diligentes miembros de la divina institución policial hacen bien su trabajo al gasear desde helicópteros a todos esos ñeros y desechables de pañolón y alpargata. Qué pundonor y presencia la de los carabineros, por ejemplo, cuando en históricas cargas de caballería les destruyen la comida y tiestos a los mugrosos.
Y a toda esta gesta, a esta épica que pasará a los anales de nuestra memoria civilista, hoy se unen los altos mandos de la institución, cuando le ofrecen hasta un milloncito de pesos a la gente por los videos: con eso cuando nos graben dándoles en la moima, pues nada saldrá a la luz pública, y sobre todo podremos tener decenas de lindos falsos positivos grabados, en los cuales se reconozca a toda esa caterva de infiltrados, porque no son algunos; todo este país de abusivos populares se nos están infiltrando en la realidad, tanto tiempo manejada y construida solo por nosotros.
Pero sigo con mis adoraciones: como la que se me produce cuando veo el sin número de heridos que hemos logrado, cuando la sangre bastarda y mestiza fluye. ¡Cual bolillo Gómez! Nuestros bolillos hacen mucho más contra las mujeres sublevadas que lo que hiciera el técnico.
Gracias a nuestros hermanos de los Estados Unidos, grandes benefactores de estas tierras por fortuna ya hasta sin semillas, por mandarnos los fusiles lanza granadas que acá, en derroche de tecnología criolla hemos convertido no en simples argumentos para disolver a los seudo emancipados, sino en letales armas de fuego que disparadas a boca de jarro logran las anheladas bajas entre la muchedumbre mañosa, como en Fusagasugá.
Y ni hablar de lo astutos que son, mis ángeles guardianes del ESMAD, cuando utilizan ambulancias para caerle de sorpresa a los giles esos del campo. O cuando les arrebatan de las manos a los cómplices de los organismos de socorro a los heridos para asegurarse y darles una nueva paliza que los deje literalmente fuera de combate.
Me encanta saber que centenares o miles de esos vagabundos, están a buen recaudo en calabozos y mazmorras, muchos de ellos detenidos sin que la “justicia” lo sepa, a órdenes de la ley y el orden, a órdenes de la seguridad del Estado y nada más. Allá, en la complicidad de las sombras que nos protegen, los podemos, como dicen, levantar sin tapujos, sin cámaras, sin testigos, como debe ser en una democracia a nuestra medida.
No tengo inconveniente en aceptar que cuando veo el accionar lleno de plasticidad de mis héroes del ESMAD, me siento presenciando un ballet, una coreografía en la cual la fuerza se convierte n el hilo conductor de nuestros sueños, de la idea de país que hemos tenido y que no nos vamos a dejar quitar ni braveados. Conservar es cascar. Patear es garantizar que nuestra vida en sociedad siga igual, sin Los sobresaltos de toda esa gente renegada. ¡Pata y puño señores!
Aunque no lo conozco personalmente, me inclino reverente ante un hombre, un verdadero macho como mi Coronel Rafael Méndez, Comandante del ESMAD. El debería asumir el mando de toda la policía en reemplazo del Palomino ese que me parece más bien bonachón. ¡Fuerza, fuego, gas!
Que no me vengan ahora, sapitos saltarines, con el cuento de que van a investigar penalmente a los héroes, para ver si se desmidieron en su acción. Antes ha faltado más mano dura, más decisión en el guarapazo. ¡Oh gloria Esmadsecible!
En ese sentido, le recomiendo a los boys del ESMAD, que endurezcan no solo su actitud sino sus elementos de trabajo. Por ejemplo, a los bastones de mando, refuércenlos con amplias láminas de acero capaces de causar fracturas inmediatas para de esta manera disuadir al enemigo. Necesitamos ametralladoras de gases, lanzadores múltiples y en ráfaga de bombas de aturdimiento, necesitamos que les dejen pistolas y metras si el caso lo amerita. Todos los muchachos deben tener su flash ball, su descargador de electro choques, y les deben dejar que utilicen armamento artesanal de su propia creación. ¡Dotación por favor!
Hijos míos: no cejen en la batalla, en la guerra contra el pueblo, en su conjunto subversivo. Renueven sus fuerzas y convicciones ligadas al madero. Plata es lo que hay para la cuenta de gas. Queremos un reguero de cacerolas, costales y plátanos en las calles y carreteras.
Este pueblo para volver a la sumisión debida y a sus infectos rediles, solo lo va a entender a las muy malas. ¡Animo valientes! Aprovechemos que el Estado apendejado no los controla. ¡Hagan de las suyas! ¡Solo el abuso nos dará resultados!
¡A defender la democracia, maestros!