¿Otro Dorado que se convertirá en leyenda?

En la décima con Jiménez en Bogotá, un edificio de veintitrés pisos donde funcionan los juzgados civiles del circuito, alberga en su lobby un mural del artista colombiano Eduardo Ramírez-Villamizar que está completamente abandonado y deteriorado.

El 8 de octubre de 1959, fue inaugurado en pleno centro de Bogotá, -en la carrera 10 No. 14-15-, el que sería considerado durante varios años como el edificio más alto y moderno del país. Para ese entonces, este funcionaría como una de las sedes del Banco de Bogotá.

El nuevo inmueble, cuyos planos arquitectónicos fueron ejecutados por la firma estadounidense Skidmore, Owings & Merril, y cuya la construcción fue realizada por las empresas bogotanas Martínez Cárdenas y Pablo Lanzeta, además de ser catalogado por muchos teóricos como símbolo de la llegada de la Modernidad a Colombia, albergaría una de las obras más importantes del artista Eduardo Ramírez Villamizar.

Consiste en un mural en madera cubierto en hojilla de oro, de 7.5 metros de alto; 37.5 metros de largo por 30 centímetros de ancho; compuesto por dos secciones: en el primer piso, 5 metros de alto, y en el segundo piso o mezanine, 2.5 metros de alto.

Al respecto, Federico Morais, escribiría en 1984: “El gran mural dorado que realizó para el Banco de Bogotá en 1958 es fundamental tanto para el posterior desdoblamiento de la obra de Ramírez Villamizar, como para el mismo desarrollo del arte colombiano, en el que va a repercutir, sea por sus dimensiones, sea por el uso del pigmento dorado, sea, en fin, por la osadía de esos ritmos francamente abstractos en obras públicas, en un país considerado, hasta entonces, territorio privilegiado de la figura. Este mural libera el arte colombiano de una cierta nitidez provinciana, proyectándose hacia el futuro, al mismo tiempo que rescata ciertos aspectos de la tradición artística del país”.

Aunque el valor del mismo no aparece registrado, se calcula que la obra pudo costar más de 1.000 pesos, coste que evidentemente se ha multiplicado, ya que es bien sabido que Ramírez Villamizar no sólo es uno de los artistas colombianos más importantes de la centuria pasada, sino uno de los escultores latinoamericanos más notables de los últimos tiempos.

No obstante, la Administración de Impuestos Nacionales que hoy funciona en dicho domicilio, no ha cuidado adecuadamente de esta joya del patrimonio colombiano. De hecho, hasta hace unos pocos meses, varios de los siete por treinta y cinco metros del inmenso mural, tenían papeles pegados y archivadores, sillas, escritorios y hasta botellones de agua apoyados contra los paneles de madera recubiertos en hojilla de oro.

Actualmente, la única medida que se ha tomado para evitar el deterioro de la obra, ha sido ubicar en el primer piso del edificio, una “pared” para que los funcionarios instalen allí extintores, almanaques y puntillas, en lugar de seguir lastimando “El Dorado”. Sin embargo, esta medida resulta insuficiente, ya que las manchas, los rayones y la humedad siguen afectando la obra.

Además, el 9 de noviembre de 2005, el ciudadano Luis Carlos Noriega Murcia, presentó una acción popular contra el Consejo Superior de la Judicatura, para reclamar protección a los derechos colectivos a la seguridad y salubridad públicas, a la seguridad y prevención de desastres previsibles técnicamente y los derechos de los consumidores y usuarios, que estimó violados debido a que el Edificio Sede Judicial Hernando Morales Molina, ubicado en la Carrera 10 No. 14 – 33 de Bogotá, amenaza derrumbamiento por el sobre peso ocasionado por el exceso de expedientes y oficinas allí ubicados.

Teniendo en cuenta todas estas variables, desde el 19 de Julio de 2011, el Arquitecto Oscar Posada Correa, inició una campaña para dar a conocer la urgente necesidad de rescatar la obra del maestro Ramírez Villamizar, argumentado que “el objetivo principal de esta idea es que esta obra que por muchos años ha estado cerrada al público, merece estar ubicada en un lugar donde todos los colombianos y extranjeros puedan apreciar quizá, la obra abstracta más extensa e importante que tenga el arte en Colombia”.

Posada, admite que para tal efecto se debe construir un proyecto constituido por un grupo de personas y de entidades que lo lideren. Por ello, incita a los abogados Jorge Cárdenas Gutiérrez y Alberto Casas Santamaría, a que se apropien y lideren el sueño del artista Colombiano y de todas las personas que entienden y quieren un país, cuyo presente y futuro está fundamentado en la cultura.

Igualmente, dadas las características y dimensiones de la obra, se permitió sugerir la reubicación en el nuevo edificio del Aeropuerto El Dorado, o en un futuro -en el nuevo edificio que se construya para ampliar el Museo Nacional-, del cual ahora son sus protectores y amigos.

El 24 de Agosto del presente año se cumplieron 10 años de la muerte de Ramírez Villamizar y la declaración de la obra como patrimonio de interés cultural, así como la reubicación y/o conservación de la misma, hubiese sido un gran homenaje a la memoria del maestro. No obstante, ninguna entidad ha tomado “las riendas del asunto”, dejando a los colombianos a la espera que “El Dorado” no se pierda irremediablemente y pase a ser solo un recuerdo en los anales del arte colombiano.