Voy de frente con mi posición categórica frente al paro armado y subversivo de los cultivadores cafeteros: esa matica árabe y musulmana traída por los cismáticos jesuitas, es una droga tan peligrosa y efectiva como la coca de los indios y debería ser declarada como lo que es, un estupefaciente, un psicotrópico.
Estamos en mora de decidir la ilegalidad de su cultivo, torrefacción y distribución a nivel nacional y mundial. Es hora de que la benemérita Dea y los Estados Unidos metan a todos esos vagabundos caficultores en la Lista Clinton.
La cocaína nos ha producido el problema que nos aqueja y los pingües beneficios que nos regala; lo del café ha sido mucho peor en términos de raza. La cocaína, por lo menos es blanca.
Pero ¿qué se puede esperar de una droga que además de ser utilizada para embalarse impunemente en el planeta entero, es sustancialmente negra como el tinto? Droga negra para negros, que tiene efectos súper nocivos en la sociedad como mantener alerta y despierta la inquieta gleba sediciosa para que tenga tiempo de pensar y conspirar contra el orden establecido.
Como lo están haciendo por estos días los mafiosos cafeteros por toda la nación que no han dudado en salir a la carreteras a bloquear las autopistas de Andrés Uriel Gallego y toda la red espléndida de infraestructura vial que nos dejara el ojalá eterno gobierno de su Alteza Imperial Álvaro Uribe Vélez.
Quien -a propósito- esta vez sale en falso y se equivoca en apoyar ese paro, esa asonada generalizada, aunque sea con el loable propósito de joder aun más al hundido Santos a quien le hemos mandado a hacer unas encuestas deliciosas para ponerlo en su sitio, es decir de culo al estanco en materia de favorabilidad, para que un Oscar Iván o un Pachito me lo hagan trizas en el 2014. Que no se deje el gran ex presidente influenciar de un maoísta tolimense como el Senador ese Jorge Enrique Robledo, que anda todavía con la consigna esa marxista de “vencer o Moir”.
Además, ¿qué clase de negocio rentable y productivo puede ser el de la droga cafetera, que es una vaina barata y de fácil consumo? Por el propio bien de esos terroristas y chapoleras, lo mejor que pueden hacer es unirse a la ilegalización de su producción y consumo, que obligaría a que el mercado reaccionara y la libra de oscura cafeína pura se cotizara en Nueva York a 500.000 dólares como se cotiza la excelente cocaína.
Aprendan de la Federación Nacional de Cafeteros que no hace nada por el gremio pati rajado, porque lo suyo es exportar y comerciar a lo grande. ¿Qué el problema social? Imposturas izquierdistas.
Además, ¿quiénes son esos chiflamicas cafeteros que protestan? Pues unos pata al suelo, unos labriegos de quinta, que siguen en la olla por no seguir el ejemplo de los pundonorosos empresarios de la coca que convirtieron una hoja en un imperio.
Los cafeteros ni siquiera han entendido que el negocio se debe hacer a través de las Bacrim y nuestros neo paracos, y de manera estúpida y rebelde más bien se tratan de unir con la izquierda y con la guerrilla. Ojalá la FARRRR les enseñe que para que el café funcione hay que reprimirlo, perseguirlo, encarecerlo, bajar la oferta, generar el vicio no solo de jartar tinto sino de que sea un producto caro.
Aprendan tabarrones de las palabras mismas: no por nada al café con un poquito de leche se le llama “perico”, el mismo festivo nombre que se le da en no pocas partes a la cocaína. Un concentrado de cafeína pura e ilegal, puede lograr en el consumidor unas “loras” más eficaces que las del propio “fuá”.
¡Lograremos la ilegalización de la cafeína! Que desde ya la Policía Nacional y todos sus agentes humanos, celestiales y caninos, inicien la lucha, la cruzada generalizada para declarar objetivo militar todos los cultivos, beneficiaderos, cargas, jeeps y fábricas de café y meter a la cárcel a toda esa gente de a pata que malvive del grano innoble. Que la Policía Antinarcóticos selle todas las estanterías de café en los supermercados, que allane tiendas y demás ollas donde se vende legalmente (¡qué pecado!) esa vaina amarga y aceitosa.
Yo quiero ver el mercado negro tinto, en manos de los jíbaros, lleno de café puro como el ambil que se meten los indios amazónicos. Que el Bronx huela todo en lugar de bazucodonozor ese gran rey de Babilonia, a Sello Rojo ilegal recién colado, a Águila Roja en papeleta.
Y desde el punto de vista de los grandes consumidores mundiales en Europa y en los Estados Unidos ¿se imaginan lo que puede dar como negocio el del café ilegal, con el valor agregado y la experiencia histórica de nuestra cocaína? Calidad y precio made in Colombia.
¡Que Juan Valdez aprenda a jibarear!
¿Que la arroba de café les cuesta $70000 producirla y que las compran a $46.000? ¡Pendejos! Asóciense a la ilegalización del caturro, del arábiga y de la variedad Colombia, y verán que en menos de un mes tienen plata hasta para comprar una casa en Ciudad Jardín en Cali. Podrán hacer más fiestas que Fritanga. ¡Las del Procurador les quedarán tachuela!
Arguyen, además de sus inalcanzables pretensiones en materia de precios imposibles de pagar dentro de la legalidad, que se va a dañar el paisaje cafetero, la cultura del café y demás pendejadas de antropólogos de la Nacional. Vuelvan esa vaina una verdadera industria a la colombiana, con contrabando, leyes de mercado marginal. No les de miedo ser emergentes, sacar la cabeza del platanal. Paisaje cafetero… Un poco de ranchos, un jipado de yuca y unas viejas buenotas que ni siquiera se lo dan a uno. ¡Marginalicemos, carajo!
Ahora que liberales y marxistas andan en la estupidez de legalizar la coca, viene bien que el país decente y pensante emprenda la campaña admirable de ilegalizar el café. Que esta entrada del nuestro café al comercio marginal, influya para que se descarte de plano la legalización de nada.
Voy más lejos: que a la ilegalización del café y su consolidación como sustancia psicoactiva prohibida, se una la decisión de prohibir el té, la aguapanela, la changua, el caldo de costilla y la chicha, que está resurgiendo de sus cenizas en las cabezas de los estudiantes del centro de Bogotá. Prohibicionismo, esa es la única teoría y práctica que nos sacará del subdesarrollo.
Ahora que parece que los cacaoteros subversivos también se van a unir al paro ilegal, es hora de que entiendan que ese producto también puede ser heroica droga. Al fin y al cabo la feniletilamina -sustancia activa presente en el chocolate- es la droga del amor.
¿Se imaginan volverla prohibida y vender gramos de concentrado de amor en los callejones de Londres?
¿Se imaginan ustedes que a nuestra estable y rentable guerra de la coca, se una ahora la guerra del café? ¡Cuántos nuevos colombianos saldrán de la pobreza! La competitividad estará a la orden del día y en los laboratorios de cafeína se estará construyendo la nueva Colombia de Tradición Familia y Propiedad.
Veo un porvenir nacional en el cual millones de colombianos, en un sentido literal, ¡nos vayamos de mula ante tantos beneficios previstos! ¡Queremos ya un nuevo negocio expreso!