En Nueva York los perros no escapan al “postureo”. Ropa carísima, alta gastronomía, hoteles selectos y hasta galas benéficas. Pero tanto lujo les ha contagiado algunas de las neuras de sus amos, por lo que también van al psicólogo, al spa, a acupuntura o, para mantener su estatus, al cirujano plástico.
Expresiones como “vivir como un perro” o “vida perra” ya no son aplicables en la capital del mundo. La rutina canina de las altas esferas neoyorquinas es ahora una apretada agenda en la que nada puede dejarse al azar.
Los perros reflejan la conducta de sus sueños
“Creo que los perros reflejan el comportamiento de sus dueños, para bien y para mal. Que ellos humanicen a sus perros puede ir en detrimento de la salud mental del canino, pero no creo que haya nada malo en ofrecer lujos como ‘spas’ a las mascotas”, asegura Ceilidh McGrath, que pasea perros por la zona de Swifto, en Williamsburg, uno de los barrios más de moda de Brooklyn.
Swifto se hizo famosa al ofrecer a los dueños de mascotas una aplicación para móviles con GPS llamada “Live Poop Alert”, que avisaba a los dueños sobre dónde y cuándo sus perros hacían pis o caca. Un ejemplo mezcla del pragmatismo estadounidense y la sobreprotección que justifica el lema “dogs are new kids” (los perros son los nuevos niños).
“Es una evolución natural. Si los dueños están acostumbrados a un nivel de vida, darán lo mismo a sus perros“, dice McGrath, y en Nueva York fue célebre el caso de la millonaria perra Trouble, que heredó 12 millones de dólares (9,2 millones de euros) de su dueña, la multimillonaria Leona Helsmley, pero nadie era capaz de asumir sus cuidados y su mal carácter, hasta que murió sola en 2011.
En la ciudad donde las citas y los sentimientos están programados y exponerse emocionalmente no es visto con buenos ojos en la carrera hacia el éxito, la relación entre el hombre y el perro parece la comunión perfecta.
Como decía Milán Kundera en “La insoportable levedad del ser”, “el amor entre una persona y un perro (…) es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor (…) Aceptó a Karenin tal como era, no pretendía transformarlo a su imagen y semejanza, estaba de antemano de acuerdo con su mundo canino”.
La falta de tiempo es un clásico del neoyorquino, y el perro nunca hará un reproche. Además del “dog walker” o paseante para perros, la opción que eligen otros es llevar al perro a actividades que antes no parecían muy aptas para ellos, como el yoga, en su variante compatible con las cuatro patas, el “doga”.
La tercera, es dejarlos en una “guardería”, donde jugarán con otros perros, siempre bajo la supervisión de un profesional, como el Dog Spa en el Upper East Side, que llega a cobrar 875 dólares (672 euros) al mes para los perros más grandes y ofrece servicios de peluquería (por, como mínimo, 55 dólares -42 euros- por el corte).
“Desearás haber sido un perro” es el lema de Biscuits and Bath, otra propuesta similar, y muchos habitantes de esta exigente ciudad, en la que también hay altos índices de pobreza, no dudarían en intercambiarse por una de esas mimadas mascotas.
Hoteles perrunos
Igual que muchos turistas de bajo presupuesto querrían ir al hotel perruno de cinco estrellas D Pet, en Chelsea, donde por 200 dólares (153 euros) la noche, los canes pueden disfrutar de gimnasio, parque, chófer y servicio de comida “gourmet”.
Los perros en Nueva York tienen sus propios héroes (los perros de rescate que rastrearon en busca de supervivientes del 11-S) y sus propios actos sociales, como la Semana de la Moda canina (que se celebrará el 21 y 22 de agosto) o la gala benéfica para el que está considerado el sida de los perros, la leishmaniasis, que se celebró el 22 de mayo en la azotea de las oficinas de Toyota en Manhattan.
El “postureo”
Pero estar siempre listo para el “postureo perruno” no es tan fácil, y algunos no aguantan la presión: tienen que ir al psicólogo o recibir tratamiento de acupuntura.
Otros llegan al extremo de la última moda, la cirugía plástica para perros (el cirujano más famoso es el brasileño Edgard Brito), que se empieza a llamar “caninoplastia”. Pero todos, sin excepción, tendrán que sucumbir a las últimas tendencias en moda canina.
El fotógrafo Paul Nathan basó en la variedad del vestuario de la población de perros en Manhattan su libro “Couture Dogs of New York”, de la editorial Pelluceo, disponible también a través de Amazon.
Al comenzar a investigar para su libro, descubrió Doggy World of New York, “un grupo reducido de gente que queda regularmente para montar fiestas (conocidas como ‘pawties’: de ‘paw’, en inglés pezuña, y ‘party’, en inglés fiesta), donde visten a sus perros con modelos muy elaborados”, explica.
“La mayoría de los diseñadores y los dueños dirían que a los perros les gusta vestirse y que se sienten bien llevando esos modelos. Yo no sé si estoy muy de acuerdo y creo que hay mucho de proyección de los sentimientos del dueño sobre su mascota, pero ¿quién sabe lo que piensa un perro?”, concluye Nathan.
Con EFE