Las autoridades chinas llevan semanas intentando calmar a los mercados, pero es evidente que no han conseguido transmitir tranquilidad y confianza a los inversores, pero ¿por qué tantas dudas?
Shanghái retrocedió hoy un 1,68% tras llegar a perder más del 5% durante la sesión.
1. Es la segunda mayor economía del mundo.
China ha cambiado mucho en las últimas décadas. En 2015 sigue siendo un país con las vulnerabilidades típicas de los emergentes, pero con un gran peso sobre la economía mundial: ya sea por su volumen de inversión en el extranjero, la demanda de materias primas, las reservas internacionales y un largo etcétera.
Por este motivo, que el mercado y la economía del país estén atravesando problemas genera muchas incógnitas en todo el mundo, lo que provoca una incertidumbre entre los inversores que acaba por pasar más factura a las bolsas internacionales.
2. Los datos oficiales no cuadran con las sensaciones del país.
Los datos oficiales de crecimiento de China son espectaculares. Nada haría sospechar un bache como el que está viviendo en bolsa. Su PIB creció un 7 por ciento en el segundo trimestre del año en tasa interanual frente al 6,8 por ciento que estimaban los economistas.
Un dato inesperado y con el que reivindicaba su buen ritmo de crecimiento frente a las voces críticas con su economía. Sin embargo, al margen de los datos oficiales, los extraoficiales no encajan con un PIB creciendo a ritmos del 7 por ciento.
Un buen ejemplo es el indicador que elabora Goldman Sachs sobre el crecimiento de la producción física en el país, que se contrajo en abril por primera vez desde el año 2009 en tasa interanual, mientras que los datos de producción industrial oficiales reflejan un crecimiento del 6,8 por ciento.
“Nuestros indicadores son más volátiles que las estadísticas oficiales, pero, lo más importante es que en los últimos meses lo hacen significativamente peor que los datos oficiales”, explica el equipo de Goldman Sachs.
Pero hay más datos macroeconómicos que reflejan esta debilidad, como son los de demanda de metales industriales para el sector de la industria. Las compras de acero, por ejemplo, acumulan hasta marzo más de medio año de caída interanual de la demanda (dato calculado con tres meses de media móvil, que permite corregir la volatilidad mensual).
En marzo, el descenso llegó a ser del 5 por ciento, el peor dato en más de tres años.
Hay más lecturas que contradicen las estadísticas oficiales, como son los datos del PMI manufacturero que publica Markit. Los resultados de este indicador de confianza se obtienen con encuestas a gestores de las empresas, lo que permite pulsar la opinión de los directivos de las compañías.
El viernes se conoció que el PMI de julio cayó hasta 48,2 puntos (por debajo de 50 indica contracción), su peor dato en 15 meses. No extraña que muchos inversores duden de los datos oficiales de crecimiento.
3. Las políticas de control del mercado atemorizan al inversor.
La estrategia de controlar las cotizaciones introduciendo restricciones al libre funcionamiento del mercado es una estrategia controvertida y que puede resultar contraproducente. Cuando empezó el desplome de las bolsas de Shanghái y Shenzhen, el regulador permitió a muchas empresas suspender la cotización de sus acciones para frenar el descalabro.
Según los datos de Bloomberg, más de 1.400 empresas se acogieron a esta suspensión temporal, lo que dejó más de un billón de dólares en acciones congelado. Además, el Estado prohibió las ventas de algunos inversores mayoritarios. Políticas que hacen un flaco favor a la hora de generar confianza entre los inversores internacionales para que vuelvan a comprar acciones del país.
4. Los efectos colaterales de la liberalización del mercado.
La apertura de China a los inversores internacionales había sido algo histórico en los últimos meses y, como no podía ser de otra manera, también fue histórica la subida de las acciones. Pero estas políticas tienen un gran efecto secundario: el mercado queda vulnerable a los movimientos especulativos.
En efecto, en cuanto se acabó la subida, las ventas se dispararon. La volatilidad a 30 días del Shanghái Composite marcó ayer su nivel más alto desde 1997, ya que los inversores retiran su dinero en manada aprovechando las normas más permisivas.
5. Una burbuja cimentada en los estímulos monetarios.
Las autoridades del gigante asiático lo tienen muy claro: si quieren que el país siga prosperando, es necesario crear una economía de consumo e inversión. Para lograrlo, una de sus decisiones estrella fue introducir estímulos monetarios que fomentasen más volumen de crédito y más barato para las familias y las empresas.
Entre noviembre y junio se sucedieron recortes de las ratios de reservas de los bancos, de los tipos de interés e inyecciones de liquidez al mercado que contribuyeron decisivamente a inflar la burbuja financiera. Ahora, el mercado se ha vuelto adicto a estos estímulos, tanto que desde Barclays creen que las autoridades reducirán una o dos veces la ratio de reservas de los bancos y una vez los tipos de interés antes de que acabe el año.
6. La Reserva Federal mueve al mundo.
Los años pasan, pero hay algo que no cambia nunca: la Fed mueve la economía mundial. EEUU se aproxima a la primera subida de los tipos de interés en casi una década, lo que ha provocado un deterioro de las divisas emergentes y una retirada de capitales de estos países. La entidad se reúne esta semana, pero lo más probable es que retrase la normalización de su política a septiembre.