Hay que tomarse en serio la frase del jefe negociador del gobierno Humberto de la Calle según la cual “Nunca se había avanzado como ahora en un proceso de paz con las Farc”. Para muchos la frase fue solo retórica, pero es cierto y por lo tanto la afirmación debe servir para que cada uno de los colombianos haga un plan de preparación para cuando llegue el momento. Y estamos hablando del mediano y largo plazo, porque de alguna manera la firma de un acuerdo de paz, se traducirá en cambios en la vida personal y en la forma de concebirse como ciudadanos de este país.
La primera etapa de esa preparación es hacer una lista de los interrogantes que nos arroja la inquietud de un país sin guerrilla. Pensemos en esas preguntas honestas e íntimas que tenemos sobre ese escenario desconocido. Algunos ejemplos: ¿Sería capaz de permitir a quienes dejaran la guerra que comiencen una nueva vida?; ¿ Puedo ver el lado humano de quienes fueron guerreros y empuñaron las armas? ¿Aceptaré ex guerrilleros trabajando en mi empresa?; ¿Estaré tranquilo si mis hijos estudian en el mismo colegio con los hijos de los desmovilizados?.
De esa lista, es bueno identificar cuales parten de la incertidumbre de los temores, prejuicios, o de egoísmos quizás inconscientes, que nos empujan a ver ese panorama como un horror que no quisiéramos vivir.
En seguida, es bueno respirar profundo y alistarse a responder a la pregunta ¿Entonces prefiero que sigan en las armas? ¿ Si hoy no tienen nada que ver conmigo porque ahora sí? O incluso, enfrentar el pensamiento temerario que traiciona la lógica humana: ¿Preferiría que los maten a todos?. Mi respuesta es sencilla, se las cuento y es sencilla. La tomo de una frase que le oí esta semana al padre Leonel Narváez: “El perdón es un acto de aseo personal”. Si queremos sentirnos mas “limpios” podríamos prepararnos para perdonar y mirar al futuro.
El siguiente paso trasciende el fuero de lo personal y entra en el fuero del ciudadano, ese que tiene derechos y que entiende las normas de la democracia y propende por ella. Es una reflexión sobre el país.
Mejor hacer la lista por escrito, pero si opta por evitar dejar alguna constancia de su ejercicio, déjelo en el imaginario, es válido igual.
Sin importar el Presidente que esté en el poder, es decir sin pintar de color político o ideológico, cómo respondería a las siguientes preguntas: ¿Valoro el hecho de que se pongan fin a los combates diarios en los que mueren o quedan heridos soldados y guerrilleros?; ¿Entiendo el impacto que tendría para los campesinos que puedan vivir en el campo sin el azote de la guerra?; ¿Comprendo las oportunidades que pueden llegar para el país si la agenda de prioridades para la atención del Estado no son las Farc o el Eln?; ¿Creo posible que un acuerdo de paz, pueda lograr un consenso sobre la no repetición de la barbarie como horizonte de futuro?; Quiero vivir en un país donde exista un debate abierto, franco, directo, pero sin armas entre la izquierda, la derecha, el centro, y todos los partidos políticos?; ¿Qué cambios aceptaría para dejar en el pasado el recuerdo de un país en el que se matan colombianos entre sí?
Para el ejercicio anterior, sugiero permitirse imaginar un lienzo blanco sin trazos de ningún color ni forma predeterminados para así ser capaz de hacerse libremente las preguntas. Hágalo solo preferiblemente para que responda su verdadero yo. Luego si quiere comparta sus respuestas con los más cercanos. Y si cambia sus respuestas iniciales, sabrá qué tanto incluye en usted el entorno social y laboral que lo rodea.
La paz, esa que está en proceso en La Habana, así como la que aterrizaría en el terreno del diario vivir, es un escenario desconocido para todos y sobre la que estamos en permanente ejercicio de creación. Si nos damos cuenta de nuestros propios temores y de las preocupaciones que son comunes para todos, nos daremos cuenta de que las dificultades que supone, son menos complejas de resolver de cómo las pinta es el escenario de los intereses políticos que están en el debate nacional.
La paz no es de Santos, y la guerra no es de Uribe. A ninguno de los dos les cambiará la vida en uno u otro escenario. Pero al resto de ciudadanos sí.
*Columna tomada del diario El País de Cali