Hay que acabar de una vez por todas con esa vagabundería de los parques nacionales, que no son nada distinto a una barrera conformada por indios, micos, matas y campesinos, que impide la confianza inversionista nacional y extranjera y descarrila la aceitada locomotora de la minería.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, en medio de la dulce globalización, nos neguemos al crecimiento económico, al progreso? En lo único en que no somos conservadores nosotros los herederos de Dios y Laureano, es en esa estupidez de conservar los recursos naturales no renovables. Recursos consentidos, necios y pretenciosos: ¡que se acaben! Si no son renovables es porque son débiles, genéticamente inferiores, inviables, como los huitotos de la Chorrera o los indios en calzoncillos de Guajira.
El desarrollo nunca ha sido sostenible, ni lo será. El desarrollo está diseñado y se hace para acumular riqueza, bienes y capital, poseer la tierra para la producción de lo que se nos dé la gana, para enriquecernos y consumir, que es ley desde los tiempos del Génesis. Ponerle talanqueras naturales o bien teóricas y conceptuales al capitalismo, es atentar contra la libertad de llenar las arcas, contra la garantía de poder diferenciarse justamente de quienes viven en esas zonas de parques y reservas, que deben ser por naturaleza, ahí si, nuestros siervos y empleados y de ninguna manera usufructuarios de lo que no les pertenece.
A mí hasta el concepto ese de “nacional” me parece cosa subversiva. ¿Cómo así que esos magníficos territorios vírgenes para la explotación les pertenecen a todos? ¡No señores! La Nación colombiana nunca ha sido de los pata al suelo, los cari sucios, ni de los menesterosos, sino de la gente de bien que ha construido este país a pesar de la chusma, soliviantada no pocas veces.
Que han sido parques, hasta se los acepto, ¿pero nacionales? En teoría, tal vez, pero en la práctica quienes hemos sabido hacer uso comercial y productivo de ellos, somos los dueños, los blancos, y no la indiada que se conforma con una piña y una yuca. Eso de lo nacional, es puro conformismo, sub explotación, desperdicio de riquezas latentes. Estoy hasta las tetas del colectivismo. Este territorio es nuestro y lo vamos a utilizar, explotar y administrar como se nos dé la gana, fieles a las leyes del libre mercado y el neoliberalismo y en contra de las leyes de la naturaleza que es comunista en su esencia, como lo son los aborígenes, las ceibas, las orquídeas, los osos hormigueros, los jaguares, los tucanes, las palmas de cera, los ambientalistas, los yarumos y los frailejones, por hablar de unos pocos. Todos esos individuos igualados y resentidos que ahora se les ha dado por sublevarse y defender lo que no les pertenece.
Si son territorios vírgenes, pues hay que desflorarlos, como a las doncellas cuando contraen o cuando a las sirvientas se les aplica el derecho de pernada. Una vez sin virginidad, podremos descargar nuestros falos repletos de semillas transgénicas de maíz y demás, llenos de palmas de cera y caña, atestados de esperma bovino, para repoblar las extensiones y sacarle plata a la tierra.
Por eso es necesario que de una vez por todas las fuerzas apabullantes de la U y el Puro Cetro Democrático, paren de una vez las reclamaciones de la sedición y que en el Congreso pase una ley de privatización definitiva de los parques nacionales naturales, que le abra las puertas a las grandes empresas nuestras y de nuestros benefactores extranjeros, para se lleven todo lo extraíble, para que talen todo lo talable y desplacen todo lo desplazable.
Antes que nada, y una vez garantizada la privatización de parques y baldíos de la tal Nación, debe empezar una tala irrefrenable que acabe con millones de hectáreas de arboledas o líquenes. De tal modo que en cuestión de meses hayamos corrido la frontera agrícola justamente hasta las fronteras que nos separan de países tomados por los horrores comunistas como Venezuela, Brasil, Ecuador y Perú.
No dejaremos, desde luego, de utilizar los defoliantes. Todos los esfuerzos de la FAC estarán puestos en bombardear el monte con glifosato y demás sustancias benéficas y comprobadamente sanas. Así matamos dos pájaros de un tiro. Se acaba la vegetación no productiva y el escondedero de los guerrilleros.¡¡Bingo!
Al incorporar al agro estas ingentes extensiones, podremos llenarlas de potreros en los cuales Lafaurie deberá a su turno repletar los pastizales del Cebú de sus amores, Ardilla de caña y los demás inversionistas legales o ilegales, de Palma Africana. Esto en las tierras bajas y selváticas. En los páramos veo una híper producción de papa y maíz para nutrir al pueblo que tendrá que ser desplazado hacia la nueva frontera. A ellos les basta la harina. Y en cuanto a la comida en general, con los TLC está resuelta la vaina: importamos con la plata que nos dan los parques explotados todo lo que sea necesario.
Falta lo más pulpito, el negoción de la minería. Con la privatización de esos lares ignotos, y tras la tala generalizada, las autopistas de la productividad quedarán abiertas para las multi nacionales y las nacionales que tendrán el camino libre para sacar el oro, el coltán, el níquel, el petróleo y demás cositas, darnos una platica de viuda en regalías y llevarse cosas que acá no se pueden ni manejar ni procesar.
Eso en lo económico. ¿Se imaginan ustedes los beneficios en materia política? Buena parte de esa millonada nueva y jugosa, servirá para elegir senadores y demás, que apoyen la causa redentora de la tala. Y otra parte para financiar esquemas para poder Convivir, augustas autodefensas y bandas que se encarguen de no dejar crecer una sola mata salvaje, mantener sujeta a la población refractaria al tema y, se me olvidaba, salvaguardar los laboratorios de la ancestral coca que gracias a Occidente ha dejado de ser una mata shamánica y ritual, para volverse un producto de exportación muy “chic” en las grandes ciudades del mundo, que nos deja un dinerillo adicional para reinvertir en la refundación del nuevo agro privado colombiano, no nacional.
Y como habremos acabado con las fuentes hídricas, pues no importa. Tendremos plata para comprarle el agua, por ejemplo a los chinos, que están llenos de lagos burbujeantes.
Y de contera, una vez lograda la victoria en la batalla por la privatización de los parques, ya no tendrán piso teórico ni actividad práctica los llamados ambientalistas, enemigos del progreso y del negocio. Esos descendientes de los asquerosos hippies también serán erradicados, como ya lo hemos empezado a hacer en no pocas regiones. A mí eso de lo “ambiental” me suena a cosa de maricas. ¿Acaso no los llaman “de ambiente”? ¡No más defensa del Páramo de Santurbán y demás “santuarios” subversivos! ¡No más palabrería del tal Alfredo Molano, cucho leninista! ¡Que vuelva el hacha de nuestros ancestros! ¡Que suenen las motorierras!
Las pedidas Reservas Campesinas de las Farc, la ley de tierras y hasta la paz, se irán al carajo, como debe ser. En los parques nacionales se establecerán centenares de hoteles, resorts y centro comerciales, para que todo se vaya urbanizando, como garantía de consumo.
Para terminar, es natural que esta tarea tenga una cabeza empresarial atrevida y con visión de futuro. Propongo que desde ya sea nombrado el doctor Jean Claude Bessudo como Alto Comisionado para la Tala. ¡Por un Ecoturismo donde no quede nada eco!