En medio de serias preocupaciones por la forma en la que avanzan las negociaciones en La Habana, el presidente Santos evaluará junto a la comisión negociadora del gobierno el estado de los diálogos con las Farc. Las solicitudes de la guerrilla y el momento político preocupan al mandatario.
El proceso de paz en La Habana ha tenido momentos. Los primeros días de las conversaciones generaron expectativa en la ciudadanía y un “optimismo moderado” en varios sectores de la opinión pública. Casi todos coincidían en que esta iniciativa histórica era el tránsito obligado de la guerra a la paz.
Sin embargo, varios hechos han minado la confianza que el país tiene sobre la posibilidad de que el gobierno y las Farc acuerden el fin del conflicto y se encaminen a la implementación de una pazo “estable y duradera”, como reza en el documento que suscribieron las partes en el que determinaron la agenda de negociación.
Primer fue la tregua unilateral propuesta por las Farc desde el 20 de noviembre del año pasado hasta el 20 de enero de este año. Militares y sectores conservadores señalaron que la guerrilla no cumplió el cese al fuego y los voceros de las Farc señalaron que no incurrieron en ningún ataque, pero que se defendieron de operaciones militares.
La discusión sobre el tema agrario también llevó al proceso a momentos de éxito y fracaso. Probablemente el momento más difícil de esa negociación tuvo que ver con el establecimiento de las Zonas de Reserva Campesina.
Desde el gobierno se habló de la inviabilidad de establecer “republicas independientes” y gremios como Fedegan señalaron que las ZRC eran “focos de criminalidad”. La guerrilla respondió desde La Habana y los campesinos tomaron las declaraciones de estos personajes como una ofensa.
Finalmente, y en medio de varios temas que no se cerraron, las partes consiguieron firmar un acuerdo parcial sobre el primer punto de la agenda y encaminarse a discutir el punto más espinoso: la participación política de los movimientos de oposición que genere este nuevo intento de paz, en caso de ser exitoso.
Este camino, que inició hace pocas semanas, ha traído las grandes crisis del proceso de paz. La visita de Henrique Capriles a Colombia, y su reunión con el presidente Santos, pusieron a tambalear los diálogos. Desde Venezuela, el presidente Nicolás Maduro señaló que el encuentro entre los dos líderes era “una puñalada en la espalda” a la relación entre los dos países y cuestionó el apoyo de la nación bolivariana a los diálogos.
Luego de varios mensajes a través de los medios, las relaciones entre Maduro y Santos mejoraron y la crisis parecía detenerse. Sin embargo, desde La Habana los voceros de la guerrilla señalaron que los diálogos estaban “en el limbo” y señalaron que sin la participación de Venezuela era muy difícil continuar.
Tras algunas reuniones entre los voceros de las partes, se decidió “trabajar de manera separada” durante una semana para calmar los ánimos y revisar las propuestas que llegaron desde el foro de Participación Política, realizado en Bogotá a finales de abril.
Bajo este contexto, y la insistencia de las Farc de apelar a una Asamblea Nacional Constituyente como el mecanismo de refrendación de los diálogos, el Presidente se reunirá con sus delegados en La Habana para analizar el estado de las conversaciones y buscar mecanismos para acelerar los avances.
La semana pasada, los voceros del gobierno y las Farc entregaron a la opinión pública un informe en el que detallaron algunos puntos del acuerdo agrario y aclararon las estrategias de difusión y participación de la sociedad civil en este proceso.
Las conversaciones se reanudan el primero de julio, y la delegación en cabeza de Humberto de la Calle llegará, seguramente, con una directriz presidencial tras someter el proceso de paz a un examen exhaustivo.