Colombia tiene más de 60 leguas y culturas indígenas, esto demuestra que no solo es rica en fauna y flora, sino que el pluralismo cultural es una de las grandes riquezas patrimoniales del país.
La diversidad cultural ha hecho que diferentes organismos gubernamentales y no gubernamentales así como empresas del sector privado, como, por ejemplo, Pacific Rubiales, fijen su mirada en estas comunidades. Legalmente en la Constitución de 1886 estos grupos con particularidades históricas y lingüísticas no existían en el territorio nacional, pero como su presencia era indiscutible, se expidió la Ley 89 de 1890 para que la iglesia, de acuerdo con el Gobierno, determinara la manera como deben ser gobernados los indígenas para que ingresen al “mundo civilizado”.
También, en la constitución de 1991, Colombia reconoció que es un país plurilingüe y multicultural, en donde estipuló derechos fundamentales respecto a la diversidad cultural, lingüística, la identidad, la participación y la autonomía.
La educación o la etnoeducación ha sido uno de los pilares y políticas educativas del Estado. Por ejemplo, uno de los enfoques que le dieron fue la de “evangelizar” a estos grupos por medio de la doctrina católica. Esto se hizo a través del Concordato firmado por el gobierno colombiano con la Santa sede, entre los años de 1888 y hasta 1979, a su vez en este mismo año el Estado también, expidió el Decreto 1142, en donde se reconocía el derecho de los grupos indígenas a tener una educación propia que consulte sus experiencias, procesos y tradiciones, y la posibilidad de participar en el diseño, evaluación y escogencia de sus maestros.
Por otro lado, en 1984 el Ministerio de Educación creó el grupo de Etnoeducación para darle cuerpo al carácter propio de las culturas indígenas en lo que tiene que ver con su sentir comunitario, su lengua y su autonomía. Finalmente, en 1994 aparece la Ley 115, conocida como “Ley general de educación” y allí se establecen los criterios para la educación ofrecida a los pueblos indígenas. Un largo camino en el reconocimiento de sus derechos, pero una tarea inconclusa en su concreción.
Poniendo la mirada en el grupo indígena Unuma
A lo largo y ancho del territorio nacional se extienden un sinnúmero de culturas y lenguas indígenas y, entre ese extenso territorio se encuentra el municipio Puerto Gaitán (Meta).
Allí, los indígenas superan el 50% de los habitantes de esa región. En su mayoría, la comunidad indígena pertenece a la etnia Sikuani, que procede de los grupos Arawak y que son el grupo más numeroso de la Orinoquía.
Además, a nivel urbano, estas comunidades poseen una casa de llegada denominada Centro Educativo Unuma. Y en la zona rural, la comunidad está formada por nueve resguardos: Wacoyo, Corozal Tapaojo, Awaliba, Vencedor Pirirí, Domo Planas, Iwiwi, Walianae, Unuma y El Tigre. Las presiones colonizadoras han llevado a estos pobladores a establecerse en reservas y resguardos, con independencia territorial y política, pero ubicados en suelos pobres, de alto riesgo y baja biodiversidad.
Julio Cesar Chamarravi, es el director del Centro Educativo Indígena Unuma y el coordinador del programa de educación para Organización Indígena Unuma. Chamarravi, asegura que, “la comunidad Unuma ha recibido cambios bruscos”, pues, ellos vivían libres y ahora se reducen a los perímetros de los resguardos, porque muchos territorios tienen dueños. No pueden comercializar productos agrícolas en grande cantidades, aun teniendo semillas propias con las que podrían realizar grandes cosas.
Asimismo, el grupo indígena Unuma pide respaldo para que los estudiantes de esta comunidad puedan acceder a estudios superiores como, bachillerato y posgrados, ya que Chamarravi, considera que deben formar indígenas en distintas disciplinas como, abogados, ambientalistas, economistas entre otras.
Sin embargo, aunque estas tareas les competen a las autoridades políticas, Pacific Rubiales, ha decidido que parte de su política de responsabilidad social debe ejecutarse en estas comunidades y apoya de manera significativa la etnoeducación fortaleciendo a estos grupos indígenas con dos iniciativas.
Primero. La formación de docentes indígenas a nivel superior y, segundo, apoya la formulación y desarrollo del “proyecto Educativos Unuma (PEU)”, este programa consiste en la integración de todas las sedes educativas en los ocho resguardos con el objetivo de que no solo obtengan el diploma de bachillerato, sino también el de una carrera universitaria.
El líder indígena sostiene que, el proyecto es importante para la comunidad, porque son una cultura oral y con esta habilidad quieren mostrarles a las instituciones y las comunidades el pensamiento y le discurso educativo en un documento. En este documento muestran cuáles son sus sueños, lo que piensan, lo que son y lo que están haciendo.
La empresa apoya a 23 docentes con becas para que reciban formación universitaria, pero Chamarravi, hace énfasis en que si bien es cierto que, esto es de gran ayuda, la necesidad no queda totalmente cubierta, ya que, dos tercios de los 80 docentes de la región siguen esperando una oportunidad de formación. Otra de las dificultades que le nace a este problema es que, los docentes-indígenas no son licenciados y por consiguiente ganan muy poco y, además no cuentan con recursos económicos para seguir con su posgrado.
Aunque el camino es largo, la educación indígena se sigue abriendo paso en la Colombia del siglo XXI. Favorecer la educación intercultural, no sólo para comunidades indígenas o grupos minoritarios, ayuda a preservar la riqueza de más de 60 lenguas amerindias y sus dialectos que se hablan en el país. Estas lenguas y culturas aborígenes son una riqueza invaluable y hacen parte del patrimonio nacional que debe ser valorado, divulgado y adecuadamente preservado.