Se cumplió un año desde que Colombia firmó el tratado de libre comercio, TLC, con Estados Unidos. Este tratado provocó una serie de conflictos y descontentos entre el sector campesino, el cual sería el más afectado con la firma del acuerdo. En un estudio realizado a los primeros nueves meses del tratado, claramente se nota que EE.UU tiene una ventaja sobre Colombia, que infortunadamente ha permitido tener un grado de asimetría en el PIB, en la población, en producción y cultivo. Aspectos en los que sin duda la potencia predomina 10 veces más que Colombia.
En mayo de 2012 el TLC con EE.UU entró en vigencia, en el que supuestamente la economía colombiana iba a tener unos beneficios para muchos de los sectores productivos. Sin embargo, el sector agrícola fue el primero en oponerse puesto que veían venir las consecuencias que les iba a generar, el nuevo ingreso de productos americanos.
De la mano con Planeta Paz, organización que trabaja para la paz en Colombia, Oxfam, confederación internacional de 17 organizaciones que trabajan conjuntamente como parte de un movimiento global, realizó una investigación para conocer el índice de riesgo del intercambio comercial entre ambos países y a partir de esto crear un sistema de alertas que permitiera detectar las grandes falencias que se han producido a raíz de la firma del tratado.
Como resultado, se detectó que muchos de los productos como el arroz y la carne de cerdo se encuentran en riesgo de ser reemplazos por lo productos exportados desde el país norteamericano. Asimismo, dentro del ranking de productos de la economía campesina que serán altamente perjudicados con el paso del tiempo se encuentran: los lactosueros, el arroz, maíz blanco y la leche en polvo.
De igual manera, el trigo, la carne de pollo, la zanahoria y la arveja presentan un riesgo medio. El tomate, el maíz amarillo, la cebolla, el frijol y el tomate, representan el riesgo más bajo dentro del ranking.
Adriana Rodríguez, directora de Oxfam, aseguró que el sector colombiano agropecuario ha salido afectado con la firma del tratado. Asimismo, afirmó que aunque esto es un grave problema, no es de sorprenderse puesto que varios sectores ya lo habían advertido.
A través de una pequeña línea de tiempo, Rodríguez explicó los pronunciamientos que el campesinado hizo por medio de marchas, manifestaciones, quejas, paros, para dar a conocer el inconformismo y los impactos que el tan nombrado TLC estaba dejando a su paso.
Pero desde un punto de vista diferente Andrés Espinosa Fenwarth, asesor del Ministerio de Agricultura y jefe negociador para los TLC de Colombia 2003-2011 del mismo Ministerio, aseguró que este acuerdo sí ha traído varios beneficios para los sectores económicos del país y que se requieren más de cinco o 10 años para poder hacer una valoración correcta del avance del tratado en el país. “Ni el mundo, ni la agricultura se van a acabar con el TLC”, agregó.
Contrario a esto y en total desacuerdo con las palabras del asesor Espinosa, el Senador de la República, Jorge Enrique Robledo, no cree que la mejor opción para el desarrollo económico del país sea la continuación del TLC con EE.UU. De acuerdo con el congresista, el tratado, en un 30% o 40%, actualmente, es más malo que cuando entró en vigencia, lo que para él es un índice de que “nos está yendo mal”.
También dejó claro que las manifestaciones y todas las formas de expresión en contra de este acuerdo, no se detendrán hasta que exista un relevo en el equipo de gobierno actual.
Robledo recordó la importancia y la influencia que tiene el poder, al citar a un miembro que hacia parte de la mesa de diálogo con los campesinos en el Paro Agrario, que según el Senador ahora es uno de los Ministros del gobierno de Santos y quien dijo: “mientras ustedes no nos ganen las elecciones, nada cambiará porque este es el modelo económico que nos gusta”.
El congresista finalizó con un interrogante que hasta ahora no ha tenido respuesta, ¿Y ahora qué hacemos?
Todos los debates, desacuerdos y discordias que se desprenden de este tema, no son más que eso, porque sin duda el 33% de la población campesina que no resulta afectada con el acuerdo sigue siendo la misma, pero el resto continúa atravesando por una crisis económica a la que no se le ve un final feliz.